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Un pueblo entero para aislarse

Elisa Álvarez es la única vecina que, aunque con su familia pendiente, pasa el confinamiento en El Quempu, en Lena: "Toy prepará pa todo"

Elisa Álvarez, en la cocina de su casa de El Quempu.

Escuchar a Elisa Álvarez en estos tiempos es medicina pura contra la incertidumbre: "Esto del coronavirus va a pasar, hombre. Ya tenemos pasao por cosas peores. Hay que esperar a que se muera el bicho para poder salir, y ya tá".

Ella, 69 años y salud de hierro, es una de las más aisladas de Asturias: la única habitante durante el confinamiento en El Quempu, una localidad en la vertiente lenense del parque natural de las Ubiñas-La Mesa. Los vecinos más próximos están a unos dos kilómetros, en Tuiza de Abajo. La acompañan a diario la televisión, la huerta, "las pitas" y sus labores de costura. También, manteniendo las distancias de seguridad y las normas del decreto por el Estado de Alarma, la visitan prácticamente a diario miembros de su familia o ganaderos que pasan por el pueblo para atender a los animales: "Están muy pendientes de mí, pero no hace falta. Aquí tamos acostumbraos a cualquier peripecia que pueda haber. Toy prepará pa todo".

Solo hace falta echar un vistazo a la despensa y al arcón: "Tengo reservas que me quedaron del invierno". Leche que compró de sobra, ya antes del confinamiento. Harina, que en esa casa nunca falta, porque ella se hace el pan a diario: "Aquí no llega el panadero. Ni ahora, ni nunca". Dicen, además, que tiene buena mano para la repostería: sus galletas de nata son prácticamente insuperables. Y todo lo que sacó de la huerta: "A ver, si necesitara algo me lo subiría rápido alguien de la familia. Pero ya te digo que poca cosa me hace falta aquí".

Quizás un poco de compañía. Normalmente, en el pueblo de El Quempu viven otras dos mujeres -las dos mayores de setenta años-. "A las dos compañeras las 'pilló' el aviso del Gobierno abajo, en la Pola. Y ya no pudieron subir. A mí me 'pilló' aquí y no quise bajar, estoy mejor aquí que en un piso encerrada, ¿nun te parece?", replica rotunda. Si echa de menos a sus familiares, descuelga el teléfono.

Las comunicaciones en el parque natural de las Ubiñas-La Mesa han generado polémica durante años. Curiosamente, según Elisa Álvarez, en las últimas semanas funcionan como nunca: "Quizás es porque hay menos gente aquí, porque muchos son vecinos de segundas viviendas y ahora no pueden venir a pasar el fin de semana. Debe de estar la red menos saturada. No falla ni el teléfono fijo ni la televisión". Los teléfonos móviles son otra historia. Solo hay cobertura en determinadas zonas del pueblo, como cerca de la ventana de la cocina de Elisa, y con algunas compañías.

A Elisa no le han hecho falta recomendaciones de psicólogos ni consejos de profesionales. Ella es ya una experta en el arte de no desistir por la soledad: "Lo importante ye tener algo que hacer siempre, quedarte parada pensando ye lo peor que se puede hacer cuando se está pasando por esto".

Una rutina

El despertador de Elisa suena siempre temprano. Enciende la cocina de carbón para caldear la casa y pone la olla a fuego lento. Luego va a atender a "las pitas". Amasa el pan y come "a una hora prudente". Por la tarde, un poco de televisión -"no mucho, porque como está la cosa tampoco apetece atender pa ella"- y alguna labor de costura con las gafas de ver. Se va a la cama pronto, "¿qué voy a hacer aquí sola hasta tarde?". Y coge el sueño como siempre. "Ni doy vueltas en la cama ni lo paso mal nunca, te lo digo de verdad, que ni un solo momento de aburrimiento tengo".

Manda un mensaje de ánimo a sus dos "compañeras". Las otras dos vecinas de El Quempu que pasan el confinamiento en la Pola: "Sé que lo estarán pasando peor que yo... en un piso, imagínate que vas a hacer todo el día". Y se despide de LA NUEVA ESPAÑA por teléfono, con la gracia que no pierde ni un momento: "Si ya me preguntaste todo, déjote. Voy a echar carbón a la cocina".

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