La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desde mi Mieres del Camino

Dos figuras en la historia del hockey sobre patines

Alfredo Visiola y Andrés Caramés, todo un paradigma

Que el deporte local, en núcleos de cierto relieve, sigue teniendo tirón para los amantes de determinadas facetas, constituye toda una realidad, a pesar de que los honores del máximo interés se los llevan aquellos supercampeones de las grandes epopeyas. Pero cada localidad, cada rincón asturiano tiene su corazoncito. Y Mieres, al margen de la brillante historia del Caudal Deportivo y otras prácticas de antaño, tuvo época de gran novedad alcanzando niveles nacionales y de la máxima dimensión en torno al hockey sobre patines. De la gesta más sonora, bajo la bandera patrocinadora del Kíber, principal producto de la factoría mierense de licores "Bernaldo de Quirós", dos figuras emergen con la fuerza, uno del gran creador y otro llevando el pabellón de su tierra a la gran categoría de la internacionalidad. Todo un paradigma.

A la hora de tocar este tema, el camino aparece claro y directo hacia la labor, estampa, personalidad y balance de un mierense, nacido accidentalmente en Gijón, pero mierense por los cuatro costados, que se llamaba, desgraciadamente se fue, con la tranquilidad de los bien nacidos, hace ahora diez años: Alfredo Visiola Rollán. ¿les dice algo este nombre.? Sin comentarios?

Cuenta la realidad de los hechos que, por los años cincuenta ya figuraba en nómina del deporte, para Asturias, el equipo de La Cibeles. Y Tomás Moreno, propietario la entidad patrocinadora, tuvo una entrevista con el entonces Conde de Mieres, Manuel Loring, presidente del consejo de administración de Fábrica de Mieres, a quien animó con la invitación para que, dentro de sus programas de difusión deportiva, creara una sección con el hockey patines, bajo la seguridad de que era una faceta de futuro.

Con un prudente optimismo el dirigente de "la Fabricona" consultó con alguno de sus asesores sobre quién podría hacerse cargo del asunto. Y como por encanto surgió el nombre de Alfredo Visiola, que dirigía entonces el equipo de balonmano, como jefe de la sección deportiva del Grupo de Empresa. Llamado a consultas y ante la proposición, respondió asustado, "pero? ¡si yo no tengo idea de este deporte! Claro que la contestación del mandamás era categórica. "Arrégleselas usted como pueda pero ponga en marcha el proyecto". Y hasta Torrelavega -cuna del hockey norteño- se fue nuestro hombre con el fin de realizar un curso acelerado de iniciación. De regreso se presentó en el Colegio "Santiago Apóstol", donde el Hermano Costantino de La Salle entrenaba a un grupo de alumnos de los últimos cursos. Y aquellos chavalillos de los que desgraciadamente algunos ya no están en esta tierra, fueron los pioneros de la gran obra bajo la primera denominación del Fabrimieres, con cancha propia en las Moreras. Se llamaban o se llaman Berto, Fuertes, Manuel Luis, Cidón, Miranda, Quini, Do Santos, Otero, Pepito y Rodrigo. Travesía inicial como juveniles y excelentes resultados para pasar a las categorías adultas y recorrer el periodo de adaptación. Mientras iban surgieron nuevos valores con ímpetu, y se creaba en Mieres un ambiente de identificación. Otra cancha, esta vez en El Batán, primero descubierta y luego, ya con el nombre de "Visiola Rollán" bien cubierta para escenificar la época dorada.

Porque, e n un momento determinado, el hockey sobre patines adquiere carta de naturaleza de primer magnitud, bajo la bandera patrocinadora de "Bernaldo de Quirós" y al grito de "Kíber, Kíber", nacen varias peñas que elevan la temperatura de adhesión, hasta el objetivo del ascenso a la máxima categoría española, es decir la División de Honor, donde, junto con La Cibeles y más tarde el Areces, rompen la hegemonía catalana, tratando de tú a tú a los grandes campeones de la modalidad hasta redondear una etapa gloriosa que tuvo el comienzo de un proceso decadente cuando la industria del metal inició su "fuga" hacia el litoral asturiano y las dificultades económicas de la firma patrocinadora hubieron de poner fin también a su apoyo económico.

