José María García Iglesias, "Chema el de la Miguela", de 96 años de edad, fue despedido ayer en Oviedo en una ceremonia que, por deseo de la familia, tuvo carácter íntimo. El próximo miércoles, 26 de octubre, a la 1 de la tarde, se celebrará un funeral por su eterno descanso en la iglesia parroquial de El Entrego, localidad en cuyas cercanías había nacido y en la que transcurrió más de la mitad de su longeva existencia, que, por las dificultades de partida que hubo de superar, con un mérito enorme, bien podría ser calificada como la de una persona extraordinaria. Y, desde luego, como la de un entreguín excepcional.

La vida de Chema estuvo jalonada, en efecto, de méritos nada comunes, tal como se pudo deducir de las "Memorias" que dictó para LA NUEVA ESPAÑA en julio de 2014. Tenía 3 años cuando su padre, minero, murió por un derrabe en el Pozo Sotón. Su madre, Josefa, conocida como "la Miguela", por el nombre de su marido, estaba embarazada de otro niño y la empresa le ofreció el puesto de paleadora de carbón. Trabajó durante algún tiempo, pero al poco un accidente, en el que perdió la visión de un ojo, le obligó a dejar aquel empleo y hubo de reinventarse para sobrevivir. Lo hizo dedicándose a la venta ambulante por los pueblos y caseríos de los valles de Lantero y La Hueria, entonces solo comunicados entre sí y con el fondo del valle por caleyes. Como no sabía leer ni escribir, inventó un método para llevar las cuentas con su clientela. Chema, al acompañarla en ese menester, no pudo ir a la escuela. Los dos permanecerían analfabetos hasta que don Crisanto, un vecino de La Rebollá, donde residían, enseñó a leer a ambos. Desde entonces Chema sería para el resto de su vida un lector voraz.

Con los ahorros generados por su duro trabajo, "la Miguela" pudo comprar unos terrenos en la Oscura, junto a la estación del ferrocarril de Langreo, donde más tarde construiría un bar-tienda y una pensión, local que, aunque bautizado como Bar Miramar, para los entreguinos sería siempre Casa La Miguela, un lugar de referencia en el pueblo. Chema siempre ayudó en él, incluso hasta después de haberse convertido en auxiliar administrativo de Duro-Felguera, más tarde oficial y después, jefe de oficina, contribuyendo con su eficacia y simpatía a su éxito.

Por el medio había pasado el drama de la guerra civil. Como tantos españoles, Chema la hizo en los dos bandos. A los 16 años, como dependiente de uno de los comercios que puso en marcha el Consejo General Cooperativo de los republicanos y luego, como voluntario en la Marina de los nacionales, en la que desempeñó entre otras funciones la de radiotelegrafista.

De actitud positiva y disposición colaboradora, además de buen organizador, participó, cuando se reintegró a la vida en su pueblo, en numerosas actividades asociativas de El Entrego, que vivía entonces su época de mayor efervescencia social, como consecuencia del auge de la minería como fuente de empleo. Así, fue directivo, e incluso presidente, de la Unión Deportiva de El Entrego, el equipo de fútbol que estuvo a punto de subir a Segunda División, y durante 28 años ejerció de secretario de la Comisión de Festejos de La Laguna, en el periodo de mayor esplendor de las fiestas entreguinas.

Tras la creación de Hunosa, José María fue trasladado a Oviedo y aquel niño que no había podido ir a la escuela acabó por convertirse en el responsable del sistema informático de la empresa, en los albores de la implantación de las nuevas tecnologías, cuando con un enorme ordenador que había que alimentar con fichas perforadas la empresa se planteó la, para entonces, tarea hercúlea de mecanizar todos sus escritos, incluidos las nóminas de sus casi 29.000 trabajadores. José María García Iglesias se jubiló a los 63 años, lo que le permitió poder dedicar más tiempo a una de sus grandes pasiones, la de viajar y conocer mundo.

Para entonces ya había contraído su segundo matrimonio, con Tina Magdalena, entreguina como él y compañera de trabajo en Duro-Felguera y Hunosa, con la que formaría durante 44 años una pareja cuya feliz compenetración solo ha podido romper ahora la muerte. La primera mujer de Chema había sido Amparo Díaz, conocida en El Entrego como "La Guapa", por su belleza, que, antes de morir, todavía joven, le daría dos hijas, Josefina y Amparo. De la primera ellas, ya fallecida, tendría una nieta, Susana, y dos biznietas. De los dos hermanos que Chema llegó a tener, vive uno, Miguel, tras el fallecimiento del menor, Toni, fruto de un segundo matrimonio de su madre.

La biografía de "Chema el de la Miguela" quedaría incompleta si no se hiciera una mención especial a sus cualidades personales. Dotado de una gran inteligencia natural y de una memoria prodigiosa, además de una extraordinaria capacidad de aprendizaje y de una curiosidad tan amplia como inagotable, fue, por encima de todo, una persona generosa y afable, siempre dispuesta a ofrecer su colaboración y su ayuda a quien lo necesitara y, en todo caso, a hacer la vida más agradable a los demás, ya fuera con hechos o con palabras amables. Sus incontables amigos pueden dar fe de ello.