Uno anunció que se iba a final de temporada y el otro declaró que piensa continuar si cuenta con el apoyo de sus jugadores: es el entrenador mejor pagado del mundo. Los dos mantuvieron una dura pugna durante dos temporadas por la hegemonía del fútbol español. Una pugna de la que salió victorioso Guardiola, aunque se empieza a vislumbrar un cambio de tendencia. El Madrid es el virtual campeón de la Liga española tras ganarle al Barcelona, por primera vez, en su campo siendo Guardiola entrenador. De cualquier modo, ambos clubs han sido eliminados de la Liga de Campeones, cuando se esperaba que hubiera dos finalistas españoles en Munich. Estos reveses podrían explicar en parte porque Guardiola se va y Mourinho se queda.

Guardiola ha dejado la estela de un entrenador excepcional, completando un ciclo victorioso realmente deslumbrante. Con un fútbol de alta escuela admirado en todo el mundo. Después de dos años de sequía, el Barcelona intentó fichar a Mourinho. Pero al final se inclinó por Guardiola porque sintonizaba mejor con el sistema y los objetivos del club catalán. Y porque, como se dice ahora, era un hombre de la casa: un factor determinante. El modelo deportivo del expresidente Laporta y Begiristain, anterior secretario técnico, consistía en incorporar futbolistas de reconocida valía y al mismo tiempo integrar en el primer equipo jóvenes procedentes de la cantera. Una combinación que tuvo mucho éxito. Este era un proyecto muy semejante al de «Zidanes y Pavones» que años antes había tratado de implantar Florentino Pérez en el Real Madrid, pero que se fue debilitando con el tiempo.

Mourinho llegó al Real Madrid para ganar títulos y frenar el ciclo victorioso del Barcelona. No para hacer amigos. Los directivos madridistas ya conocían sus antecedentes, su forma de comportarse, su provocadora egolatría, su retórica surrealista, su imprevisibles desplantes. Pero las urgencias apremiaban. Y el Madrid contrató a un entrenador que había triunfado en tres clubs de países distintos: «El especial número uno -The Special One-» para los ingleses. Valdano, una de las víctimas de Mourinho, justificó entonces su fichaje porque había demostrado que sabía ganar, que es uno de los «saberes fundamentales» del fútbol.

Con estilos diferentes, los dos entrenadores han demostrado una de las exigencias esenciales de un club grande que aspira a ganarlo todo: poner orden y hacerse respetar, dentro de lo posible, por un gremio de egos multimillonarios. Guardiola aparece como un líder discreto, ecuánime, mientras que para Mourinho no existe la humildad en el fútbol. Y utiliza el victimisno como una especie de coraza personal para desviar los golpes del destino: «Hay un reglamento para mí y otro para el resto de los entrenadores». Guardiola también explota esta faceta, si bien con distinto propósito. Algunas de sus reivindicaciones suelen tener un sutil sesgo nacionalista : «Nosotros venimos de un sitio que está muy arriba, de un país llamado Cataluña y pintamos poco aquí?». Mourinho vincula los éxitos deportivos a sus profundas creencias religiosas. Para Guardiola estos cuatro años de entrenador han sido como una experiencia mágica.

Guardiola, como un héroe cansado, anunció su retirada arguyendo que le faltaban energías, «estoy vacío, necesito llenarme». En los momentos críticos, Mourinho recurre más a la épica: «Hay que lamerse las heridas y seguir adelante».

Los dos son ya indiscutibles ídolos deportivos. Que se alimentan de la fama que les otorgan las victorias. También se magnifican sus fracasos, sus declaraciones, sus silencios. En definitiva, no hay duda de que el fútbol es un deporte insoportablemente humano.