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Köhler: "Se trató igual al carbón, sin futuro, que a la siderurgia, que sí lo tenía"

El sociólogo analizó los efectos de 30 años de severa crisis: "La juventud asume que si quiere una carrera profesional debe emigrar"

Holm Detlev Köhler. JUAN PLAZA

Asturias lleva desde finales de la década de los ochenta sumida en un oneroso proceso de desindustrialización que ha terminado por aturdir a una sociedad bombardeada por narrativas no siempre pertinentes. La glorificación de un pasado idealizado y el porfiado empeño en ligar el futuro fabril de la región al sentenciado carbón ha empujado a la región a sufrir "una severa crisis industrial de más de treinta años". Así lo percibe Holm-Detlev Köhler.

El reconocido catedrático de Sociología del Trabajo de la Universidad de Oviedo diseccionó en Mieres, en el marco de las jornadas "Memoria, historia e identidad en contextos de desindustrialización", la debilitante mutación del antaño fornido sector manufacturero de Asturias.

El contexto: "En 1955, cuando Asturias alcanzó su pico en el liderazgo industrial a nivel nacional, había en la región 143.000 trabajadores fabriles. En 1985, ya en pleno proceso de reconversión, el recuento había descendido hasta las 100.000 personas, algo más de 21.000 en Hunosa y más o menos la misma cantidad en Ensidesa. Por entonces aún no se percibía el proceso de desindustrialización. Una década más tarde, la industria asturiana aún daba empleo a 67.000 personas, 25.000 de ellas en empresas públicas, aunque Ensidesa ya había iniciado el proceso de privatización. Hoy en día quedan 55.000 trabajadores industriales, el 18 por ciento de la población ocupada, un dato ligeramente por encima de la media nacional, pero ya en el marco de una economía tremendamente tercializada, con 300.000 contratos en el sector servicios. En Arcelor, antigua Ensidesa, quedan alrededor de 5.000 empleados y en Hunosa permanecen 750 mineros".

La crisis de los noventa: "Fue un periodo dramático para la población, ya que hubo que darse cuenta de que la desindustrialización era un proceso aparentemente irreversible. Hasta entonces, había dominado una actitud de defensa de la producción. En Asturias se había vivido la transición política con la idea de que se aproximaban tiempos buenos, con una economía social, con buen empleo protegido y organizado por un sector público guiado por gobiernos socialistas. Desde mediados de los ochenta, con el PSOE gobernando en Madrid y en Asturias, se dieron cuenta de que no iban a disfrutar de una economía social, pública e industrial, sino de una economía que se iba a incorporar de una manera dramática y dura a la economía capitalista internacional, privatizada y dirigida por las reglas de la competitividad del mercado.

La percepción: "El proceso de reindustrialización pasó a ser percibido, ya no como una etapa de reestructuración o transición, sino como una crisis severa. Esa percepción que se generó a principios de los noventa dura hasta nuestros días. Asturias vive en una crisis industrial severa de más de 30 años".

El predominio del carbón: "En los noventa, pese a que la siderurgia tenía un mayor peso social y económico, en el discurso público se estableció un claro dominio del carbón. Se difundió la imagen de que Asturias iba del oro negro al futuro negro. También había cierres en los astilleros, en el textil y en la siderurgia, pero en general dominó el carbón. Fue, a mi entender, una proyección distorsionada y problemática que provocó una actitud hacia el declive industrial apoyada en el planteamiento de tratar a todos los sectores en conjunto, bajo la misma idea de intentar alargar y aminorar el cierre a cambio de prejubilaciones, que fueron el instrumento principal de contraprestación".

A la estela de unas minas sin futuro: "No se luchó por una reconversión de las empresas para adaptarlas a un futuro mejorado y renovado. Para el carbón tenía sentido, ya que el sector no tenía futuro, pero la siderurgia y los astilleros sí que tenían futuro, siempre que asumieran una nueva organización y racionalización de la producción adaptada a las demandas de la competencia internacional. Pero se trató a todos los sectores por igual, siguiendo la estela del carbón, que debería haber sido la excepción y no la regla. Esto contribuyó a políticas muy equivocadas de gestión del declive. Llegaron las prejubilaciones, con un tremendo impacto sobre la propia cultura de los territorios industriales. El contexto incluye un proceso de éxodo rural y desagrarización. Las muy generosas prejubilaciones se presentaron como el gran logro de las luchas mineras y se abrió una brecha entre la imagen de Asturias como una región industrial y la nueva realidad de un territorio cada vez más envejecido y con poca población activa productiva. También arrancaron los procesos de privatización del resto de sectores, que se vieron abocados a seguir ese camino para no cerrar".

El discurso victimista: "En los discursos de aquellos años noventa se construyó una Asturias en el papel de víctima de fuerzas externas, bajo una narrativa derrotista que asumía que nada se podía hacer contra esas grandes fuerzas y el abandono del Estado. Esto se combinó con el planteamiento de la existencia de una deuda histórica con la región, que tras la Guerra Civil se había tenido que convertir en la gran reserva energética de toda España. Se percibía falta de gratitud frente a ese sacrificio asturiano. Se seguía defendiendo el carbón como un sector estratégico para garantizar el autoabastecimiento energético nacional, algo absurdo desde un punto de vista de la economía racional. Si la economía española hubiera dependido una vez más del carbón asturiano, se hubiera convertido en una economía totalmente desastrosa y tercermundista".

Una visión distorsionada. "El pasado industrial fue glorificado. Se empezó a hablar de la riqueza que se había generado, de lo estupendo que había sido todo, de los cines y de las fiestas. Se olvidó lo penoso de la actividad en muchos aspectos de la vida. Este discurso dificultó la búsqueda de alternativas reales más allá de recibir ayudas y jubilaciones".

Sin futuro para la juventud. "La idea de la crisis irreversible sigue en pie, pero de una manera ya dramática. El dominio del carbón ha cedido, convirtiéndose en pasado. Lo que se vive ahora son cierres de factorías de tamaño medio, propiedad de multinacionales, con 200 o 400 empleados. Ese es el actual tejido industrial asturiano, una región acostumbrada a los cierres decretados desde muy lejos. La juventud ha aceptado que aquí no hay futuro y que lo único que puede esperar es lograr una buena educación, pero si tiene ambiciones de desarrollar una carrera profesional debe emigrar. La juventud ya no lucha por el futuro de Asturias, si no por su propio futuro, buscan salidas fuera. La envejecida Asturias ha asumido que el pasado industrial se ha convertido en patrimonio industrial, en una paisaje museístico".

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