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Desde mi Mieres del Camino

Un mierense en los frentes activos de su pueblo

El cronista José María Pellanes, fallecido recientemente a los 95 años, en la memoria colectiva

Acertado y emotivo el título de la columna que el maestro de periodistas, mierense de nacimiento, Julio Puente, le dedicó, hace días, a nuestro querido compañero José María Pellanes, tras su fallecimiento, llegado y asumido sin quererlo, a los noventa y cinco años. Ese "Desde Mieres informó José María Pellanes" es todo un alegato, una marca, un sentimiento, a su labor de tantos y tantos años, a su especial tratamiento de la noticia y el suceso, a la reacción de plena aceptación por parte de los oyentes de Radio Nacional, porque, dicho sin más, José María, como corresponsal de la emisora estatal, al igual que lo fue, durante varias décadas, del semanal "La Hoja del Lunes", hacía del hecho acaecido un relato singular. Y ello, al final, solo podía llevar el remate de "desde Mieres informó José María Pellanes".

A estas alturas, cuando se han ido para siempre, compañeros tan entrañables como Luis Estévez "Cholo", Ana G. Orejas, Alvarez Bouza y ahora el propio Pellanes, a uno se le ocurre decir que somos solamente dos los que quedamos de la vieja guardia del periodismo "chusquero" por estas tierras, a saber, Laudelino Rodríguez "Tito" y el que suscribe, sin olvidar el caso de Marcelino Vázquez y Mili Castaño, que cambiaron la dirección de su trayectoria profesional, en "La Voz de Asturias", hacia otras parcelas del quehacer diario, del mismo modo que se mantiene a niveles muy superiores, por ejemplo, Justo Braga, en la programación de la RTPA.

Aquella "panda" de corresponsales callejeros en busca de la noticia ya no se mueve por estos andurriales de la comarca del Caudal. Los cambios tecnológicos de la informática y sus adláteres, han movido resortes de forma decisiva, hasta el punto de cambiar, por completo, la esencia de un periodismo, el anterior, que exigía mayor viveza, punto de mira en varias direcciones, disposición para salir raudo por varios caminos en busca de la noticia, pisar "caleyes" e investigar con sutileza a la hora de reunir los datos esenciales del hecho, no solo sin faltar a la verdad, sino evitando herir susceptibilidades.

Y ello y en muchos aspectos más, José María Pellanes era un maestro, un ejemplo a seguir, tanto por su forma de trabajar el oficio como de dejar contentas a las partes implicadas. De él, de su gran bagaje de sabiduría, de su enorme archivo mental y también del que supo reunir en material valorable y testifical, durante tantos años de acción cara a la noticia y al acontecimiento destacable quedan señales inequívocas. Nadie duda que al lado de una vocación estimable encerraba todo un poderío de acción cuyas alas se abría con facilidad y generosamente en favor de las distintas corrientes de acción cultural, deportiva y social. Esta era una segunda parte de su trayectoria solidaria. Y de ellas obligado es hablar, porque varios fueron los frentes donde mantuvo una actitud de entrega logrando, con su facilidad de expresión ante un micrófono, animar el cotarro y darle salsa a las distintas convocatorias.

Pero antes, permítannos un paréntesis a fin de dejar claro y contundente un hecho inamovible en la conducta de José María Pellanes. Nunca aceptó reconocimiento alguno -salvo un hecho aislado- porque era contrario a ese tipo de gestos. "Ni homenajes ni medallas" solía decir. Sin embargo no pudo, no supo o en su fuero interno decidió aceptar, quizás para mayor relieve de la fiesta, la concesión del primer "felechu de oro" de la popular Romería de Rozamayor. Creo que fue allá por 1972. Acaso lo cogió desprevenido. Vaya usted a saber dada la imprevisible trayectoria de nuestro amigo.

En su haber existe muchos elementos de mérito de su conducta, siempre a favor de todo aquello que redundase en beneficio del pueblo y sus gentes. La biblioteca pública municipal le debe veinte años ilusionantes, precisamente cuando hubo de buscarse salida más o menos airosa, a la hora de "emigrar", como se suele decir, con el equipaje a cuestas, hasta las instalaciones de un bajo en la confluencia de las calles hoy denominadas Oñón y Numa Guilhou, porque, de aquella, el consistorio había agotado sus disponibilidades de espacio.

El Casino de Mieres fue, sin más, el punto concéntrico donde el recordado Pellanes depositó, al lado de sus esencias, unos grandes deseos de que saliese adelante, siendo, al lado del también inolvidable Luis San Narciso, ejecutor del plan democratizador con apertura prácticamente a todas las clases sociales de la villa de Teodoro Cuesta y animador, maestro de ceremonias y no sé cuántas piruetas más, que animaba actos, reuniones lúdicas, homenajes y cualquier demostración a desarrollar por esta centenaria sociedad de la esfera local.

Con su amigo Camporro montó la primera agencia publicitaria de la zona, bajo la denominación de Publicidad Cisne. Pues bien, como muestra de la misma y en la puerta de acceso figuraba una especie de cartelera con los más variados anuncios. Esto ocurría en plena calle actualmente de Manuel Llaneza, por donde discurría el gran movimiento de mierenses en plan de paseo prácticamente a diario. Pues bien, era materialmente imposible pasar por allí y no detenerse ante la originalidad y el tinte simpático que José María daba a sus anuncios, algunos de ellos dignos de haberse conservado como un patrimonio más, no exento de valores, para la posteridad, y la historia local.

Quedan muchas pinceladas más del quehacer generoso de José María Pellanes hacia el pueblo que lo vio nacer, como fue, durante unos cuantos años, su papel de Aliatar, eterno embajador de los Reyes Magos, a caballo, por las calles de Mieres, para regocijo e ilusión de los peques, pero?

Hora es pues de detenerse en su labor unida al deporte local, principalmente al fútbol y la ciclismo. Sobre el primero es de dejar constancia de que se volcó en la difusión de los valores del Caudal Deportivo en sus distintas etapas, siendo regidor permanente del equipo de megafonía del estadio "Hermanos Antuña", en todos y cada uno de los encuentros que se disputaban sobre el césped de este nuevo campo de la zona del Batán. Y más de una nota de auténtico contenido singular y desde luego gracioso lo interpretó con su habitual habilidad.

El ciclismo, otra de sus grandes pasiones, ocupó una gran parcela de su pensamiento y de su tiempo, desde los años cuarenta hasta la desaparición, por él lamentada, de esa actividad convocada por la que fue Peña Trapiello. Tanto en la prueba regional de la Vuelta a Asturias, nacida bajo los auspicios e iniciativa del también recordado Cilio Losa, como la intercomarcal de los Valles Mineros, e incluso en más de un final de etapa de la ronda a España, llevaba, por pura colaboración, el sello de la firma de José María Pellanes. Inolvidable amigo. Seguro que estarás descansando con el Dios de las eternas praderas. Te lo mereces. Pero nosotros lamentamos tu desaparición. Hasta siempre.

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