Pero Alfredo Visiola no se rindió y con el apoyo de los socios, su empeño y el de sus colaboradores, siguió adelante ya como Club Patín Mieres, que más tarde se convertiría en el Mieres C. P., pasando también por otras ayudas de firmas patrocinadoras pero ya en línea con sus posibilidades reales, hasta el momento actual en que, dada la aplastante decadencia económica y demográfica de este concejo, le permiten subsistir merced a unos enamorados que mantienen en alto el pabellón a base de esfuerzo personal y promoción del deporte.

El creador y mantenedor de esta realidad deportiva, dejó la presidencia, aunque su figura seguía animando el cotarro. Recibió los máximos honores del deporte caso del diploma al Mérito Deportivo y guardaba como oro en paño el título de Mierense del Año, el Asturiano del Mes de LA NUEVA ESPAÑA y otras distinciones. Siguió colaborando en nuevas actividades culturales y sociales, hasta que, a edad relativamente temprana, su vida se apagó dejando una huella imborrable. Su prestancia en bronce figura en el vestíbulo del nuevo pabellón.

Tras los albores del deporte en la década de los cincuenta, y formando parte de una segunda hornada, entró en los planes del equipo de Visiola un jovencísimo defensa sin mucho bagaje de estilo depurado, pero fuerte y recio que se hacía imprescindible en la cancha con el fin de imponer respeto. Era Andrés Suárez Caramés, nacido en Ablaña y afincado en Mieres. Su trayectoria como jugador fue larga y fructífera, pero le esperaba una segunda parte que habría de romper todos los moldes ya que cerrada la etapa de ponerse los patines, decidió trasladar su afición e inquietud al papel de entrenador de su deporte favorito. Y en el propio Kíber hizo sus pinitos, primero en secciones inferiores, luego con el primer equipo al que llevó a lo más alto.

Pero la trayectoria de Andrés Caramés -como se le conocía- estaba llamada a abrir alas hacia otros horizontes. La potencia de La Cibeles llamó a su puerta y también en la capital del Principado triunfó, con el título de la Copa del Rey, para ser de nuevo llamado a "filas" por un conjunto gallego con grandes aspiraciones de cara al futuro inmediato y que estaba presidido por un gallego de empaque con aires de grandeza, César Lendoiro, por aquel entonces gerente de un colegio de A Coruña. Y con el "Liceo" de esta capital, el mierense alcanzó los máximos laureles, conquistando títulos de liga, de copa y hasta de copa de Europa y la Intercontinental.

Lógicamente aquello no tenía más salida que su elección como seleccionador de España, arrastrando tras de sí un río de éxitos. Claro que la vida de nuestro hombre estaba llamada a pegar un giro de noventa grados. Siguiendo la estela de César Lendoiro que había traspasado límites hasta la presidencia del Deportivo en fútbol para convertirlo en el famoso "Superdépor", lo que le valió una liga española, Andrés Caramés, tras los estudios pertinentes, se estableció, en la capital gallega, como fisioterapeuta del conjunto futbolístico, donde terminó sus días siendo director de la Deporclínica. Porque, desgraciadamente, sin remisión alguna, nos dejó a sus cincuenta y siete años, con el sabor en la boca de una ausencia dolorosa y la bonhomía del hombre humano, accesible y generoso que era. La prensa nacional, con amplio despliegue de crónicas, se hizo eco de su fallecimiento y lamentó la pérdida, mientras que su tierra lo habían declarado anteriormente Mierense del Año y creado un torneo con su nombre.

Compartir el artículo

stats