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De lo nuestro | Historias Heterodoxas

El Cristo del mercurio

Las procesiones hasta la mina de cinabrio celebradas en La Peña

Magdalena Alperi vive desde años cerca del mar, rodeada de libros y cuadros y envuelta por los recuerdos de Mieres y de su hermano Víctor, nuestro recordado escritor. Nos vemos porque quiere hablarme sobre el Cristo de la Peña, cuya fotografía contempla la conversación desde un lugar privilegiado de la sala. Magdalena me cuenta que unas humedades afectan al templo que lo guarda, pero luego la charla va por otros caminos: miramos fotos antiguas y me muestra su colección de tratados de cocina, la pasión que la ha acompañado desde que siendo niña se atrevió a hacer su primer postre sorprendiendo a sus mayores.

Entonces nadie podía adivinar que se iba a convertir en una experta en gastronomía, con numerosas publicaciones sobre el tema y que más de mil alumnos y alumnas iban a recibir sus clases en la Universidad Popular de Gijón.

Ya en mi casa, llamo a don Miguel, el párroco responsable de la iglesia de La Peña, y le pregunto sobre el asunto: al parecer se trata de unas filtraciones que llegan desde el vecino parque infantil a las instalaciones anexas al templo, que han servido tradicionalmente como lugar de reunión para muchas de las iniciativas de la zona: la Asociación Vecinal “Mercurio”, una coral, la Asociación de Alcohólicos Anónimos de Mieres, o Cáritas, pero el asunto parece estar ya en vías de solución, así que puedo dedicar esta página a contarles la curiosa historia de este Cristo, cuya devoción se viene manteniendo en La Peña desde hace muchas generaciones.

Se ha escrito que la imagen y la capilla que la albergó en su origen las mandaron hacer en cumplimiento de una promesa los Bernaldo de Quirós, quienes habitaron la casona de La Corra Grande, y que sirvió para su culto particular, pero un apunte realizado en 1670 en un libro de fábrica no deja lugar a duda sobre quién encargó y costeó realmente las dos obras:

“Yo, el licenciado Marcos Álvarez, cura de la parroquia de Santa María Magdalena de la Rebollada, concejo de Lena, fundador que soy de la ermita del Santo Cristo de La Peña, la cual he hecho a mi costa y expensas con licencia del señor Ordinario de este Obispado, y de mismo la imagen, ornamentos y más cosas que tiene dicha ermita…”.

Además siempre tuvo estuvo abierta al culto público y aunque los Bernaldo de Quirós contribuyesen a su mantenimiento no la tuvieron bajo su responsabilidad, como lo prueba el hecho de que ya en 1891 Andrés Álvarez, heredero del párroco fundador, fuese advertido bajo pena de excomunión mayor para que repusiese todos los ornamentos necesarios para celebrar la misa que faltaban de la ermita.

La capilla estaba a orillas del río Miñera y por ello soportó varias inundaciones, especialmente tras los inicios de la actividad minera. En 1949 un desbordamiento causado por la acumulación de estériles la arruinó y en 1954 otra riada la hizo desaparecer definitivamente. Cirino Hevia la definió gráficamente: “era más que ermita, una urna, y al Cristo casi se le quedaron los brazos cortos para acariciar su Cruz, temeroso de taladrar con sus brazos y manos sangrantes las sencillas paredes laterales”.

El Cristo, según contó precisamente Víctor Alperi, aún tuvo peor suerte y en torno a 1860, se fragmentó al caer al suelo, cuando era llevado en procesión hasta la mina de cinabrio que ya estaba llenando de vida y también de muerte a La Peña. Entonces se encargó uno nuevo recreando al antiguo y en esta ocasión sí parece que fueron los Bernaldo de Quirós quienes lo pagaron e incluso se ha dicho que uno de ellos lo talló con sus manos, aunque lo más probable es que se encargase a un artesano local.

Estéticamente, está claro que se mantuvieron los cánones del siglo XVII, aunque sin demasiada maestría, pero si nos fijamos en detalles como el diseño de su estómago, veremos que se parece mucho al Cristo de la iglesia de la Corte en Oviedo, por lo que el crucificado original del que se copió la nueva imagen, pudo haber salido de la escuela del escultor Antonio de Borja. Unos versos de Benxa lo describieron así: Con las llagas sangrantes y corona en la greña / los miembros distendidos y las palmas clavadas / nos muestra tan oscuras las carnes torturadas / que es casi un Cristo negro el Cristo de La Peña.

