Hay que empezar siempre con la buena noticia. Aquí está: en 2013, nació Morán Berries. Una empresa familiar -formada por José Luis (padre) y Samuel y Rodrigo Morán (hijos)- que convirtió dos hectáreas de monte olvidado en plantaciones de distintas variedades de arándanos. Con mucho tesón y trabajo, fueron creciendo en un monte de Tellego (entre los municipios de Ribera de Arriba y Morcín).

Ahora, la mala: este verano, los pájaros atacaron una de las plantaciones y redujeron la cosecha de 2.100 a 700 kilos. "Los que apostamos por el medio rural necesitamos un respaldo", señala Samuel Morán. Un apoyo que no han encontrado, hasta ahora, en el Principado. La única solución posible es que los pájaros que atacaron la plantación se consideren especie cinegética y el coto tenga que indemnizarlos.

"Esto que ves aquí, es trabajo de todo un año". Lo dice Samuel Morán tras abrir la portilla que da acceso a una de las plantaciones. Miles de arbustos, como un ejército de arandaneros bien formado. Hay que caminar un poco para llegar a la zona en la que los pájaros "se pusieron las botas": "En esta parcela fue; de 2.100 kilos de producción el año pasado pasamos a 700 en esta cosecha. Fue tremendo". No saben a qué pudo deberse ese ataque masivo de los pájaros, aunque pudo estar relacionado con el confinamiento por la crisis sanitaria del covid-19. "Otros años habíamos tenido algún daño de pájaros, pero nada parecido", destaca Morán.

Ya venían de otro año difícil. La avispa asiática, en 2019, terminó con cerca de 1.000 kilos de arándanos de Morán Berries. "Las fuimos controlando con trampas que poníamos nosotros", explica Samuel. Y también lo intentaron con los pájaros: primero, un sistema que reproducía cantos de halcones. No funcionó. Tampoco una cometa con forma de halcón. Lo que sí tuvo más resultado fue la instalación de una bombona que reproducía estruendos, similares a un disparo. Pero era muy molesto para los vecinos y los responsables de Morán Berries lo retiraron.

"Con la bombona parece que aflojaron y, poco a poco, nos dejaron tranquilos", explica Morán. De momento. Aunque el saldo es ya muy negativo: "La mayoría de los arándanos que comieron son de la variedad 'Duke'. Nuestra joya, los más apreciados por los compradores", señala. También plantan "Centra Blue", "Aurora", "Ochockonee", "Chandler", "Liberty" y "Legacy". Todas las variedades son ecológicas y cuentan con licencias, como si de un programa informático se tratara.

No ha sido fácil llegar hasta donde están. Los números que ofrecen las instituciones, sobre el papel, no cuadran cuando una empresa del medio rural se pone en marcha. Y cuando todo parecía ir bien, llegó el golpe de este verano. "Solo con la plantación de 'Duke' cubrimos los gastos. Ahora tendremos que mirar bien las cuentas a finales de año, y si pasamos por otra situación similar, estaremos en aprietos".

Si ellos apuestan por lo ecológico, por hacer del monte un lugar cuidado, quieren una respuesta de las administraciones que esté a la altura. Hasta ahora, la intervención del Principado se ha limitado a una visita de técnicos a la zona que determinaron que las aves que se dieron "el atracón" eran ejemplares de tordo y zorzal común.

Samuel sigue caminando por la plantación. "Cuando llegamos aquí, todo esto que ahora se ve sembrado era monte. Estaba totalmente abandonado". De hecho, uno de los caminos del entorno está cerrado por la maleza y los jabalíes bajan a menudo hasta las instalaciones de Morán Berries. Aunque la empresa empezó a funcionar oficialmente en 2013, el año anterior lo dedicaron a adecentar las tierras y a dejarlas listas para las plantaciones. No las cubren con plásticos porque no se consideran "dueños" de la naturaleza y porque apuestan por un método ecológico al 100 por ciento.

"Si no quieren que el mundo rural se pierda, tendrán que echarnos una mano a los que luchamos por conservarlo". Solo con el ataque de los pájaros, sin contar con la crisis del covid-19 y otros imprevistos que puedan surgir, el balance de la empresa a final de año se resentirá mucho. Son 1.400 kilos de arándanos perdidos, con un precio de venta al público de ocho euros el kilo. Y hay que sumar los días perdidos de cosecha, en los que no pudieron recolectar porque los pájaros llenaban la siembra, las jornadas y el tiempo perdido.