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De lo nuestro | Historias heterodoxas

Una destilería en México

Las empresas y negocios de los republicanos exiliados, entre los que se encontraba Destilería Española, con socios asturianos

Una destilería en México

Como es sabido, México fue uno de los destinos elegidos por muchos exiliados españoles tras la derrota en la última guerra civil. Entre los que llegaron los hubo de todos los colores y bolsillos, pero aquí más que en ninguna otra parte se asentaron los dirigentes socialistas, mientras los comunistas prefirieron ser acogidos en la URSS y los anarquistas convirtieron Toulouse en su centro de operaciones.

Para satisfacer las necesidades más inmediatas de los desplazados, inicialmente funcionó el denominado Servicio de Emigración de los Republicanos Españoles (SERE) que se encargaba de repartir a los recién llegados unos tres pesos diarios por persona, pero la cosa cambió cuando en el puerto de Tampico recaló el "Vita" con un magnífico tesoro que fue controlado por la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), la otra organización creada en el exilio para este fin, que reemplazó al SERE y en la que no colaboraban ni el PCE ni el PNV.

La situación mejoró desde ese momento, aunque más para unos que para otros. Así, en enero de 1941, un grupo de inmigrados presentó una queja ante el presidente Manuel Ávila Camacho, sucesor de Lázaro Cárdenas -cuyo nombre siempre evoca la palabra agradecimiento-. En aquella denuncia se manifestaba el escándalo de una parte de la comunidad española ante la ostentación de que hacían gala los más próximos a Indalecio Prieto, quien frecuentaba los locales más lujosos luciendo un flamante Cadillac, cuando dentro de su mismo partido los que no estaban en su cuerda pasaban hambre.

Pero a lo que parece no hubo manera de que esta diferencia desapareciese, puesto que en el Congreso del PSOE celebrado en Toulouse en 1950 todavía se pudo escuchar un informe presentado por el exdiputado Juan Sapiña y el dirigente e ingeniero cordobés Máximo Muñoz, publicado después en el periódico mejicano Excelsior, donde insistieron en denunciar las grandes fortunas que habían amasado don "Inda" y los suyos mientras muchos militantes tenían que buscarse la vida como podían. Una osadía que les costó a los dos críticos un expediente y la expulsión del partido.

Con todo, el tesoro del "Vita" sirvió para llevar hasta México a unos ocho o diez mil refugiados; comprar extensos terrenos en el estado de Chihuahua, donde se instalaron granjas para que pudieran trabajar algunas familias, que acabaron vendiendo para trasladarse a otros puntos del país, y también para instalar fábricas ayudadas por la constitución de una financiera hispano-mexicana.

Porque, aunque la manipulación de nuestra historia haga que nos parezca extraño, también hubo banqueros republicanos en el exilio, y algunos retomaron su actividad ayudados por capitalistas mexicanos abriendo, por ejemplo el importante Banco de la Propiedad.

A la iniciativa de los exiliados se debieron también negocios de todo tipo, desde los pequeños comercios familiares que tocaron todos los ramos, a importantes empresas químicas, farmacéuticas, de metalurgia, o construcción como la Compañía El Águila, que diversificó su actividad a todo tipo de obras públicas o la Compañía Mexicana de Comercio Exterior, que fabricaba desde ron hasta la parafina que se quema en las lamparillas de iglesia, desarrollando un gran actividad de importación y exportación.

Pero la que ahora nos interesa es una fábrica de licores en cuyos puestos de dirección estuvieron conocidos socialistas asturianos haciéndola crecer hasta sumar una plantilla de más de doscientos trabajadores.

La Destilería Española fue una de las primeras industrias que plantearon los exiliados e inició su camino constituyéndose como una Sociedad de Responsabilidad Limitada (SRL) regulada por la Ley General de Sociedades Mercantiles, publicada en el Diario Oficial de la Federación Mexicana con fecha 4 de agosto de 1934. Esto quería decir que su capital estaba dividido en participaciones sociales aportadas por todos los socios, los cuales si venían mal dadas solo perdían lo invertido en el negocio y no tenían obligación de responder con su patrimonio personal, aunque después adoptó la forma de Sociedad Anónima.

