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A contracorriente

De cotilleos y chismorreos

El derecho a la intimidad y el carácter de los españoles

 Somos un país de cotillas y no podemos remediarlo. Es nuestro ADN. Vivir siempre con el prójimo a cuestas invadiendo su intimidad con cuitas bulistas y absurdas. Todos hablamos de todos. Y todas hablan de todas. Nos gusta ese murmullo parlamentario de corrala y verdulería. Hay un poco de patio de monipodio que asusta.

 El chismorreo nos encanta y lo utilizamos como apoyo en la plática cotidiana. Es un marañero consentido y que forma parte de nuestras vidas, especialmente en la gente ociosa y, en algunos casos, abúlica y degenerada.

  Nuestro carácter hispano va sujeto a esa crítica pegajosa hacia nuestros congéneres. Dimes y diretes que no van a ningún lado,sólo con esa malsana intención de socializar palabras malsonantes hacia el vecino o hacia el político de turno. Critica que algo queda. Y en esos corrillos de café vespertino siempre hay hueco para no dejar títere con cabeza en un vapuleo chismoso que nos da vida y nos estimula como cotorras hambrientas y aburridas. Es tiempo de cuentistas y de emular a aquellas novelas picarescas del Siglo de Oro español donde las artimañas en busca de algún propósito y las palabras tendenciosas hacia el prójimo eran moneda corriente.

 Las habladurías con maledicencia están ahí con nosotros, en la propia cotidianeidad, en esos días de trabajo y esfuerzo con el desempleo de trasfondo. Lo mismo que los padres de la cosa pública que se enzarzan, en muchos casos, en tonterías que no alcanzan el nivel discursivo adecuado. Unos contra otros en vez de buscar el equilibrio idóneo y lo positivo del asunto. Somos así y no hay tutía. Y en esos pensamientos negativos aparece la envidia como triste pecado capital para turbar el ánimo y el estado desafecto de quien actúa con esa idea rastrera.

Lo mejor es seguir con una praxis racional de vida, condescender con el prójimo en la medida de lo posible, despreocuparse de los demás sin críticas desalentadoras y convivir con elegancia y estilo. Hay exceso de cotorreo en este ruedo nacional. El gobierno central y la oposición son el ejemplo burdo y pernicioso de esa aseveración, junto a los cotillas que se integran en el pueblo llano.

Y de esto sabemos mucho en esta Asturias,antaño solidaria y avanzada y hogaño olvidada y comodona. "Vive y deja vivir","ande yo caliente y ríase la gente" y "que hablen, aunque sea bien", son refranes que reflejan muy bien estas líneas trazadas y explicativas referidas a un mal que nos atenaza y anida en nuestra forma de ser. Ese comadrero repugnante y vacuo.

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