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Desde mi atalaya turonesa

Un banquero en Ecuador

La vida de José Luis Tirador, que dejó Turón para labrarse una carrera en Latinoamérica

El otoño de 1942 corresponde a una época de nuestra historia que todo el mundo ha querido olvidar. Hacía escasamente un lustro que había concluido la Guerra Civil en Asturias y una buena parte de la población estaba soportando las consecuencias de aquel conflicto entre hermanos que resultó cruel en grado sumo por muchos motivos. El uno de noviembre de aquel año nació en Vistalegre José Luis Tirador que tuvo su primer contacto con las letras y los números en la escuela de niños dirigida por la maestra Doña Elisa y situada en los "Cuarteles Nuevos".

Muy cerca de allí se encontraba el economato de Hulleras de Turón al que llegaba cada mañana el suministro de pan procedente de la fábrica que la Compañía tenía en La Cuadriella. Guiando un carro repleto de aquella mercancía y arrastrado por una mula, venía "Tano el de Lago", persona complaciente en grado sumo, pues muchas veces permitía al niño montar en el carruaje al adentrarse en el barrio "San Francisco. José Luis recuerda ese tiempo con verdadera nostalgia. Es la época de juegos con los chicos de su edad: al pío campo, a "les cuatro esquines", a la pica mula, al escondite... Tampoco puede dejar de evocar a su abuelo, "Pepe el de Susana", vigilante en "Vía Estrecha", que ocasionalmente le llevaba a la Casa de Máquinas, cerca del puente "La Banciella". Pepe, por satisfacer a su nieto, también alguna vez que otra lo llevaba consigo para que hiciera un recorrido en aquellas locomotoras de vapor encargadas del arrastre de los carbones desde los centros de producción hasta el Lavadero de La Cuadriella.

Cuando concluyó sus estudios secundarios en el colegio "La Salle", durante algún tiempo ayudó a su padre en la "Librería Atlas", situada junto a las llamadas "Casas de Gallo, frente a la "Botica de Losa" y el Banco Asturiano. Esta proximidad a la primera oficina bancaria del Valle era como una premonición de lo que iba a ser su brillante futuro en ese campo después de algunas indecisiones en los comienzos de su vida laboral. En 1963, una vez cumplidos sus deberes para con la patria en Valladolid, José Luis tenía claro que necesitaba marchar de Turón ya que en ese tiempo la única salida que había allí, prácticamente, era el trabajo en las minas.

No tardó en obtener un empleo en "Campofrío" y su ingreso en esta industria de productos cárnicos le dio la oportunidad de conocer el mundo de la empresa, de dedicarse a estudiar a fondo todos los problemas que iban surgiendo y proponerlos a la dirección para mejorar la práctica administrativa de aquella empresa que ya, por entonces, tenía una plantilla a nivel nacional de unos 1200 empleados. Fruto de su eficiencia, en 1966, es propuesto para la delegación en La Coruña, siendo nombrado poco después responsable en Galicia de todo lo concerniente a ventas y administración. Su promoción es meteórica y al amanecer de 1968 ya ostentaba el cargo de director comercial de "Campofrío- Canarias" pasando, posteriormente, a Burgos como Jefe nacional de ventas.

Este nuevo cargo le permitía viajar por diferentes puntos del país, lo que, sin haberlo intuido siquiera, iba a facilitarle pronto un giro notable en su actividad profesional. Resulta que , en una de aquellas visitas a las delegaciones de Campofrío, al pasar por la de Valladolid, contactó con un amigo ovetense que dirigía una oficina del Banco de Castilla y este le propuso el ingreso con él en el Banco de Granada, pues había sido elegido para abrir una nueva sucursal de dicho banco en Valladolid.

