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DE LO NUESTRO | HISTORIAS HETERODOXAS

La reacción de Antón Saavedra

Las ocupaciones de los locales de UGT y Casas del Pueblo del PSOE en Mieres y Sama, y la trifulca policial en el desalojo mierense en 1977

La reacción de Antón Saavedra

Cuando oigo hablar de la "nueva normalidad" después del confinamiento mis neuronas me remiten automáticamente a los últimos años del franquismo. Los mayores también se referían entonces a la época anterior a la guerra civil como "tiempos normales" y suponían que el camino hacia el progreso, roto por la contienda y la dictadura, iba a retomarse con rapidez y sin traumas tras la muerte del general. No fue así exactamente porque el cambio se hizo aplicando la famosa frase que pronuncia uno de los protagonistas de la novela Il Gattopardo: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". Y de esta manera, las mismas instituciones y apellidos que antes controlaban España siguieron haciéndolo después.

Este lavado de cara se hizo en el mundo sindical creando el 8 de octubre de 1976 la llamada Administración Institucional de Servicios Socioprofesionales (AISS) para recibir a los cuadros de la estructura vertical y obligatoria que funcionaba desde 1940 siguiendo el manual de estilo del fascismo italiano. Así, el 30 de marzo de 1977, el Pleno de las Cortes aprobó un Decreto-Ley reconociendo la libertad de asociación en los sindicatos que acabó con una Organización Sindical Española ya muy debilitada por la infiltración de militantes de izquierda.

El 28 de abril fueron legalizadas UGT, USO y CC OO. La CNT tuvo que esperar unos días y en el mismo año casi todos los partidos de extrema izquierda también decidieron tener sus propios apéndices sindicales, que se mantuvieron unos años con mayor o menor fortuna. La Organización Sindical Española pasó a la historia definitivamente el 6 de diciembre de 1977, pero la AISS mantuvo la propiedad de los edificios que habían sido incautados tras la guerra civil a los sindicatos históricos.

El 24 de enero 1978 el diario "El País" señalaba que en Asturias se daba el grado de afiliación más elevado de España, situado según las propias centrales por encima del 60%, un porcentaje superior a la media europea. La región tenía entonces 189.288 trabajadores repartidos en 4.269 empresas y Comisiones Obreras y UGT eran los sindicatos de mayor implantación, sobre todo en Ensidesa y Hunosa , aunque resulta difícil conocer cuales eran las cifras reales de afiliación porque todos exageraban sus datos como arma de propaganda.

El secretario general del Sindicato Regional de la Federación Minera de Comisiones Obreras, Manuel Nevado, afirmaba que su central contaba en Asturias con 75.000 carnés; Marcelino Álvarez, de la comisión ejecutiva regional de UGT, hablaba de 77.000 en la suya; Manuel Alonso, secretario general de USO aseguraba sumar aquí 18.500 afiliados; Francisco Rozas, secretario general del Sindicato Unitario reclamaba 10.500 y tanto Eduardo Prieto, secretario general de la CNT, como Valentín Muñiz, del secretariado regional de La CSUT, daban la cifra de 5.000 para las suyas.

Aunque todos tiraban por elevación, la realidad era que los trabajadores podían elegir ya a sus verdaderos representantes y la influencia de las diferentes organizaciones iba notándose en el mundo laboral. Todo había sido muy rápido, pero no gratuito, tanto que apenas unos meses atrás en la celebración del primero de mayo todavía se habían registrado incidentes con varios heridos graves y aún quedaba mucho por hacer. Por ejemplo recuperar el patrimonio y los inmuebles propiedad de los sindicatos históricos que el franquismo había requisado para su propia estructura.

Volvamos entonces al sábado 13 de agosto de 1977 para ver una de las primeras acciones que se registraron en esta lucha. Fue en Mieres, cuando un grupo de afiliados a UGT ocupó simbólicamente la Casa Sindical de Mieres para reivindicar su propiedad y devolverle su función original de Casa del Pueblo.

El edificio ya contaba en su historia con el precedente del 12 de marzo de 1965, cuando otra ocupación espontánea había sido el primer paso para el posterior asalto a la Comisaría de esta villa, pero en 1977 los motivos de la movilización eran diferentes y se enmarcaron en una campaña convocada a nivel nacional.

