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El oso fomenta la buena vecindad

Un estudio de la Universidad que analiza grabaciones de los últimos diez años revela una alta tolerancia de los plantígrados a la presencia humana

Un plantígrado de la Cordillera Cantábrica. GRUPO DE INVESTIGACIÓN DEL OSO PARDO CANTÁBRICO

Los osos de la Cordillera Cantábrica tienen una tolerancia a los humanos bastante alta. Así se desprende del estudio desarrollado por el grupo de Investigación sobre el Oso Pardo Cantábrico, con sede en el campus de Mieres, que ha analizado vídeos grabados en los últimos diez años donde se observa el comportamiento de estos animales. El estudio ha sido publicado recientemente en la revista especializada "Global ecology and conservation". El grupo pertenece a la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad, del que forman parte el CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado.

En la investigación se da cuenta de que la Cordillera Cantábrica es un ambiente totalmente humanizado, donde hay densidad de población, una elevada red de carreteras e infraestructuras humanas. Todo esto tendría potencial de alterar el comportamiento de los osos, afectando tanto a su supervivencia como a su productividad. Además, la expansión de la población osera en la cordillera también puede hacer que haya un mayor acercamiento entre los animales y las infraestructuras humanas. Por último, desde hace varios años se ha extendido mucho el turismo osero. Por todo esto, el grupo vio interesante hacer un estudio sobre el comportamiento de los osos para comprobar si el hecho de vivir en la Cordillera Cantábrica tendría algún efecto.

Para desarrollar la investigación se trabajó con grabaciones de los osos realizadas con una cámara digital conectada a un telescopio, con lo que permitía grabar a una distancia media de un kilómetro del animal. En total, fueron 100 horas de grabaciones, no sólo del grupo de investigación, sino también de las que tenía la Patrulla Oso. Así, se captaron imágenes de 167 adultos, 42 subadultos y 112 hembras con crías. Los vídeos se centraban en la actividad que realizaban los osos a lo largo del día, su alimentación, el movimiento, tiempo de descanso, interacciones sociales, cuidado de las crías y comportamiento relacionado con la producción. También se hacía énfasis a los estados de alerta y vigilancia, que son los que producen estrés en los osos. Todo eso se relacionó con la presencia de infraestructuras y actividad humana, además de la cercanía a los puntos donde se accede para ver a los animales dentro del turismo osero.

Comportamiento

Tras analizar los vídeos, los investigadores comprobaron que los osos adultos eran los que se situaban más lejos de las infraestructuras humanas y que el comportamiento de vigilancia y alerta de los osos no estaba particularmente determinado por las infraestructuras y la actividad humana. De este modo, se resolvió que la tolerancia de los osos de la Cordillera Cantábrica a los humanos es bastante alta, probablemente porque la coexistencia entre osos y humanos es un fenómeno muy antiguo y porque los osos llevan décadas protegidos, y eso hace que se vuelvan más confiados.

A pesar de estos resultados, desde el grupo de investigación consideran que "eso es solo una fotografía, falta información adicional porque sólo estamos analizando un momento muy corto de los osos, no tenemos información sobre posibles reacciones de estrés fisiológico a la presencia humana que no tiene porqué manifestarse de forma visible en los cambios de comportamiento". Esto se solventaría, como ya ha defendido más veces el grupo, con un programa de radiomarcado, con lo que tendrán un seguimiento del individuo a lo largo del día y no sólo en el momento exacto que es filmado.

En cuanto a la tolerancia a los humanos, en el grupo resaltan que "hay que tener siempre presente evitar que haya contacto directo entre osos y humanos, tiene que estar limitado al máximo". Esto implica al turismo osero para que no interactúe con los osos y se desarrolle a una distancia de seguridad, que no afecte al comportamiento, sobre todo porque los puntos para ver los osos están en zonas de cría o alimentación, y una interacción con los animales podría afectarles gravemente.

El trabajo lleva la firma de Alejandra Zarzo-Arias, María del Mar Delgado, Andrés Ordiz, Manuel González, Carlos Romo, Pablo Vázquez, Giulia Bombieri, Chiara Bettega, Luca Francesco Russo, Pedro Cabral, Ricardo García González, Jesús Martínez-Padilla, Vincenzo Penteriani y los guardas Juan García Díaz y David Cañedo. El grupo expone sus trabajos y ofrece más información sobre sus proyectos en la web www.cantabrianbrownbear.org/es/.

En crecimiento

Este trabajo de la Universidad de Oviedo se enmarca dentro de una contexto de gran sensibilización hacia la creciente población de osos en Asturias. Así, el censo de población de osas con crías en la Cordillera Cantábrica, presentado a finales del pasado verano, trajo una buena noticia para la comarca: hay ya dos hembras con esbardos asentadas en la vertiente lenense del parque natural de Las Ubiñas-La Mesa. Es todo un avance en la recuperación de la especie, ya que la presencia de hembras asegura un mayor tránsito de plantígrados por el corredor osero (el territorio que une las poblaciones de oriente y occidente, que incluye los municipios de Aller y Lena).

A pesar de que los municipios asturianos del corredor interpoblacional del oso pardo (Aller y Lena) tienen actualmente mejor hábitat, enriquecido con un exitoso plan europeo financiado con 1,2 millones de euros, los plantígrados aún se mueven más por los municipios leoneses del territorio que conecta las poblaciones de oriente y occidente. La razón, afirman los expertos, es la menor carga de población humana que registran los territorios de la comunidad vecina y la capacidad de adaptación de los plantígrados a zonas menos favorables para el tránsito. Desde la Fundación Oso Pardo (FOP) dejan claro que, en los últimos años, la permeabilidad de la zona asturiana y el tránsito osero han mejorado mucho. Los datos les dan la razón: cada vez se siente más la presencia de osos y hay más avistamientos, incluso en lugares en los que llevaban décadas sin dejarse ver.

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