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El coleccionista de lápidas

Las inscripciones de la romanización halladas en Santibáñez de la Fuente, Serrapio, Castandiello, El Collado, La Chalana, La Rebollada y Ujo

El coleccionista de lápidas

La epigrafía es la ciencia que estudia las inscripciones sobre piedra, mármol u otros materiales duros. Cuando podemos interpretar estos signos, la información que obtenemos es fundamental para conocer los nombres de individuos o pueblos de otras épocas, sus costumbres, creencias y como se organizaban en la sociedad y en el ejército.

Las primeras palabras que se grabaron en Asturias fueron latinas. Los romanos conquistaron el territorio colocando el nombre de sus dioses en los altares y en los lugares sagrados y siguieron la costumbre de honrar con lápidas las tumbas de sus muertos; los astures los imitaron e hicieron lo mismo con los suyos, utilizando también la lengua del Imperio. Gracias a ello conocemos hoy lo que nunca se escribió de otra manera.

El número de inscripciones aparecidas en las cuencas mineras es abundante, y la importancia de algunas piezas hace de este apartado de la cultura material la fuente más importante para la obtención de datos sobre la romanización en nuestro ámbito geográfico. Vamos a conocerlas empezando, por ejemplo, por el concejo de Aller, donde no podemos olvidar, aunque no tenga ningún texto, a la estela discoidea sin inscripción encontrada en Santibáñez de La Fuente, tal vez vinculada al culto al Sol o la Luna, que recogió Joaquín Manzanares para llevarla a su colección del Tabularium Artis Asturiensis.

Lo seguro es que esta estela está relacionada con las creencias de los habitantes de los castros, como la que se encontró cerca del de Piñeres, grabada en cuarcita, deteriorada y con un texto fragmentado en el que se leen algunas palabras abreviadas que pueden hacer referencia a nombres indígenas.

Más importante es la que está empotrada, junto a otras de diferentes épocas, en una pared de la sacristía de la iglesia de San Vicente de Serapio. Es la más completa entre las que se conocen en Asturias dedicadas al dios Júpiter, con su texto dentro de un recuadro que se prolonga hacia abajo tomando forma de cola y se adorna en la cabecera con dos pequeñas ruedas simbólicas de seis radios, iguales a las que siguen decorando actualmente muchos hórreos y muchos chalecos de baile regional. Esta vez sí se leen con claridad los nombres de quienes la dedicaron, los "arronidaecos" y los "coliacini", dos poblaciones que debían asentarse en las zonas próximas a la vía de La Carisa.

En el año 2013, el catedrático de Historia Antigua Narciso Santos Yanguas, al referirse a esta lápida en su publicación "Muerte y ultratumba en las inscripciones romanas de Asturias", aprovechó para volver a insistir en su postura contraria a la existencia del campamento romano que actualmente se ha convertido en una de las señas de identidad de la cultura de los concejos de Lena y Aller. Transcribo sus palabras: "Con los restos materiales de que disponemos en la actualidad pretender que en el emplazamiento de la Cordillera Cantábrica correspondiente a La Carisa estuvo asentado un campamento romano legionario no son más que fuegos de artificio nacionalistas mal planteados".

Como vemos, no todos los expertos piensan lo mismo en torno a este yacimiento y creo que ya es hora de que también se puedan oír estas opiniones en las mesas redondas que se convocan sobre el tema en la Montaña Central y en las que suelen mezclarse los deseos bien intencionados que todos compartimos con las certezas arqueológicas.

Volviendo a las inscripciones, debemos citar otra en Castandiello (Morcín), descubierta en la falda del monte Monsacro y que en 1956 también fue llevada al "Tabularium Artis Asturiensis", la dedicó un individuo llamado "Tiogilo", hijo de Cesar, a un tal "Vianeglo", hijo de "Segeo", que pertenecía a la "Gens Abilicorum", o para que nos entendamos, al clan de los "abelicos". Una mina para quienes buscar nombres autóctonos para poner a sus hijos.

En la misma colección privada de Oviedo está depositada la lápida de El Collado (Riosa), de difícil interpretación, en la que el desaparecido profesor Francisco Diego Santos leía el nombre de otro clan, los "cadabrigenses", y se sabe que en el mismo pueblo existía una segunda ya desaparecida, también borrosa y fraccionada, que en el momento de su hallazgo se interpretó como una inscripción funeraria con los nombres de "Odegino" y "Publio Aurio".