Es imposible rastrear los hechos por la prensa porque fueron silenciados, de manera que lo que viene a continuación está escrito gracias al testimonio de dos de sus protagonistas: Celso Fernández Martínez y Antón Saavedra, pioneros en la recuperación de aquella UGT de la transición, cuando las cifras que he citado antes eran aún ciencia ficción y todos los afiliados al sindicato podían reunirse en una misma sala.

La única diferencia entre el recuerdo que los dos guardan de aquel día está en su origen: para Antón todo partió de una reunión del Comité Ejecutivo Regional que decidió declararse en Asamblea permanente, mientras Celso mantiene que la propuesta se hizo en los locales que el PSOE tenía entonces al final de la calle Manuel Llaneza de Mieres y quienes participaron fueron voluntarios. Después ambos coinciden ya en el relato de lo sucedido.

A las cinco de la tarde de aquel sábado la ocupación ya estaba en marcha y los socialistas aprovecharon su tiempo recorriendo los locales encontrándose con que allí estaban guardados muchos de los pasquines y panfletos que se distribuían con abundancia en aquella época, también había documentación anterior a la guerra civil y entre otras curiosidades una pequeña cajita barnizada que contenía en su interior, cuidadosamente expuestas sobre un tapete azul, las insignias doradas con que el sindicato vertical honraba los méritos de sus afiliados.

Alguien bromeó con el hallazgo llamándolo "oro del pueblo" y por seguir la chanza Celso se asomó a una ventana para mostrarlo a quienes se habían reunido frente al edificio esperando noticias. Entonces llegó la anécdota cuando en un descuido la caja volcó su contenido sobre la calle provocando el desconcierto de los curiosos que se apresuraron a repartirse el falso tesorillo.

Luego la ocupación siguió sin más novedades que los dos avisos que envió durante la noche la Policía Armada antes de decidirse a intervenir y. finalmente, sobre las nueve de la mañana, cuando ya se estaba montando el mercado dominical de Mieres, se procedió al desalojo haciendo pasar a los socialistas entre un pasillo de "grises" que descargaron sus toletes sobre los que iban saliendo.

Hasta que le tocó el turno a Antón Saavedra, quien en vez de amilanarse sorprendió a los agresores repartiendo puñetazos y empujones mandando al suelo a varios uniformados, lo que creó un desconcierto que fue aprovechado por los ugetistas para poner pies en polvorosa sin que hubiese ninguna detención.

Después, un pequeño grupo subió hasta Rozamayor donde se celebraba la Fiesta de los Felechos para esperar hasta la tarde y repetir el intento, pero ya les resultó imposible. Sin embargo, pocos días más tarde se produjo una segunda ocupación, esta vez en la Casa del Pueblo de Sama, que se solucionó sin intervención policial y con una llamada del Gobernador Civil de Asturias, el centrista José Aparicio Calvo, quien recibió con rapidez a una delegación de los encerrados comprometiéndose a permitir desde aquel momento el uso permanente de los locales por los trabajadores.

El 26 de mayo 1979 volvieron a producirse ocupaciones para exigir la devolución de los locales de la AISS. En esta ocasión fueron programadas por el Comité Confederal de UGT apoyado por el PSOE, que sumó a la campaña numerosos cargos públicos impidiendo de esta forma la represión policial, aunque en algunos lugares varios alcaldes y diputados sí fueron desalojados por la policía sin emplear la violencia.

En Asturias, los trabajadores socialistas volvieron a entrar en las Casas del Pueblo de Mieres y Langreo. En la primera estuvo presente Luis Gómez Llorente, entonces vicepresidente segundo del Congreso, y en la segunda participó el alcalde de la localidad. Lógicamente en esta ocasión todos pudieron salir sin dificultades.

Actualmente ni Celso Fernández Martínez ni Antón Saavedra mantienen su militancia. Celso siempre ha sido un hombre divertido y generoso que dedica ahora su tiempo a procurar la alegría de los demás. Por su parte, Antón, secretario general de la Federación Estatal de Mineros de UGT entre 1976 y 1989, fue nombrado vicepresidente de la Internacional de Mineros en 1978 y ha tenido desde entonces un largo currículo político y sindical. Su infatigable actividad se ha visto acompañada con la publicación de varios libros de denuncia que lo convierten en el referente crítico indispensable para conocer los entresijos del proceso de reconversión que ha acabado con nuestra minería.

Quienes tenemos la suerte de conocerlo sabemos de la vehemencia con que siempre ha defendido sus planteamientos aun a riesgo de su propia salud. Afortunadamente para todos, su corazón es tan grande como él y encaja bien los golpes.

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