Mariano Menéndez Valdés nació en La Aldea, de la parroquia lavianesa de El Condao, en la llamada Casona de los Menéndez, una mansión rural de estilo barroco y con una capilla adosada con el escudo de armas en la fachada, que da prestancia de nobleza. Esta casona, de recia mampostería en los muros y sillares en balcones y ventanas, puede fecharse en el siglo XVI, con distintas obras de ampliación en siglos posteriores.

No hay acuerdo sobre su fecha de nacimiento que varía de unos autores a otros. Constantino Suárez, «Españolito», siempre tan bien documentado, da la fecha de 6 de enero de 1840, cuando sabemos por su partida de bautismo que fue bautizado el 25 de enero de 1840 y había nacido el día anterior; o sea, 24 de enero de 1840.

Huérfano desde niño, quedó bajo el cuidado de su abuelo materno, Bernardo Valdés Hevia, que se ocupó de su formación: primero, estudios primarios y de latinidad en la villa natal, Pola de Laviana, y posteriormente, estudios de Derecho en Oviedo, donde alcanzó el título de licenciado con una memoria titulada Constitución política y civil de Roma pagana, con la de las sociedades cristianas y modernas, que fue publicada en 1866. Ejerció como abogado en Laviana algún tiempo y fue diputado provincial por el distrito Laviana-Aller durante varios años, antes de trasladarse a Madrid.

En el año 1873, ya en Madrid, ejerció el cargo de delegado de segunda clase de la Policía judicial y gubernativa; y a partir de ese momento, desempeñó diversas responsabilidades: administrador principal de Correos de Oviedo; promotor fiscal de Laviana y de Navalcarnero; jefe de Negociado de segunda clase de la Dirección General de Prisiones.

En abril de 1887 fue destinado como gobernador civil a Pangasinán, en Filipinas, entonces provincia española; y más adelante, y con el mismo cargo a La Laguna y Bataan, también de Filipinas. Fue nombrado también Jefe de Administración de lo Contencioso Administrativo de Filipinas, aunque no pudo llegar a tomar posesión del cargo.

Su obra tanto política como administrativa ya vemos que fue extensa y otro tanto cabe decir de su obra literaria. Ha dejado gran número de colaboraciones dispersas en distintos medios tanto de Madrid como de Asturias: La Revista de España, La Época, La correspondencia, El Globo, La Mañana o El Carbayón, El Faro Asturiano y El anunciador. Además, publicó varios libros, entre los que cabe señalar «Los carbones asturianos: Importancia y necesidad de la industria carbonera en Asturias (1877)», libro en que se adelanta a muchos de sus contemporáneos en su valoración de la importancia carbonera de Asturias; o la Historia crítico-filosófica de la Monarquía asturiana (1881), obra cuya valoración no está exenta de polémica.

Efectivamente, el «Españolito» recoge el juicio negativo que a Julio Somoza le pareció esta obra: «Ignoramos lo que entendería por crítica y por filosófica el autor de este malaventurado libro. Escrito con una credulidad inconcebible en un abogado, rayana de la más extremada candidez, maravilla, no tanto por las teorías que sustenta, como por la garrulería ensordecedora con que las amplifica y dilata». No comparte, sin embargo, esta opinión negativa Gumersindo Azcárate, quien en el madrileño diario La época, de 3 de octubre de 1880, publica una extensa reseña en la primera página del periódico, plagada de elogios y juicios positivos sobre la obra. Azcárate señala cómo «el autor estudia, no sólo la organización política, sino también las trasformaciones que experimenta el espíritu público en todo ese espacio de tiempo y las vicisitudes varias por que pasan todas las clases que constituyen los elementos de aquella sociedad» y elogia su «acierto al armonizar el sentido histórico con el social, apreciando uno y otro dentro de la monarquía restauradora por las necesidades que la progresión constante de los principios que informan las leyes históricas, hacían ya preciso y necesario, obligando á volver sobre lo conocido, para deshacer errores y sacar deducciones nuevas».

