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José Luis pastrana | Ingeniero y escritor langreano

“Mis novelas son de intriga industrial; los problemas de las fábricas son la trama”

“Son libros peculiares porque no hay muchos relatos que tengan por objeto la vida profesional de los ingenieros”

José Luis Pastrana, con sus dos libros.

El ingeniero y escritor langreano José Luis Pastrana publicó la pasada primavera su primera novela, “Cuarenta estaciones”, que narra las peripecias de un ingeniero industrial durante sus primeros años de trayectoria profesional, en el mundo de la cerámica, el vidrio y el metal. Recientemente sacó a la luz la segunda parte, “Fin de trayecto”, que cierra el círculo sobre las andanzas vitales y profesionales del protagonista.

–Para su primera incursión en la creación literaria ha utilizado a un ingeniero como protagonista, algo poco habitual.

–Estas novelas son peculiares porque no hay, que yo sepa, un gran historial literario sobre narraciones que tengan por objeto la vida profesional de los ingenieros. Yo al menos no conozco ninguna y algunos críticos que han analizado los libros que he escrito tampoco la conocen. Es algo poco visto. Puede asustar un poco al principio, pero luego la gente lo lee y lo entiende perfectamente.

–Usted es ingeniero, ¿es el protagonista su álter ego?–

Todos tenemos tendencia a hablar de aquello que dominamos y yo, en base a experiencias personales, vi que podía tener interés para el lector, que no tenga ninguna formación en ciencia ni en técnica, una narración sobre las peripecias profesionales de un ingeniero. Que está basada no únicamente en cuestiones técnicas sino también en cuestiones humanas. Al final la ingeniería la hacemos personas. Y, cuando trabajamos en explotación de fábricas y estamos rodeados por gente con todo tipo de formación, en el desarrollo diario de la profesión se dan circunstancias de lo más simpáticas e incluso kafkianas. Igual que le pasa a cada uno en su trabajo. En su momento tuvieron mucha fama las novelas sobre médicos, corredores de bolsa o sobre detectives. Y a mí me pareció que podía resultar interesante narrar las peripecias en el día a día de un ingeniero. Haciendo especial hincapié, sin dejar de lado lo técnico, en las relaciones humanas que se viven en el interior de una empresa.

–¿Ayuda todo eso a que el lector se familiarice con todo lo que rodea a la actividad habitual de un ingeniero?

–Que el protagonista sea un ingeniero te familiariza con ese mundo. En una novela con un médico protagonista, si está bien escrita, te enteras, aunque no entre en grandísimas profundidades, de cierto tipo de enfermedades. Tienen su carga científica, pero también su carga humana. Las relaciones entre los trabajadores del hospital, los celos, las envidias. Los jefes comprensivos, los tiránicos, el que sabe, el que no sabe y se atecha bajo los demás… y eso pasa en todas las profesiones

–Define la trama de sus libros como intriga industrial.

–Muchos de los lectores me dicen que la lectura de las novelas les engancha. Los capítulos son cortos. Yo no uso el truco de dejar el capítulo abierto para que induzca a leer el siguiente. Cada capítulo tiene personalidad propia, pero los lectores me dicen que siempre quieren leer un capítulo más. Y no es porque haya que resolver un enigma a lo largo de la novela. Simplemente a los lectores les interesa. No se trata tanto de una intriga por resolver un misterio sino de resolver los problemas que se van presentando en el día a día.

–¿Cuál ese entonces el eje que cohesiona esa trama?

–Lo que hace los despuntes es el paso del tiempo, simplemente. Es lo que une las cosas. Luego hay unos personajes principales que son muy llamativos. Algún jefe que es un puro caco, al que no sabes qué maldad se le va a ocurrir. Personajes inverosímiles con unas capacidades extraordinarias y otros que son un completo desastre. Una fábrica que funciona a la perfección y otra que genera un conflicto colectivo porque está al borde de la quiebra. Creo que, a nivel técnico y humano, es una muestra completa de la profesión de ingeniería industrial. Pero el hilo conductor es el paso del tiempo. La intriga nace de la vida cotidiana de la profesión. De decir, ¿y qué le pasará a este mañana? “Cuarenta estaciones” está dividido en tres partes: “Loza”, porque se refiere a la explotación de una fábrica de loza en Asturias; “Vidrio”, sobre una planta de vidrio en Valencia; y “Metal”, en una planta de transformación metálica en Asturias. También hay una parte que se desarrolla en México. Y el segundo volumen se divide en una parte sobre el metal y otras sobre energía, donde el protagonista pasa por una ingeniería que se dedica a la construcción llave en mano de plantas de generación eléctrica. Cada libro se puede leer independientemente.

–¿Se ha encontrado en su trayectoria profesional situaciones que superan la ficción?

–Pues a veces sí. Hay una nota del autor diciendo que los libros están basados en hechos reales, pero que han sido novelados. Y por lo tanto no se pueden considerar ni memorias ni una autobiografía. Pero mucho de lo que ahí se cuenta está basado en hechos reales. Y hay cosas bastante increíbles. Yo me he encontrado con auténticas pesadillas y me he encontrado con gente buenísima, con unos talentos extraordinarios.

–¿Da por cerrado el relato con este segundo libro o habrá una tercera parte?

–El segundo libro ya cierra el tema, no va a haber más de esta historia. Puedo decir con seguridad que habrá tercera parte. Yo voy a seguir escribiendo, pero no sobre ingeniería. Con estos dos libros doy por finiquitado el tema. No puedo avanzar la temática de lo que viene, pero el siguiente libro lo publicaré en febrero del año próximo. Ya está escrito y registrado y lo voy a enviar a edición a finales de este mes.

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