Langreo, Elena PELÁEZ

Los trabajadores del pozo Candín se reunieron ayer en la que será la última celebración de despedida del año en la explotación. En las instalaciones de la empresa estatal Hunosa ya no se extrae mineral desde hace semanas, como marca el plan de clausura que se completará durante el verano del próximo año. El Candín, que fue profundizado en 1930 por Carbones de Langreo, será la primera de las siete explotaciones que Hunosa tiene aún en funcionamiento que eche el cierre.

Aunque los empleados (la plantilla actual está compuesta por 81 trabajadores frente a los 113 de principios de año) volverán la próxima semana al pozo (el día 2), las labores de arranque en la mina ya cesaron en noviembre. Despiden el año con la incertidumbre sobre la fecha definitiva del cierre y su traslado a otras explotaciones de la compañía. La solicitud de cese de la actividad extractiva a la autoridad minera será solicitada por Hunosa de forma oficial a lo largo de enero.

El traslado de los mineros a otros centros de trabajo se realizará de forma paulatina. La compañía prevé concluir a principios de verano todo el proceso para clausurar la explotación en la que han trabajado en los últimos años Juan Carlos Pérez Corsino, Carlos Álvarez Astorga y Jonathan García. Pérez Corsino, de 42 años, es el trabajador de interior con mayor antigüedad en el pozo langreano. Lejos quedan aquellos primeros años de actividad en la mina cuando «éramos más de mil mineros y había relevos constantes».

Corsino lleva veintidós años y medio trabajando en el Candín. Entró como ayudante minero y después pasó al taller y al área de mecanización. Tras más de dos décadas conoce la explotación con los ojos cerrados. «Cuando llegué no existían muchas de las plantas que se explotaban últimamente», comentó. «El pozo cambió en todos estos años mucho», añadió el minero felguerino, que afirma que abandonar el Candín y tener que trasladarse a otro centro de trabajo «no es plato de buen gusto porque son muchos años aquí». Aún así, resaltó, «los otros pozos de Hunosa están cerca de aquí». Para Corsino «la minería se lleva muy adentro, es una forma de vida en la que la confianza en tus compañeros es fundamental».

Al volver la vista atrás, se topa con «bastantes buenos momentos y con algún susto, aunque me quedo con lo bueno». Y se acuerda de aquellos compañeros de las subcontratas que ya dejaron de trabajar en las instalaciones. En cuanto a la situación actual del sector, afirma no entender cómo «aquí cerramos y en otros sitios se apuesta por las minas». A Juan Carlos Pérez Corsino le quedarían al finalizar el año ocho días de trabajo para poder prejubilarse según las condiciones que estaban establecidas hasta ahora. Pero el Ejecutivo no prevé incorporar a nuevos beneficiarios el próximo año. «No me preocupa no prejubilarme pero sí tener trabajo», concluyó.

Carlos Álvarez Astorga, de 41 años, trabaja en el pozo langreano desde hace 13 años. Trabaja en mantenimiento y vivió muy de cerca junto con sus dos compañeros el encierro del pasado verano en el interior de la explotación. Carlos Álvarez recuerda que cuando entró a trabajar en el Candín era el «número 856, ahora somos 81», destacó. Con el cierre del pozo langreano, indicó, «muere el emblema de las Cuencas», un pozo cuya historia se escribe con mayúsculas.

Al igual que su compañero Corsino se queda con «recuerdos buenos, que ganan a los malos». El recibimiento que los vecinos dieron a los compañeros que se encerraron en la explotación es, sin duda, «el mejor momento». Ahora, a su alrededor, percibe «preocupación». Jonathan García lleva tres años menos que Carlos Álvarez en la mina langreana. Sus últimos diez años de trabajo han transcurrido en la explotación como encargado mecánico. Mostró su pesar por el cierre aunque destacó que se producirá el traslado a otras instalaciones que «no están muy lejos». Se irán del Candín a explotaciones que no tienen fecha de cierre establecida.