Montecorvo es el pueblo en el que se desarrolla la trama de "La balada del Norte", la novela gráfica con la que el dibujante blimeíno Alfonso Zapico relata en viñetas el levantamiento minero de 1934. Se trata de un lugar imaginario, pero que tiene mucho de real. Es una mezcla de otros tantos pueblos de las comarcas mineras asturianas, un espacio que sintetiza el espíritu de un territorio, de su gente y de su pasado reciente. Ayer, Montecorvo salió de las páginas para hacerse palpable en el recorrido organizado por la editorial Astiberri por la comarca del Nalón y al que fueron invitados una decena de periodistas de todo el país, con el propio Alfonso Zapico al frente como maestro de ceremonias.

En la jornada del viernes le había tocado el turno a Oviedo, en donde se desarrolla buena parte de la historia del segundo tomo de "La balada del Norte", publicado recientemente. Pero el protagonismo era ayer para los escenarios de la primera parte del libro, para Montecorvo. "Situar la acción en un lugar imaginario me daba más libertad creativa, pero me inspiré en lugares reales como el pozo San Luis de La Nueva para la mina San Aurelia o el palacio de Figaredo para la residencia del patrón", explicó el ilustrador de Blimea.

El periplo por la comarca incluyó visitas al pozo Venturo, en la Güeria de Carrocera; al pozo San Luis, en La Nueva; y al Museo de la Minería, en El Entrego; así como una espicha en Cocañín. El geógrafo y vicepresidente de la Asociación de Arqueología Industrial Incuna, Faustino Suárez Antuña, fue el encargado de explicar los entresijos del oficio minero, su evolución histórica y la realidad social que lo rodea. "La personas que nos han acompañado han podido imaginarse cómo era esto antes, las causas que llevaron a los mineros a protagonizar la revuelta", indicó Zapico.

El dibujante natural de Blimea, ganador del Premio Nacional del Cómic del año 2012 y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, no ocultó su satisfacción por poder mostrar su tierra natal y los escenarios de su novela. "Creo que para las personas que vienen de fuera visitar a la cuenca es como viajar a un país extranjero porque es algo totalmente distinto de lo que pueden encontrarse en Oviedo, por poner un ejemplo. Ha sido una actividad que, de alguna manera, ha hecho posible que Montecorvo cobre vida por unas horas; a mí, personalmente, me ha servido para redescubrir mis orígenes". Y apostilló: "Yo no soy minero ni soy historiador y hay episodios y lugares de la cuenca que no conocía, como Cocañín, por ejemplo. Ha sido un verdadero placer poder acercarme a ellos".