Opinión | Dando la lata
Ricardo V. Montoto
Muestras
La recolección de material para la prueba de cáncer de colon
Qué alivio. Por fin llegó la carta. Los del programa de cribado del cáncer de colon dicen que no hay rastros de sangre en mis heces. Todo normal. Qué descanso. Porque no las tenía todas conmigo. Desde que mi enfermera me proporcionó el botecito para la recogida de la muestra hasta que completé el procedimiento lo pasé fatal.
Según me advirtió de que en ocasiones pueden darse falsos positivos causados por una almorranita latosa o alguna fisura en salvasealaparte, comenzó a picarme el trasero. De verdad que estaba tan tranquilo hasta que me hablaron de ello. El poder de la mente es alucinante. Y, claro, a ver quién recoge una muestra con semejante picor. Y decidí esperar a ver si se pasaba. Y pasó. Lo malo es que mutó en estreñimiento. Maldición. Ahora fuerzo la evacuación, araño la tubería, sangro y, hala, culo en pompa y colonoscopia al canto.
A esperar y beber agua como un descosido. Sólo disponía de día y medio más para completar el experimento. La siguiente mañana el atasco aún no estaba resuelto del todo. Volví a aplazar la toma de muestras. A mediodía reaparecieron los picores. Y por la tarde me llamó un amigo para ver juntos el partido. Y es de los que les va la comida muy, pero que muy alegre. Entre cervecita y cervecita, un plato de nachos con guacamole. Tremendo error. Faltaba media hora para hacer entrega de mi muestra y tenía el tubo de escape como la fragua de Vulcano. Pero no había alternativa. Era sí o sí. Y procedí entre escozores y escalofríos.
Aquello tenía muy mala pinta, la verdad, pero no pudiendo escoger, me armé de valor y tomé la muestra. Y la entregué en el centro de salud casi pidiendo perdón. Si hay algo sospechoso, te llamarán. Pues lo que contiene ese bote ha de ser altamente sospechoso. Y esperé la llamada, que no se produjo. De milagro.
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