Si la cita es a las 15 horas, Maibe llega cuando su reloj digital azul marca las 14.58. Siempre dos minutos antes. Es puntual porque a él no le gusta esperar. Es fácil verlo: una figura grande, la piel muy negra y los ojos castaños que parecen escapar de una capucha con pelo.

- Es usted muy alto.

-Pues mi primo? Él, dos metros.

- Seguro que nadie se atreve a meterse con él.

Maibe ríe de verdad, con todo el cuerpo. Como sólo se ríen los que están tranquilos porque todo va bien o los que son optimistas hasta que duele. Maibe es de los segundos. Nació en Senegal, arriesgó todo en una patera para tener un plato caliente al día. La vida parecía encarrilarse en Langreo hasta que, hace unos meses, le dio otro golpe: es uno de los inmigrantes que ha interpuesto una denuncia por un presunto timo de A. G. M., el joven lenense condenado por estafa en el "caso Shamira" -recaudó dinero haciéndose pasar por la madre de una niña enferma-. A. G. M. le pidió dinero a cambio de legalizar su situación en España. Maibe le entregó, según consta en la denuncia, más de 400 euros. La investigación está en marcha, pero todo apunta a que hay más víctimas de este engaño.

"Donde yo nací no había nada, sólo quería algo mejor. No hacerme rico, no, no; yo quería comida y tener algo... no sé". Maibe empieza sin rodeos el relato de su viaje a España. Hace un gesto con las manos para marcar el sitio que tenía en la patera: no más de medio metro para vivir en alta mar. "No sabíamos cuánto tiempo teníamos que estar allí, sólo había que aguantar hasta España". Tardaron siete días, una semana a la deriva. Llegaron a Gran Canaria, pero Maibe no encontró su sitio y viajó a Córdoba.

En el bolsillo de su único pantalón había guardado, desde Senegal, un papel con el número de teléfono de un familiar que ya vivía en España: su primo de dos metros de alto. Consiguió un móvil y se pusieron en contacto. "Te digo la verdad, ¿eh?, me dijo que estaba en Asturias y que la gente era muy buena. Por eso vine aquí". Langreo es el lugar que más le gusta, sobre todo para trabajar. Es vendedor ambulante: "Aquí me dicen 'ven, Maibe, toma algo' si me ven solo. Tengo amigos aquí".

Se acostumbró a la amabilidad y bajó la guardia. Confió cuando presuntamente A. G. M. se acercó a él para "engañarlo". "No puedo decir mucho, la Policía Nacional me está ayudando en todo y les doy muchas gracias", afirma, rotundo. Está especialmente agradecido de la labor del agente que se encarga del área de extranjería. No puede revelar detalles para no obstaculizar la investigación, pero sí asegura que "me pedía dinero. Varios días vino y yo le daba lo que tenía ese día". Cuando no tenía dinero, se llevaba algún artículo de los que Maibe tenía a la venta. "Tres lámparas, tres llevó", asegura, enfatizando las palabras con tres dedos en alto.

Apura la Coca-Cola y mira el reloj azul. Busca unas monedas en el bolsillo para pagar en el bar, pero desde la barra se escucha una voz amiga: "Lo de esa mesa cóbramelo a mí". La sonrisa de Maibe dice que volverá a confiar:

-Aquí en Langreo, la gente es lo mejor.