"No te preocupes por la formación porque te ayudaremos en todo lo necesario; además, no te vas a arrepentir del cambio"- aseveró el carbayón. Después de meditarlo unos días con su familia, acepta la propuesta. Corría 1974 y es el año de su entrada en el mundo de las finanzas. Pero José Luis añora la tierra por lo que a la primera ocasión que se le presenta solicita el traslado a Asturias y, debido a un proceso de fagocitosis, consecuencia de la crisis financiera reinante, recala en el Banco de Vizcaya, en cuya oficina de la ovetense calle Uría ejerce como director de Banca de Empresas. Aquí permanece algunos años hasta que un día se encuentra con Marco Antonio Suárez de San Juan de la Arena. Este hombre, al que le unía una gran amistad desde tiempo atrás, le anima a volar hasta el Ecuador para ingresar en la nómina de un banco fundado en los años sesenta por financieros asturianos. Se trataba del Banco Internacional donde él mismo actúa como Gerente General y las condiciones económicas y profesionales que le dibuja su colega son tan atrayentes que se embarca en el nuevo proyecto pues, percibe con claridad meridiana que está ante la gran ocasión de su vida. En 1987, nada más llegar al continente americano, es enviado durante varios meses a otro banco del Grupo en Caracas donde se somete a un intenso aprendizaje para conocer los entresijos de la Banca en Latinoamérica y estas enseñanzas le habrán de ser de gran utilidad para su inminente incorporación en la central de Quito.

En la capital venezolana, tuvo la ocasión de encontrarse con algunos compatriotas que allí habían reiniciado sus vidas hacía algún tiempo como Pedro Verónica de Los Barracones, "Pepe Tamargo, pariente de los "Parana" y José Laureano, hermano de Cuky del barrio San Francisco. ¡Gentes de Turón! ¡Cuántos recuerdos se agolpaban en la memoria de estos vecinos, como las andanzas comunes de su infancia y juventud subiendo por la "Vía Estrecha" en los "coches" de los obreros a las cuatro de la tarde, camino del "pozu 'l trabancu" para darse un buen chapuzón durante el verano. Habían dejado atrás un Turón bullicioso con aquellas multitudinarias fiestas del Cristo ¡Cuántas ilusiones en aquellos primeros pases de baile en las pistas "M.ª Agustina" y "la Cubana"!... Se ganaba dinero pero el trabajo en las minas era muy duro. Por eso se habían marchado a lejanas tierras. José Luis habló con ellos, rió con ellos, cantó con ellos. Porque aquellos encuentros caraqueños, siempre alrededor de unas tazas de café, estaban llenos de sentimiento. Se recordaba a la tierra entrañable y corroboraron a los ojos de José Luis, el auténtico significado del valle natal, la grandeza de la que ya había gozado Turón en los tiempos de anteguerra.

Ahora, en la distancia, con la inmensidad del océano por el medio, y como fruto de aquellas tertulias vespertinas, comprobaba junto a aquellos compatriotas la verdadera dimensión de su terruño: valle generoso que durante la primera mitad del siglo había acogido oleadas de gente sin cesar; luego, cuando la producción de la Compañía tocó techo, se produjo la diáspora comenzando muchos turoneses a desparramarse por todas las partes del mundo, lo que probaba la universalidad de Turón. Volviendo al Banco Internacional que, en ese tiempo, ocupaba en el Ecuador el tercer lugar en cuanto a patrimonio técnico se refiere, a los pocos años de la llegada de Tirador se produce una reestructuración del mismo siendo designado para el cargo de Vicepresidente Ejecutivo lo que le situaba en un puesto de privilegio para conocer las posibilidades de futuro de América Latina.

Pero, probablemente, pensando en una anticipación de su regreso a la patria que ya deseaba, en 2006 dejó el Internacional y como disponía de información privilegiada jugó sus cartas y consiguió su contratación como asesor por el Banco Pichincha, la entidad financiera más importante del país. Efectivamente, dos años más tarde el máximo accionista le propuso volver a España con el fin de realizar las oportunas gestiones encaminadas a crear Oficinas de Representación para que la numerosa colonia ecuatoriana afincada en Madrid pudiera abrir una cuenta bancaria para su propio país. Visto lo exitoso de la operación, es comisionado para obtener la Licencia que permitiría al Banco Pichincha actuar como entidad bancaria y en el año 2010 tiene la oportunidad de situarse con su familia en la capital del Reino actuando como Representante general hasta su jubilación en 2012.

Domiciliado actualmente en Oviedo, siempre encuentra una excusa para volver a Turón y departir con sus amigos pues, como cualquier turonés que se precie pues para él es imposible olvidar aquel valle, estrecho y grandioso a la vez, en el que vio la primera luz. José Luis Tirador es el prototipo del hombre que se ha forjado a sí mismo y ha alcanzado la cumbre del éxito por su extraordinario deseo de superación, por su capacidad y dinamismo ilimitados.

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