La Casa de Cultura de Grado acoge hasta el 30 de este mes la exposición del fotógrafo gijonés Fernando de Silva Cienfuegos-Jovellanos que lleva por título «Pakistán. La mirada amable de un país desconocido». Un conjunto de 37 retratos con los que pretende dar una imagen más real de un territorio que, a su juicio, está oculto tras una maraña de tópicos y prejuicios: «A los cinco o seis días descubrí que todo eran miradas amables», explica. El fotógrafo realizó ayer una visita guiada por la exposición y dio una charla.

La forma de trabajar del gijonés es siempre la misma: «Soy retratista, lo que me gusta es pasear por la calle y hacer retratos a las personas que más me llaman la atención, siempre pido permiso y todas las fotos son de las personas mirando a la cámara, no hay retratos robados, todos son conscientes y me autorizan». Para el fotógrafo, de 72 años, también abogado en activo, Pakistán es «un país con problemas, como los tiene cualquier país occidental, en España también ha habido terrorismo y hay víctimas del terrorismo, no somos tan distintos». Sí reconoce que tienen «un nivel de vida inferior al nuestro» y se refiere la situación de las mujeres, a las que por desgracia se «da un papel secundario». Sin embargo, asegura que «hay un nivel de alfabetización mayor entre las mujeres que entre los hombres, según los datos de la UNESCO».

Otra de las cosas que llamaron la atención de Fernando de Silva cuando iba realizando sus fotos durante los 17 días que estuvo en Pakistán es la seguridad que sintió en el viaje. «La mitad del viaje lo realizamos con escolta policial, sin pedirla, siempre había cerca un coche, un motorista o un soldado, lo hacen porque tienen muy pocos visitantes y quieren que estemos tranquilos», dice. En todo su periplo tan solo se encontró con «cuatro franceses un día por casualidad, es un lugar que no se visita».

El viaje de Fernando de Silva perseguía otro objetivo: llegar a contactar con la etnia de los Kalash, muy poco conocida. «Son descendientes de Carlo Magno cuando pasó por ahí hace más de dos mil años, tienen la tez blanca, los ojos verdes y son muy distintos al resto del país; son animistas, no son musulmanes», explica. Este pueblo, enclavado en la cordillera del Hindukush, «tiene muy poca comunicación con el resto del país».