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José Julián Rodríguez Reguero

Pedro Alonso en la hora de la verdad

La Estatua. En el principio fue… la estatua. Majestuosa. El personaje, siempre vigilante, observándonos desde lo alto sin hacer caso a los niños que querían alcanzarle . ¿Quién era? ¿Qué hacía allí? Si iba al cole por la calle de Arriba, no se enteraba. ¿O sí? Su figura suscitaba un temor reverencial.

El Mito. Cuando Pedro Alonso regresó de Cuba en los primeros años del siglo XX, personalizó los proyectos que, en unión de su familia política, pusieron en marcha para intentar que Noreña saliera de una situación de pobreza e incultura común en la España de la época.

Sentaron en los pupitres a los niños para que pudieran sumar y multiplicar en donde un incierto destino los llevara y les enseñó a leer y escribir para que no perdieran el contacto familiar si se ubicaban (muy frecuentemente) al otro lado del Charco.

La canalización progresiva de la traída de aguas ponía fin al arduo trabajo de muchas noreñenses al tener que acudir a las fuentes (incluyendo alguna de pago) en busca de agua para las labores diarias de sus casas sin desagües.

Con un enorme catálogo de propiedades facilitaron el acceso a la vivienda a muchos vecinos con precios razonables en La Nozalera, La Cruz, Sorribas y junto a la Iglesia. No faltó la sala de cine ni el salón recreativo París. Si alguien necesitaba dinero acudían a ellos.

Estatua de Pedro Alonso en Noreña.

Estatua de Pedro Alonso en Noreña.

El reconocimiento. Con esos antecedentes no era de extrañar que en la tercera década del siglo pasado los vecinos quisieran mostrar su agradecimiento a una familia tan benefactora. Desde América, su cuñado, Manuel Rionda, era el elegido y dieron su nombre a nuestra plaza principal hasta la Guerra Civil.

Pedro Alonso pasó sus últimos años en Noreña participando del transcurrir político de la vida cotidiana en la villa. Mantuvo una disputa electoral evidente con su oponente mas conservador, Justo Rodríguez, que le terminó llevando a la alcaldía en las listas del partido Reformista de Melquiades Álvarez durante un breve periodo.

El destino juega sus bazas y el fallecimiento, relativamente precoz, de Pedro Alonso en 1921 cambia la idea de la familia y en consecuencia de sus vecinos y encargan a Mariano Benlliure , reconocido escultor, una estatua en bronce del finado que ocupará un lugar privilegiado de la villa cerca del antiguo Ayuntamiento.

Las preguntas. Salvo breves reseñas en los libros de historia, siempre ha costado trabajo hablar sobre el legado noreñense de los Rionda-Alonso. El silencio incómodo se instauraba cuando alguien preguntaba por ellos. ¿Tendría que ver con una fortuna iniciada en la Cuba esclavista del siglo XIX? ¿ En la posesión de las plantaciones azucareras? ¿En las duras rivalidades políticas de la España del primer tercio del siglo XX, que desembocaron en una guerra entre vecinos? ¿Por qué su ingente patrimonio se ha ido desmembrando de forma paulatina sin que nadie haya hecho nada para evitarlo? ¿Por qué nadie acude a su capilla funeraria para evitar su deterioro progresivo?

Las dudas. Con un pie en el estribo, Pedro Alonso otorga un primer testamento en 1918 haciendo usufructuaria de todos sus bienes a su mujer Ramona hasta su fallecimiento. Mantiene su compromiso con el funcionamiento de la Fundación y establece becas de estudio para sus familiares .Sus sobrinos serían los herederos cuando falleciera su esposa.

Sorpresivamente cambia de parecer rápidamente y meses más tarde, en un segundo testamento, introduce un cambio sustancial al nombrar herederas a sus sobrinas e hijas de sobrinos, pero con una clausula que difería la herencia hasta 40 años después del fallecimiento del último cónyuge que ya sabía no sería él.

Aún sin conocer los bienes americanos, el listado de sus bienes testamentarios en Noreña era enorme .Llamativamente incluía innumerables créditos con interés que los vecinos habían contraído con él en los últimos años.

Ramona Rionda le sobreviría 27 años, a los que habría que sumar 40 para poder realizar el reparto. Durante esos años no hubo tregua en la lucha por el botín. Juicio tras juicio, apelación tras apelación, la potentada rama familiar Rionda asentada en América peleó con los albaceas del segundo testamento y contra los parientes “pobres” noreñenses del finado en los tribunales de Oviedo, Madrid, La Habana y New York. Momentos propios de una serie televisiva para el descrédito familiar. Una lenta marcha hacia el olvido y desapego a la tierra de nacimiento.

La estatua (2). Mariano Benlliure nos legó una escultura de incalculable valor para Noreña que, como sucede muchas veces con las obras de arte, ha sobrevivido durante cinco generaciones al personaje que representa.

Gracias a ella, Pedro Alonso ocupa casualmente un lugar en nuestra historia destinado a otra persona.

Las sombras que la historia arroja sobre su familia no pueden ocultar las luces de su clara apuesta por la educación y el desarrollo del pueblo que les vio nacer. Era una época gris que ofrecía muy pocas alternativas personales, salvo cruzar el Atlántico, sin billete de vuelta, o ir a la guerra de África. Sin duda, ayudaron a que el futuro fuera mas claro sin tener que abandonar la tierrina.

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