La tragedia estuvo ha estado a punto de alcanzar a un cicloturista que transitaba por el Corredor del Aller ( AS-253) entre las localidades de Vega y Levinco. El deportista, un exminero reconvertido en cicloturista habitual, realizaba su paseo matinal desde Caborana hasta Cuevas de Felechosa cuando, de pronto se vio sorprendido por un “ensordecedor” ruido que inicialmente le recordó “al de voladuras de la mina”. Casi instintivamente observó como desde el frente de la calzada salían despedidos numerosos fragmentos de rocas de considerable tamaño, llegando algunas hasta el asfalto, a muy pocos metros del ciclista.

A. C. tuvo que ponerse de pie sobre la bicicleta para acelerar la marcha y evitar el desprendimiento a toda velocidad. Los testigos afirman que el suceso le pudo costar la vida. “Me libre de casi tres décadas como minero y ahora, haciendo deporte y disfrutando del paisaje, estuve a punto de no poder contarlo”, señala el propio protagonista. Y añade. “Mi salvación fueron los reflejos que, unido a mi estado de forma y manejando de una buena bicicleta”. Con todo, el deportista mantiene el buen humor tras el susto. Afirma que no tuvo más remedio que desoír las limitaciones de velocidad que imponen las señales: “Yo creo que dejé en mal lugar a los mejores velocistas profesionales, ya que ellos pedalean buscando la linea de meta y yo la de el sobreancho de la entrada a Levinco para distanciarme de los costeros que vi volar como si fueran hojas”.

En la zona se han instalado vallas metálica para intentar frenar los frecuentes desprendimientos de tierra y roca que genera el instable talud.