No me pregunten ustedes cómo lo hago -ya saben que los caminos del Señor son inescrutables-, pero me he encontrado con un blog de carácter religioso que entre sus contenidos tiene un juego denominado "El fraile misterioso". La cosa consiste en adivinar, a partir de una pista propuesta por su autor, el nombre de un dominico importante para la historia de esta orden.

Pues bien, la incógnita que proponía el 20 de agosto de 2011 Miguel Ángel Vázquez partía de una imagen con el siguiente pie: "Adjuntamos una fotografía que corresponde a una capilla de construcción muy reciente que no tiene valor histórico ni artístico pero que se encuentra en el pueblo de donde es natural nuestro fraile. Este fraile y escritor es un auténtico desconocido, voy a daros todos los datos que dispongo del personaje. Nació el 1 de julio de 1855. Ingresó en la Orden Dominicana en Corias, continuando sus estudios en Padrón. Ordenado sacerdote en Santiago de Compostela en 1880. Destacado restaurador de la orden en un país europeo. Nombrado Prior del convento de Chiquirirá de Colombia cargo que no llegó a ocupar. Falleció en Salamanca el 5 de diciembre de 1930. Escribió varios libros. ¿De qué fraile hablamos?".

Aunque les parezca difícil, este entretenimiento tiene seguidores y la pregunta obtuvo la respuesta acertada. Alguien añadió la pista de que el personaje oculto había pasado por el convento de Corias, en Cangas del Narcea, y por fin un tal "Cubanín" se atrevió a ponerle identidad al fraile misterioso: "Asumo que hablamos de fray Maximino Llaneza y esperamos que Don Miguel consiga algo más de la biografía de este fraile".

Tenía razón, así que finalmente se dio la solución: "La única pista posible era partiendo de Turón o de Mieres. Como dice "Cubanín" efectivamente se trata de fray Maximino Llaneza Álvarez, nacido en Turón en el barrio de Villabazal. No tengo más datos que los aportados, sí decir que escribió cinco o seis libros y que fue un destacado restaurador de la Orden en Portugal".

La verdad es que la fotografía se correspondía con la capilla erigida recientemente en Villabazal para guardar las valiosas imágenes de San Roque y La Magdalena y que viene a remplazar muchos años después a la primitiva, que se derribó tras la revolución de octubre.

Fue en este hermoso paraje donde nació Maximino Llaneza el 1 de Julio de 1855, uno de los numerosos frailes que dejaron obra escrita en la Montaña Central. Sin embargo, a pesar de haber firmado trabajos más interesantes que muchos de ellos, es el más desconocido. De hecho, las antiguas enciclopedias que recogen su biografía se limitan a repetir los mismos datos incluyendo también los errores, que corrigió acertadamente el investigador turonés y buen amigo Carlos Vega Zapico en una pequeña biografía publicada en el nº 7 de la revista "Ecos del Valle" en junio de 1982.

Por él sabemos que fray Maximino Llaneza tomó el hábito de la Orden de Santo Domingo en Corias, continuó estudios en el de San José de Padrón (La Coruña) y fue ordenado de presbítero en Santiago de Compostela. Luego ejerció como profesor seis años en el mismo Padrón; después en Belchite (Zaragoza); Vergara (Guipúzcoa) y Las Caldas (Santander) y, como contaba el blog, en 1894 fue nombrado prior del convento de Chiquiquirá (Colombia) pero no llegó a ir, aunque sí lo hizo a Portugal en 1908 para restaurar allí su orden.

Fray Maximino fue un escritor tardío pero escogió bien sus temas, especialmente en dos ocasiones: rescatando una curiosa edición del Nuevo Testamento del siglo XVI, que en su momento se ocultó para libarse del fuego de la Inquisición, e investigando sobre la obra de fray Luis de Granada, que publicó completa en 1927, tres años antes de que le llegase la muerte cuando estaba trabajando sobre otro personaje: fray Pedro de Alcántara. Voy a contarles algo sobre estos dos libros y para que vean por qué son interesantes debo llevarles hasta el siglo XVI.

