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Héctor Tuya | Músico, actúa hoy en Mieres
Héctor Tuya

“Lo peor que le puede pasar a un músico es vivir de la música”

“No tengo prisa por sacar discos, el exceso de producción suele partir de forzar la composición y eso resta veracidad”

Héctor Tuya con Víctor Manuel en un concierto en Luanco J. ROCES

Héctor Tuya, tipo con carisma, talento, pasado y futuro estará hoy en Mieres Centru Cultural (20.00 horas, entrada gratuita hasta completar el aforo) para presentar las canciones de su último proyecto “La extraña pareja”, un disco que va mucho más allá de las esas canciones y que verá la luz a lo largo de este año, aunque parte ya se conoce.

–¿Quién es Héctor Tuya?

-Una extraña pareja de polos opuestos con un par de diferencias en común, supongo. Es músico y productor, profesor y alumno, compañero de pupitre de sí mismo… ¿Qué se yo? Digamos que un guitarrista precoz metido a escritor de canciones que vive de la enseñanza de la música y el inglés.

–¿Después de recorrer el mundo ha encontrado que su lugar es el lugar donde nació?

–Soy hijo único, por eso se me hace inevitable desplegarme en dos, para tener alguien con quien hablar. Vivo en Oviedo porque estar cerca de mis padres es importante en este tramo de nuestras vidas. Lo contrario no le haría sentirse bien a ninguno de los dos. Pero sí, practico el vagabundeo en cuanto tengo ocasión. El desarraigo es fundamental para toda creación. Cuando entran en conflicto lo que uno es, lo que quiere ser y cómo los demás creen que eres, estás en un lío difícil de resolver victoriosamente. Eso ocurre en tu sitio de nacimiento. La gente que lleva viéndote años cree saber quién eres y uno corre el riesgo de creerles.

–¿Sigue teniendo la sensación de que siempre está debutando?

–Sí y no. Sí de cara al exterior. No cuando escucho lo que tocamos. Somos una banda madura de músicos expertos. La experiencia y el conocimiento o estudio conforman una “sabiduría” que no se adquiere por generación espontánea.

–Tardó 10 años en grabar su último disco, “La caja negra” publicada en 2017. Ya han pasado otros cinco años…

–No tardé diez años en grabarlo, sólo en decidirme a sacarlo. Entretanto hice más de veinte discos como productor. Mi obra no se circunscribe a “La Caja Negra” o lo que grabé con “Babylon Chat”, pero en este mundo tan individualista parece que no haces nada si le dedicas tiempo a proyectos de los demás. En su momento la producción no solo me pareció un ejercicio de escucha y, por tanto, de aprendizaje. Además era un modus vivendi. Me pareció sensato dedicarle energía a las grabaciones, puesto que éstas son más duraderas que la música en directo. Hoy en día, tal cual está todo, llegué a la conclusión de que lo peor que le puede pasar a un músico es vivir de la música. Debes renunciar a muchas cosas, incluido uno mismo. Este disco lleva grabado un par de años. No tengo prisa y el exceso de producción suele partir de forzar la composición. Esto le resta veracidad al resultado final. No hay tanto interesante que decir. Hablar demasiado pone en riesgo el interés de lo que dices.

–En “La extraña pareja” se une a José Errasti, profesor de psicología de la Universidad de Oviedo. Usted siempre se ha rodeado de personas con talento y sospecho que es por su afán de aprender.

–José Errasti se une solamente en una pareja de canciones de las cinco (parejas) que configuran el disco. Son extrañas por diversas cuestiones pero todas tienen algo en común, no son aleatorias ni rebuscadas. El encuentro con Errasti partió de intereses compartidos –la canción y su arquitectura, fundamentalmente– y se convirtió en amistad. A partir de ahí jugamos juntos y los resultados son “Por ahí” y “La Gallinita”. Me uno a gente con talento de manera natural, no hay estrategia comercial alguna en ello. Venderme no solo es de lo que peor se me da sino que me genera un enorme rechazo, he ahí mi ritmo discontinuo en las publicaciones. La venta a domicilio que suponen las redes sociales me produce urticaria y padezco de piel atópica, tengo que andarme con cuidado.

–¿Qué es “La extraña pareja”?

–Proviene de la dualidad que supone ser músico y profesor de inglés. Utilizo el inglés en mis clases de guitarra y la música en mis clases de inglés. La pareja del disco es un librito en el que hay letras, un libro de viajes, algunos artículos para libros o periódicos… A todo esto le acompaña un disco de “rarezas”, conciertos o maquetas. Existen muchas parejas dentro de “La Extraña Pareja”, ya lo verán.

Toma canciones preexistentes, las combina, las retuerce, les da una nueva vida, ¿la música consiste en seguir diciendo lo mismo de la mejor manera posible?

–Es importante integrar las raíces en el discurso propio. Los músicos o artistas que no lo hacen tienen una inflamación del “yo” que deberían hacerse mirar. Yo lo hago como muestra de respeto a mis antecesores e influencias. Ejerzo de “médium” musical. Considero fundamental ser médium de otras músicas. Supongo que forma parte de este espíritu pedagógico del que le hablaba. Lo han hecho Serrat, Paco Ibáñez, Bob Dylan o Van Morrison, no hacerlo sería ingrato para con nuestros maestros.

–¿Qué le ha dado la música? ¿Qué le ha quitado?

–Me ha dado todo lo que tengo y lo que no tengo. Mis amigos, amores, experiencias van en relación a la música. He recorrido parte de Europa con una guitarra tocando en terrazas, he tocado en Vancouver, he cenado con Sting, vivido alguna noche con Sabina, asistido a un ensayo de José Ignacio Lapido, tocado con Pancho Varona, cantado con Víctor Manuel –que además colabora en el disco–, viajado por toda España con “Babylon Chat”. He amado y sido amado gracias a la música. Me ha impedido la posibilidad de formar una familia pero no creo que haya sido un “robo”, no la culpo, sino que es una decisión producto de la inevitable incertidumbre y precariedad económica que la música trae consigo. Pago el precio gustoso, nunca mejor dicho. Hasta dejo propina.

¿Qué veremos en el concierto de Mieres?

–Una colección de canciones que ha sobrevivido a una autoexigencia casi enfermiza tocada por cuatro músicos multiinstrumentistas que además son mis amigos. Habrá piano, acordeón, órgano Hammond, contrabajo, bajo eléctrico, flauta, saxo, clarinete, batería, tres guitarras y hasta un yunque. Son más de diez instrumentos. Atendemos a las leyes de la psicoacústica y tratamos de no cansar el oído de los asistentes. Eso pasa por ofrecer diferentes texturas sonoras. No es un formato fácil de transportar o sonorizar pero es rico, variado y, discúlpeme la arrogancia –vengo del rock, al fin y al cabo– musicalmente superior a la mayoría de las propuestas que puede usted ver normalmente. No es mérito mío, por eso puedo decirlo.

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