Aquel cura, D. Manuel "el Altu" que pilotaba una preciosa moto "Montesa" y que tocaba el órgano, casi como Félix Mendelssohn, formó un coro infantil del que para las pruebas de voz, formé parte.
En los primeros ensayos apuntando hacía mí, me dijo: Luelmo, tú no estás dotado para el canto. Y yo le contesté: entonces D. Manuel, ¿que hago yo? Y con cariño, él, me contestó: No te preocupes, que tú sabes muy bien "oír" y siempre tendrás el placer de poder escuchar "la música". Siguiendo sus consejos, es tal mi afición a escuchar la maravillosa música, que he llegado incluso a "oír" los impresionantes sonidos del silencio.
Por lo que llegado aquí, aprovecho el momento para rendir homenaje a un querido amigo, al que sí la Providencia le dotó para la música. Mi querido amigo Bernabé.
Berna, que sabía tocar cualquier instrumento y que hasta se había construido una gaita electrónica, era sobre todo un virtuoso de la guitarra, la tocaba de maravilla.
Pues Bernabé, antes de que se lo llevara un infarto y camino de mi estudio-taller, más allá del Alto de La Gargantada. Cuándo yo llegaba a La Nava, donde Bernabé tenía su fábrica de chorizos, siempre paraba -a la ida o a la vuelta- para pasar un rato con él, donde después de charlar me deleitaba con su preciosa música.
Y mi amigo Bernabé, viendo mi gran afición a "oírle" se empeñó en enseñarme a tocar. Y yo tan emocionado, hasta me compré una guitarra. Pero vi tan entristecido a mi amigo Bernabé al darse cuenta de que no conseguía aprender, que yo le dije enseguida: Berna, no te preocupes que ya me dijo el cura Don Manuel "el Altu" que yo no estaba dotado para el canto y para la música, pero déjame escucharte, que eso, me dijo que lo sé hacer muy bien. Mi querido amigo Bernabé, cuando tú imagen viene a mí memoria, viene a mí recuerdo, en esos momentos etéreos de liviana ingravidez. Que es cuando el alma, dibuja sobre el viento las figuras y los sonidos, entonces querido amigo Bernabé, vuelvo a escuchar, aquellas "Noches de blanco satén" que tú tocabas como nadie y pienso que los ángeles en el cielo, están de enhorabuena.
Esta historia se la conté a mi nieta Alba con 7 años, y ella con cara de sorpresa me interpeló: Tito -qué así me llama- lo que me cuentas es verdad?. Si cariño, claro que es verdad. A lo que de nuevo me respondió: Entonces ¿donde está la guitarra? pues yo, la quiero. La guitarra está en mí estudio de Areñes y ahora mismo la vamos a buscar. Mi querida nieta Alba, se llevó la guitarra con una inmensa alegría y hoy la toca casi como mi querido amigo Bernabé. Y estoy seguro que a poco tiempo me hará "oír" aquellas "Noches de blanco satén".