Los profesores de psicología de la Universidad de Oviedo, José Errasti y Marino Pérez, han escrito el libro del momento, “Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género”. El lunes la policía les pidió que concluyesen un acto en la Casa del Libro de Barcelona porque un grupo de manifestantes amenazaban con quemar la librería. Dentro había 100 personas que asistían a la presentación de la obra, crítica con la denominada ideología “queer”. Errasti y Pérez estarán hoy en la Casa de la Buelga de Ciaño (20.00 horas) en un acto organizado por la Universidad de Oviedo y el Ayuntamiento de Langreo, con la colaboración de la asociación “Cauce del Nalón” y de LA NUEVA ESPAÑA.

–¿Una repercusión inesperada?

–El libro ha provocado un fenómeno extremo por ambos lados. La mayoría son apoyos pero la respuesta contraria está siendo muy extrema en algunas ocasiones. Presentamos el libro sin problemas en Madrid, Málaga, Pamplona, Oviedo, Gijón o Avilés. Pero en Palma de Mallorca tuvimos que suspender un acto en la Universidad y luego presentar el libro custodiados por la policía.

–El lunes les ocurrió lo mismo en Barcelona.

–Tuvimos que suspender la presentación cuando quedaban cinco minutos. La policía nos dijo que la protesta en la calle había aumentado muchísimo y que estaban amenazando con quemar la librería. Habíamos valorado un acto en la universidad por la mañana pero inmediatamente lo descartamos. Sería quemar esfuerzo, policía y arriesgarnos a sufrir agresiones. No había ninguna posibilidad de que se nos permitiera hablar.

–¿La Universidad no debería ser un espacio crítico con las teorías imperantes en la sociedad?

–Debería ser el foro de debate y de máxima libertad de expresión, pero destaca por sus altos niveles de censura y por su política de cancelación. Y he de decir que la Universidad de Oviedo nos ha apoyado completamente. El acto que cancelamos en Palma lo hicimos en la Universidad de Oviedo, con la profesora mallorquina que iba a participar.

–¿A qué se debe esa oposición tan desaforada de los colectivos LGTBI+ a su libro?

–Es una oposición es de una irracionalidad inaudita. Es el movimiento más irracionalista de las últimas décadas. Se trata de la apología del subjetivismo y eso siempre está muy cercano a la violencia. Pero es que han planteado la posibilidad de quemar una librería con 100 personas dentro.

–Se supone que esos opositores a su obra y defensores de la ideología “queer” son progresistas de izquierdas.

–Es una parte de la izquierda. Nosotros somos personas de izquierdas de toda la vida, votantes de izquierdas y sigue habiendo una izquierda objetivista y un feminismo tradicional. Nosotros defendemos la naturaleza social del ser humano, no hablamos de esencias ni de almas. Hay otro grupo que se dice de izquierdas, que defiende todo lo que sea antisistema y que tenga aureola de vanguardia.

–¿Y ser “queer” no es vanguardia y antisistema?

–No. Su discurso es completamente neoliberal, pone la subjetividad por encima de cualquier otra cosa. Han comprado el discurso del gran capital. Hay grandes empresas que no permiten que sus empleados estén sindicados pero tienen políticas de apoyo a la transición y la persona puede ser nombrada con el nombre que elija. Es una revolución de pacotilla. Que no se me permita sindicarme pero sí llamarme María en vez de José. Se entretiene a la juventud con revoluciones de pacotilla, narcisistas. A los jóvenes les fascina porque es hipernovedoso, pero son cantos de sirena con discursos fascinantes de pacotilla para mantenerles políticamente desactivados y mientras tanto Vox sigue creciendo, porque la izquierda no deja de marcarse goles en propia meta.

–Ustedes plantean el problema que puede generar esa defensa de la autodeterminación de género.

–Es que la gente no sabe el nivel de delirio de lo que se cuenta en las escuelas. Hay asociaciones transactivistas dando cursos en los colegios a niños de cinco o seis años en las que se plantea que había una niña que daba problemas porque se pintaba el bigote y jugaba al fútbol hasta que descubrió que no era María sino que era Daniel y con el cambio de género todo se arregla. Son cosas de ultraextrema derecha, el mayor sexismo que he visto en mi vida. Hoy mismo me ha llamado la madre de una niña. En el colegio le dijeron que jugar al fútbol era de niños y ella llegó a casa diciendo que era un niño, y nos tenemos que creer que está manifestando su esencia y empezar a medicarla con hormonas. No, es una niña a la que le gusta jugar al fútbol. Toda la vida hemos luchado por eliminar los estereotipos, que cada uno se vista como quiera y juegue a lo que quiera. A mi me gusta cocinar, los musicales de Broadway, no conduzco y no me gusta el deporte. Por eso no dejo de llamarme José y paso a ser María o pido que me pongan “no binario” en el DNI ni soy menos hombre que Schwarzenegger. Hay pavor entre la juventud a ser normal. Vemos al ministro de Consumo, Alberto Garzón, que cada Navidad hace una campaña contra los juegos sexistas y por otro lado su compañera Irene Montero, Ministra de Igualdad, financia a asociaciones que dicen que María en verdad es Daniel porque le gusta el fútbol.

–Pero sí hay personas trans.

–Sí. Hay casuística muy puntual de personas que desde el nacimiento rechazan los aspectos biológicos de su sexo y hay una ley que lo regula desde 2007. Es lógico que Bibiana Fernández tenga nombre de mujer en su DNI.