Mariano Menéndez Valdés falleció en su destino como gobernador civil de Bataan, en fecha que también varía de unos a otros autores. Constantino Suárez da como fecha de su fallecimiento el «de mayo de 1897, y no el año 92 como asegura Somoza». Salvo que sea errata de imprenta -1897 por 1891- no se entiende el desplante del «Españolito», teniendo en cuenta además que entre las referencias bibliográficas que aporta incluye la necrológica publicada por El Carbayón el 24 de junio de 1891; y menos aún se comprende la fecha que aporta Emilio Martínez, 8 de mayo de 1892, porque lo cierto es que murió el 8 de mayo de 1891, como se desprende sin duda de la prensa de la época, que, aunque con retraso -las noticias tardaban semanas en llegar desde Filipinas-, se hizo eco de la noticia y le dedicó las oportunas necrológicas. En El Condao se celebraron sus funerales -calificados de «suntuosos» por la prensa del momento- en julio de aquel año, como oportunamente recoge, entre otros medios, «El Porvenir de Laviana» que editaba y dirigía el diligente médico lavianés Eladio García Jove.

Su retrato fue pintado por el reconocido «retratista» José Prado Norniella (1875-1937) y durante 1919 fue colgado en esta pinacoteca municipal, que había sido inaugurada siendo alcalde precisamente Benito Menéndez, hijo de Mariano Menéndez Valdés, por lo que cabe suponer que fuera suya la idea de iniciar este homenaje a los hombres ilustres en 1907, dos años después de inaugurado el actual edificio municipal, com los cuadros de Palacio Valdés y del Obispo Martínez Vigil.

Prado Norniella había nacido en Colloto, Oviedo, hijo de familia humilde, pero, tras algunos cursos en la Escuela de Bellas Artes de Oviedo, fue becado por la Diputación provincial de Oviedo pudo cursar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, y más tarde en Roma. Tuvo como maestros al pintor Ramón Romea, en Oviedo, y a Dióscoro Teófilo Puebla, en Madrid.

Especializado en el retrato personal, cuantos se han acercado a su obra destacan el valor iconográfico de sus retratos y la fidelidad al modelo. Así «Españolito» dice que «sus retratos suelen ser de una exactitud fotográfica y tienen algo de fotografías iluminadas»; y en una reseña anónima de una se sus exposiciones, en el diario «La Época», de Madrid, de 10 de agosto de 1907, se señala que «las excelentes condiciones de Prado (Norniella) brillan más en el retrato. Amante de la verdad, fiel intérprete de la Naturaleza, es un verdadero retratista. Sus obras de este género unen al mérito de la ejecución el de un parecido exacto, que es la principal cualidad en el retrato».

Con estas condiciones, y tras recibir el encargo por parte de la familia real del retrato de la Reina abuela doña Isabel y por parte del Ministerio de Gracia y Justicia de los retratos de varios exministros para la iconoteca de ese departamento ministerial, se hizo un hueco en la sociedad madrileña, de la que recibió numerosos encargos, entre otros los de D. Lula Cañedo, hijo de loa condes de Agüera; José Celleruelo, para el ministerio de Gracia y Justicia o el entonces obispo de Salamanca, el también lavianés fray Francisco Javier Valdés y Noriega.

No es, pues, de extrañar que el Consistorio lavianés le encargara este retrato, así como el de Palacio Valdés, y el del obispo Ramón Martínez Vigil, ambos también del mismo año 1907, como excelente forma de inaugurar esta iniciativa. No sabemos ni a cuánto ascendió su compra ni en qué fecha concreta, salvo el año, se adquirieron, aunque por el diario gijonés «La Prensa», de 17 de enero de 1907, conocemos que tiene «terminado o a punto de terminar», entre otros, un retrato «del distinguido hijo de Laviana, don Mariano Menéndez Valdés» -que no es el que cuelga de las paredes municipales, fechado en 1919- y por los ecos de Sociedad de «El Liberal», de Madrid, a 4 de agosto de 1907, «que en breve saldrá para Oviedo y Valdesoto» y que está recibiendo muchas felicitaciones por los inmejorables retratos que ha hecho de, entre otros, «D. Armando Palacio Valdés, con destino al Ayuntamiento de Laviana». Cabe suponer que en los meses sucesivos o quizás simultáneamente se le hubiera encargado también el del padre Vigil.