Corrían entonces tiempos de agitación en el mundo cristiano, que iban a resolverse con la separación de las iglesias evangélicas, o protestantes si lo prefieren. Una de las novedades del reformador Martín Lutero fue la traducción de la Biblia al alemán para que sus paisanos pudiesen entender lo que se contaba en ella. Hasta entonces los textos se leían en latín y la jerarquía católica tenía el monopolio para decir a sus fieles lo que interesaba en cada momento, pero ante la evidencia de que todo estaba moviéndose, los obispos católicos decidieron cambiar de táctica.

En Alcalá de Henares, la Universidad Complutense preparó la edición de la Biblia Políglota que dio paso a una cierta apertura en lo que podía publicarse bajo aquel control religioso que impregnaba la vida cultural española y sus aulas atrajeron a los impresores más atrevidos, entre ellos un benedictino llamado Juan de Robles que llegó hasta allí desde la prestigiosa abadía de Montserrat en Barcelona.

Este monje, además de ser un predicador de prestigio, reclamado por sus sermones por toda España, fue también autor de algunos libros como "La caridad discreta practicada con los mendigos" y tradujo al castellano la regla de San Benito de Nursia, el fundador de su Orden. Pero su trabajo más celebrado fue una traducción de los cuatro Evangelios a partir de los textos más antiguos que se conocían en su tiempo, que depositó en el monasterio de El Escorial, donde el manuscrito estuvo olvidado hasta que Maximino Llaneza, el fraile erudito de Villabazal lo publicó en 1906 con el título de "Nueva traslación e interpretación de los cuatro Evangelios", acompañándolo de sus propios comentarios.

Según el turonés, esta traducción es la mejor de las conocidas, ya que fue hecha a conciencia y cotejando los códices más importantes, pero su autor seguramente decidió mantenerla en secreto por temor a dar con sus huesos en el potro de tortura, ya que la lectura de los textos sagrados en catalán, español o cualquier otra lengua vernácula, estaba expresamente prohibida y podía identificar a quien lo hiciese como simpatizante de la ideas de Lutero, algo que el benedictino quería evitar a toda costa, porque al parecer ya había sido reprendido en alguna ocasión por tocar en sus disertaciones temas que no eran del gusto del Santo Tribunal.

No cabe duda de que esta publicación fue un acierto, pero lo que hace imprescindible el nombre de Maximino Llaneza en el panorama de las letras españolas es su exhaustiva y sorprendente catalogación de la obra de fray Luis de Granada, continuando la labor que habían iniciado otros frailes dominicos. Para ello, cuando ya tenía 70 años rebuscó en archivos y estanterías por toda España y "armado por todas las armas de un libro de rezo, de una máquina fotográfica, una Zeiss Krauss, y de un paquetón de cuartillas" conoció las principales bibliotecas de Italia, Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra y Portugal.

Finalmente, en 1926 pudo reunir en cuatro volúmenes toda la producción del maestro de Granada y consignar nada menos que cuatro mil doscientas ediciones de sus obras en varios idiomas, aunque siempre le quedó la frustración de no haber podido hacer lo mismo en América y Asia, donde según sus cálculos podía aumentar esta cantidad en otro tercio. Visto desde el siglo XXI este es uno de esos casos en los que uno se pregunta qué habría podido hacer nuestro hombre si hubiese podido disponer de la información que ahora cualquiera puede tener al alcance de su mano sentado frente a un ordenador.

La meritoria labor del de Turón suscitó la atención de los intelectuales españoles que le dedicaron comentarios elogiosos. Como ejemplo, recordemos el recuerdo que escribió Azorín para el diario "ABC" en un fecha tan tardía como abril de 1952, aprovechando una comparación entre las figuras de fray Luis de Granada y Miguel de Cervantes: "Creo que quien estudie "El Quijote" en su difusión por el mundo habrá de estudiar también, siquiera someramente "El libro de la oración" en su difusión mundial. Son estos dos libros los más universales que tenemos; los dos son esencialmente españoles. La bibliografía de "El libro de la oración" (1554) ha sido hecha, en un grueso volumen, por fray Maximino Llaneza: es un texto intrincado, difícil?".

A juzgar por lo que hemos visto, seguramente tendremos que incluir a este fraile en la lista de hombres ilustres de nuestras cuencas, tanto por su faceta de escritor como por su honradez y su capacidad de trabajo, algo que cada vez es más raro encontrar en quienes se dedican a la investigación de estas cosas.