Los "praos" son un bien cada vez más escaso en la cordillera Cantábrica. Y es que aproximadamente un 40 por ciento de la extensión de monte dedicado a la siega ha desaparecido en la zona Picos de Europa a lo largo del último cuarto de siglo. Este problema puede traer en el futuro graves consecuencias, ya que los expertos apuntan que hasta cierto punto se trata de una pérdida irreversible. El proyecto "SOS Praderas" intenta frenar la tendencia, provocada en gran medida por el éxodo rural y el abandono de las actividades agrícolas y, sobre todo, ganaderas.

El retroceso de las praderas en las cordillera Cantábrica se abordó ayer en el transcurso de un seminario que se desarrolló en el campus de Mieres, concretamente en el edificio de investigación del complejo universitario. Entre otros participó Tomás Emilio Díaz, investigador principal del proyecto "SOS Praderas". "Hay que poner de manifiesto la regresión de los prados de siega de las zona medias y altas de montaña. La gente se va de los pueblos y los prados van dejando de ser pastados por el ganado, algo fundamente para su mantenimiento", señaló el biólogo. Lo habitual es que los citados espacios sean ocupados por matorrales y bosques. "Hay que tener en cuenta que para que pueda formarse un prado se han necesitado miles de años de manejo continuado y, si en el futuro carecemos de estos espacios naturales, no podremos volver a estos territorios a utilizar una ganadería dependiente de estas zonas", remarcó Díaz

"SOS Praderas" es el nombre del proyecto europeo que lidera desde Mieres el Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot) con el objetivo de recuperar las praderas de siega. El programa, que utilizará los Picos de Europa como territorio piloto y cuenta con una ayuda de casi un millón de euros, fue presentado ayer en el Ayuntamiento de Mieres. "Trabajamos en colaboración con Francia y Portugal y, en España, también actuamos en Pirineos", indicó Tomás Emilio Díaz.

Los investigadores subrayan que el déficit de praderas acarrea un vacío creciente cuyo alcance real es difícil de predecir. "Se puede decir que estamos ante un procedimiento que podría ser irreversible. Lo que buscamos es mantener lo que tenemos de superficie y, si es posible, aumentarla en determinados lugares. Este reto se plantea como un espacio de trabajo que debe desarrollarse con celeridad. "Estamos analizando la composición florística de los diferentes prados para obtener las semillas en porcentajes similares para que en un momento determinado se pueda revegetar aquellas áreas que pretendemos recuperar", apunta Tomás Emilio Díaz. Y añade: "Quizás en un futuro, dentro de 50, 60 o 100 años, tengamos que volver a comer del campo, y para ello necesitaremos contar con unos prados que sirvan de soporte a la ganadería".

El investigador principal del proyecto destacó la importancia de "SOS Praderas" para evitar la pérdida de biodiversidad, que está asociada al abandono de la actividad ganadera en la alta montaña. "Estas praderas naturales tienen un alto valor de biodiversidad, ya que pueden sumar más de cuarenta especies", destacó.

Actividad económica

Al recuperar las praderas de siega, no sólo se conserva este patrimonio común, también se busca el beneficio de ganaderos, agricultores y empresarios del ramo de las semillas. Y es que los profesionales del campo podrían comercializar la grana que salga de estas praderas, un tratamiento tradicional que ahora está en desuso. En este proceso jugará un importante papel el bando de germoplasma del Jardín Botánico Atlántico del Principado de Asturias, ubicado en Gijón, de cara a recuperar las semillas de la flora en cada zona.