En el interior de la capilla acompañaban al Crucificado la Virgen de los Dolores, Santa Ana y un San Luis, que al parecer estaba tocando el tambor, aunque no he podido comprobar este dato que sería muy curioso. Cuando la construcción quedó inservible, las tallas fueron trasladadas a las escuelas de La Caseta y allí un fuego fortuito afectó a la imagen del Cristo. En 1981 la maestra Veneranda Fernández Solana, quien tenía entonces 95 años, fue entrevistada por Vicente Álvarez Bouza y le contó como el Cristo fue restaurado por los talleres de Arte Granda en Madrid y después depositado en la parroquia de San Juan, hasta donde los vecinos de La Peña, que abonaron la reparación, tuvieron que bajar manifestándose para reclamarla y poder devolverla en procesión hasta su origen.

Iconoclastas

También superó el Cristo la amenaza iconoclasta. Rodrigo Huerta Migoya afirma que en octubre de 1934 fue escondida en casa de un vecino y después este se salvó milagrosamente de una situación peligrosa, por lo que llegó a afirmar públicamente: ''Yo le salvé a Él, y Él me salvó a mí''. Y el cronista de La Peña José Antonio García escribió que una tarde de 1936 un grupo de jóvenes llegados de otra zona intentó quemar la imagen y fueron alejados a punta de navaja por un vecino llamado Eliseo Gutiérrez. Al parecer, después de la guerra civil este hombre fue acusado de ser enlace de la guerrilla y el recuerdo de aquel gesto sirvió para evitar que lo fusilasen.

Tras la reorganización parroquial decretada en 1959, se construyó la iglesia dedicada al Santísimo Cristo de La Peña que podemos ver actualmente. José María Pellanes y Víctor Alperi dieron en el álbum de Fiestas de 1962 todos los detalles sobre la construcción y decoración del nuevo templo levantado según el proyecto del arquitecto municipal Luis Cuesta Rodríguez, quien una década más tarde se iba a encargar también del grandioso convento de los PP. Pasionistas de la villa.

El dominico Domingo Iturgaiz, que había finalizado en 1958 las vidrieras de la Virgen del Camino, en León se encargó de hacer las que adornan aquí la fachada y la pared sur. Iturgaiz fue un artista que se caracterizó por interpretar la tradición cristiana más clásica empleando el lenguaje plástico más moderno que impulsaron el Concilio Vaticano II y Pablo VI. Después de repartir su obra por toda España, en 1995 dejó esta actividad para investigar la teoría del arte religioso y se convirtió en uno de los especialistas más destacados en iconografía cristiana.

En el interior también trabajaron, entre otros, tres prestigiosos artistas: Victorio Manchón, Anselmo Solas y Juan López Piñeiro.

El pintor Victorio Manchón, nacido en Melilla, pero que residió en Piñeres desde 1959 hasta su fallecimiento diez años más tarde, realizó en el baptisterio un magnífico fresco del bautismo de Jesucristo, que fue restaurado después por nuestro inefable José Agustín Domínguez ''Tinso''.

Anselmo Solas, cuya obra puede verse también en la fachada del convento de los PP. Pasionistas, talló una imagen de la Virgen, muy pesada y de gran tamaño, en madera oscura para seguir así la estética del Cristo.

Por último, el orfebre Juan López Piñeiro, formado en los talleres de Arte Sacro de Madrid y la Escuela de San Fernando de Cádiz, recibió el encargo de hacer el sagrario y un gran mosaico sobre temas evangélicos para una de las paredes laterales del templo que se consagró el día 2 de Septiembre de 1962.

Su primer párroco fue el recordado Don Nicolás Felgueroso Sánchez, un sacerdote progresista, que había conocido el ambiente de las barriadas obreras en Figaredo antes de ser coadjutor en San Juan de Mieres. Él impulsó las obras sociales y el proyecto de las cuarenta y tres viviendas que vinieron a completar en la zona a los dos bloques que había construido la empresa Astur Belga.

Una placa colocada por iniciativa de su amigo Sabino Álvarez Pazos guarda su memoria a un lado de la entrada principal de la iglesia; en el otro lado puede verse otra escultura de piedra artificial con un retrato en bronce del alcalde Vital Álvarez Buylla, obra de José Manuel Félix Magdalena, colocado en 1985 por suscripción popular. La Peña recuerda así a sus benefactores.

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