En un catálogo de la destilería publicado en 1942, encontramos una oferta variada basada sobre todo en vinos de diferentes graduaciones inspirados en la producción internacional, ya que destinaba la mayor parte de su producción a la exportación a Estados Unidos: tipo moscatel superior; tipo Málaga superior; tipo Sauternes selecto; tipo Oporto Extra y el popular vino clarete de mesa "Condado". También los aperitivos "Premier" Aperital Selecto y el vermouth Tipo Torino "Raf" y otros licores de más enjundia como el anís seco "Camel" y la ginebra seca "Rey", que se anunciaba a la vez con su denominación inglesa "King" Dry Gin.

Eran tempos de angustia, pero a la vez de paz para la colonia española en México, mientras otros compatriotas que se habían quedado en Europa se veían ahora implicados en la Guerra Mundial. Una contienda que también cambió los hábitos industriales en los países implicados.

Una de estas medidas obligó en Estados Unidos a vender los licores embotellados, por lo que para mantener los costes la destilería se hizo con su propia fábrica de vidrios, capaz de asumir la demanda de su producción, y según escribió Carlos Martínez en su libro "Crónica de una emigración (La de los Republicanos Españoles en 1939)", acabó ampliándose para convertirse en la Fábrica Nacional de Vidrios incrementando su producción de un millón quinientas mil botellas en 1947 a treinta millones en 1952, contribuyendo de esta forma al proceso de industrialización de México.

La Destilería Española fue presidida por el abogado extremeño Juan Simeón Vidarte, que había sido vicesecretario general del PSOE durante la república y la guerra y mantuvo este puesto en la Comisión Ejecutiva formada en México. Por otra parte, allí trabajaron también el expresidente del Consejo Soberano de Asturias y León, Belarmino Tomás, quien se había dedicado primero a vender alpargatas, y su yerno Rafael Fernández, que ejerció como contable después de haber sido pescadero y lavador de platos en el bar Cantábrico y mucho más tarde acabaría convirtiéndose en el primer presidente de la autonomía asturiana durante el periodo juancarlista.

También sabemos que pasó por la destilería Jesús Ibáñez, uno de los personajes habituales de estas Historias Heterodoxas. En su caso fue contratado como vigilante nocturno porque lo avalaba su fama de no arredrarse ante ningún peligro, pero en este caso pudo más el tirón libertario que conservaba desde su juventud que su militancia socialista y fue despedido cuando se descubrió que aprovechaba su puesto para regalar bebidas a los menesterosos que lo visitaban en su turno de trabajo.

Aunque la empresa estuvo dirigida por españoles, muchos de sus obreros fueron mexicanos y en alguna ocasión se produjeron roces motivados por las diferencias entre los hábitos de las dos comunidades. Como ejemplo, en el órgano de los socialistas exiliados "Adelante", que dirigía Manuel Alvar, se publicó el 1 de abril de 1944 una crónica firmada por Tomás Serantes en la que se daba cuenta de un incidente provocado cuando los naturales de país quisieron celebrar el Día de la Bandera, que había instaurado el presidente Lázaro Cárdenas en 1940.

Serantes era un ugetista ferrolano, trabajador de la industria de construcción naval vinculado a los asturianos porque durante la guerra civil había estado afiliado en la Agrupación de Gijón. En su escrito contaba como el personal mexicano que prestaba sus servicios en la destilería había solicitado permiso al jefe de personal, para poder conmemorar en la tarde del día 24 de febrero aquella fiesta obteniendo solo una respuesta negativa acompañada de malos modos.

El responsable del maltrato era Eduardo Pons, quien les había contestado de forma soez y poco correcta "que a él le tenía sin cuidado la veneración que ellos sentían por su bandera y que, por lo tanto, en la fábrica se trabajaría como de costumbre".

El sindicalista gallego manifestó su indignación enfrentándose al jefe de personal acusándolo de ser un anarquista de nuevo cuño que jamás podría comprender un sentimiento patriótico y anteponía tres horas y media de jornales a los millones amasados a costa del sudor y de las privaciones de aquellos trabajadores.

Lo curioso fue que Tomás Serantes fue despedido momentos después de este incidente, pero no se le negó la libertad de contarlo en la prensa socialista, lo que indica que los directivos de la licorería constituían un grupo que actuaba independientemente del partido.

La Destilería Española murió entre deudas y todavía encontramos su nombre incluido en un listado de multados por contrabando y morosos que publicó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público mexicana el 28 de diciembre de 1963 adeudando al Estado 55.950,51 pesos, pero mientras funcionó, y al margen de sus contradicciones, sacó de apuros a muchos exiliados españoles.

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