Andábamos por la vieja Europa dándonoslas de contemporáneos cuando nos convertimos en los mismos cavernícolas a los que criticamos al otro lado del charco. Nos rasgábamos las vestiduras con el auge del multimillonario Donald Trump como candidato republicano a la Presidencia de EE UU y su proyecto de construir un gran muro que protegiera a su país de los inmigrantes que entran por México y van los mandamases de la Unión Europea y aprueban pagar a Turquía para que se convierta en un gran campo de refugiados sirios. Al olvido las emigraciones europeas en épocas de penuria o guerras, la solidaridad de los ricos con los necesitados, la tierra de promisión, la historia reciente. Ni los atendemos ni ayudamos a resolver su guerra, que dura ya cinco años. No nos asustemos con el hermano americano, hagámoslo con los europeos. No somos tan diferentes. A la hora de la verdad, trampeamos la dignidad como Trump.