En el Nalón, sólo tenemos la noticia que publicó el diario "La Voz de Asturias" en 1972 contando como en la década de 1940 al excavar en el río Nalón para la cimentación de uno de los pilares del nuevo puente de La Chalana se halló una piedra a unos 4 metros de profundidad con unas dimensiones de un metro de largo por medio de ancho con una sola cara labrada en la que aparecía un guerrero y una inscripción que decía "Cadiana". Al parecer, la piedra estuvo muchos días tirada hasta que acabó perdiéndose.

Ya en Mieres, otras dos desapariciones: en la segunda mitad del siglo XIX, el erudito José María Ordax donó a la Comisión de Monumentos un dibujo, que posteriormente también se extravió, en el que figuraba una inscripción grabada en un lugar no identificado de la parroquia de La Rebollada llamado La Peña de La Escrita. Y conocemos un apunte de otra, fechado en 1832, con más nombres: "Fusco" y "Virius", que en este caso ya ha sido recuperado para algún nacido en este concejo.

Aunque sin ninguna duda, el corazón de las inscripciones asturianas está en Ujo, donde se han encontrado cuatro piezas. Una tampoco puede localizarse ya, pero afortunadamente era la menos importante, estaba colocada en el hogar de la casa rectoral y solo tenía la palabra "Roma". Las otras tres constituyen un importante conjunto digno de otras zonas más romanizadas y se exhiben actualmente en el Museo Arqueológico de Asturias.

La primera es un ara votiva descubierta en 1870 cerca de la iglesia parroquial, fue grabada en agradecimiento a los dioses por el matrimonio que formaban "Lucio Corona Severo", un soldado de la famosa Legión VII Gemina y "Octavia Procura".

La segunda se halló en 1919 al hacer unas obras cerca de la estación de ferrocarril. Aurelio del Llano la recuperó para trasladarla también hasta el Museo provincial. En este caso el dedicante fue "Gaio Sulpicio Africano", quien hizo figurar en la inscripción el nombre de su dios, "Nimmedo Aseddiago", convertido de esta forma en el culto más antiguo que conocemos en la Montaña Central.

Pero sin duda, la tercera de estas lápidas es la más importante. Apareció cerca de la anterior y fue encargada por el mismo "Gayo Sulpicio Africano" para guardar la memoria de su antepasado "Gayo Sulpicio Úrsulo". Para ello mandó cincelar su "cursus honorum" completo, o lo que es lo mismo, su currículo. Así podemos ver que fue un militar de alto rango, aunque el texto deja ver algunas contradicciones que pueden deberse tanto a un error involuntario, como a la intención de engordar un poco los méritos de su antepasado familiar.

A mi modo de ver, las tres lápidas de Ujo fueron grabadas en el mismo entorno y muestran como se respetaba la religión indígena en un ambiente tan romanizado que permitió a uno de sus vecinos realizar una brillante carrera militar. La proximidad de los lugares en que se hallaron y las relaciones entre quienes aparecen en sus textos me hacen pensar en que todas fueron colocadas originalmente formando parte de un mismo conjunto dedicado al mundo espiritual, pero de nuevo debo hacer referencia al profesor Narciso Santos quien en el mismo artículo que he citado más arriba critica esta idea.

Para él "la mayor parte de las inscripciones de carácter funerario de que disponemos en la actualidad fueron descubiertas en enclaves descontextualizados de su asentamiento originario, por lo que en ningún caso es posible identificar los lugares de enterramiento común (cementerios), a pesar de que el hallazgo de un número reducido de las mismas en un mismo marco geográfico nos permita hacer pensar en la posible existencia de enclaves de esta naturaleza".

Y rechaza, citándola, la hipótesis que yo expuse en 2007 en el trabajo "Una revisión del conjunto epigráfico de Ujo (Asturias)" publicado en el libro "Estudios varios de arqueología castreña, Teverga": "Ni siquiera el depósito de epígrafes encontrado en la localidad mierense de Ujo (con la presencia de varios militares) se debería a la presencia de uno de tales lugares de enterramiento. Es posible que en el transcurso del siglo XIX muchas de tales inscripciones (o bien en su conjunto) fueran recopiladas por algún erudito de la zona, siendo encontradas casualmente después con ocasión de la remoción de terrenos para el levantamiento de la vía del tren".

En efecto, todo es posible, pero seguramente fuera de Asturias no se plantearía esta duda y sigo sin ver porque aquí debemos ser distintos al resto del mundo.

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