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Siete leguas

Mario Antuña

Muerte entre las velas

Los megavatios no tienen humanidad, pero aquellos que los gestionan, facturan y cobran sí deberían tenerla. Una compañía eléctrica (Gas Natural) y un ayuntamiento (el de Reus) se echan la culpa de la muerte de una anciana de 81 años a la que, sin aviso, se había cortado la luz y resultó quemada por el fuego iniciado por las velas con las que iluminaba su mísera vida. La empresa reprocha que nadie le comunicó que la mujer a la que privó de electricidad era pobre y no podía pagar el recibo; el Consistorio, que nadie le informó del corte de suministro para ayudarla. Cientos de familias reciben en las Cuencas subvenciones para poder abonar el alquiler, el agua y la electricidad, además de otros gastos que dignifican la subsistencia entre tanta precariedad. Cerramos los ojos, pero por ello no dejan de existir a nuestro lado. Y saltan las alarmas cuando una anciana muere entre las velas, quemada en la pira del megavatio y el euro, que no cotizan en humanidad.

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