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Desde mi Mieres del Camino

Práxedes Fernández, la santa de Sueros

El Vaticano acaba de otorgar la condición de "venerable" de esta religiosa seglar de Mieres

No todo lugar "bautizado" por el cristianismo católico puede presumir de tener su santo o santa que le distinga del resto, e incluso, metidos en el meollo mundano, sirva como gancho más o menos turístico en estos tiempos de fuerte atracción materialista. Mieres puede estar, a un paso de ello, puesto que la Santa Sede, por decisión propia bajo el mandato del Papa Francisco aprobó, el pasado día seis de diciembre de 2014, la condición de "Venerable como muestra de heroicidad de virtud", a la que fue nacida y vecina de Sueros, Práxedes Fernández, lo que la sitúa a un solo paso de la declaración de beata y como consecuencia su elevación a los altares, a expensas de que se produzca la certificación del primer milagro como puede ser, a modo de ejemplo, una curación súbita, completa y duradera.

Al socaire de esta especial circunstancia, en su domicilio del Puente de la Luisa, donde nació el 21 de julio de 1886, a unos pasos de la localidad de Sueros, se celebra un acto eucarístico, bajo la advocación de la Virgen del Rosario, de la que era tremendamente piadosa, en su recuerdo, memoria y homenaje a una especial peregrinación por esta vida. Y se hace todos los días seis de cada mes, con asistencia de unas treinta o cuarenta personas principalmente de Mieres, Oviedo y valle del Nalón, a las seis de la tarde, día y hora en que falleció. Todo ello promovido por el actual párroco de Figaredo, Santa Cruz y Santullano, Gonzalo Suárez, ya que Práxedes vivió en la primera de las localidades citadas durante el tiempo que estuvo casada, hasta el fallecimiento de su marido Gabriel, electricista en el interior de la mina, a cuya labor estuvo muy ligado, al igual que el hijo de ambos Arturo, minero de interior y el padre de Práxedes, Celestino, facultativo de la Escuela de Capataces de Mieres.

Pero al contrario que otros muchos santos y patronos que encontraron el reconocimiento de su iglesia, Práxedes Fernández no fundó congregación alguna, ni escribió tratados de espiritualidad, tampoco vivió recluida en un convento ni menos formó parte de la legión de seres humanos consagrados de por vida mediante la profesión religiosa al servicio del prójimo, enfermo y necesitado y menos habiendo viajado a tierras lejanas para llevar el Evangelio, como tampoco fue mártir.

Su figura y obra se presenta como "heróica, pero humilde" en su condición de esposa y madre e inmersa en una determinada sociedad y época con rasgos convulsos, es los que hace gala de su entrega y generosidad sin límites, siempre bajo una perfecta simbiosis de lo humano y lo divino.

Tal como relata Gonzalo Suárez, a quien su condición al frente de la parroquia donde Práxedes dejó discurrir una buena parte de su vida, le lleva a dedicarle especial interés, la mierense llamada a la santidad vio morir a su esposo en accidente de tren y el mismo final tuvo Arturo, su pequeño niño de sus ojos, mientras que Enrique cursaba estudios eclesiásticos en la orden de Santo Domingo de Guzmán, Gabriel terminaba la carrera de derecho y Celestino desarrollaba una determinada profesión. Al quedarse viuda Práxedes decide trasladarse a Sueros donde sigue con su labor de ayuda permanente a todo necesitado y, más tarde, tras superar la crisis de la Revolución de octubre de 1934, toma camino de Oviedo, donde se pone fin a su vida terrena el día seis de octubre de de 1936.

A la hora de analizar la personalidad de esta mujer mierense, según palabras del párroco Gonzalo Suárez, hay que detenerse en su talante de dominio sin alarde de altanería y menos soberbia, con una suavidad de carácter exenta por completo de críticas hacia sus semejantes y menos salidas de tono. Tenía una gran capacidad para el perdón sin que el perdonado sintiese la menor señal de ser humillado. Era gran cumplidora, hasta la heroicidad en sus deberes con la familia y la comunidad que le rodeaba, poseyendo, a la vez, una convicción profunda que destacaba por su generosidad. Tuvo directa relación con los religiosos de la zona, siendo como era seglar de la Orden Dominicana, y una permanente cercanía con la Orden Pasionista afincada en el municipio de Mieres.

Cuenta el anecdotario de una de sus biografías que Práxedes Fernández tenía la virtud de desarrollar una labor humanitaria de alto voltaje que ella llevaba a cabo sin el menor deseo de notoriedad. Famoso, sin quererlo, fue el caso de la llamada "tuberculosa de Rimeses", una mujer que había sido agraciada en su juventud, habiendo trabajado en los lavaderos de carbón.

Casada en 1913 tuvo seis hijos que se sumaron a los tres de soltera, lo que hizo que viviese míseramente en su pueblo, un caserío por encima de Sueros. Su situación hizo que pronto despertara las atenciones de Práxedes porque, tras la muerte de su marido, había quedado sin recursos, sufriendo posteriormente los achaques de una enfermadad: la tuberculosis.

La vecina de Sueros le prodigó los mayores cuidados con visitas diarias, subiendo hasta el caserío, a veces en condiciones extremas de frío y nieve durante el invierno. Esta entrega encontró la oposición de sus familiares que temían el contagio de la enfermedad. Pero Práxedes Fernández superó este obstáculo gracias a su fuerza y tesón, viéndose obligada a emplear las más rigurosas cautelas.

Asegura Gonzalo Suárez que en el ambiente mierense y asturiano no ha trascendido mucho la gran labor desarrollada por la candidata a la santificación. El motivo, sin duda, fue su sencillez y falta de deseos de destacar. Pero, sin embargo, en su proceso de beatificación aparecen testimonios de conocimiento y reconocimiento desde lugares tan distantes como Ciudad de La Habana, Tokio de Japón y Córdoba de Argentina, amén de otros españoles.

Y cuenta Gonzalo Suárez que estando él en Méjico, hace nueve años, con motivo de unos cursos, se le acercó una anciana que caminaba dificultosamente con un bastón, para preguntarse si conocía a Práxedes Fernández. En Sueros, al lado de su barrio natal, vive gente cercana a su familia, como es el caso de Obdulia Llaneza, hija de Marcelino, pariente de Práxedes, cuya hija preside hoy la Asociación de Vecinos del pueblo. Y deja constancia Obdulia de que "durante muchos años, una vez a la semana, el primer pobre que picase en la casa de Práxedes tenía comida para toda la jornada".

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