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Javier García Cellino

Velando el fuego

Javier García Cellino

La vacunación de la Roja

La inmunización de los jugadores de la selección española de fútbol y el trato que se da a otros trabajadores

Durante estos días, y con motivo de la vacunación exprés de la Roja, no he cesado de leer o escuchar con todo detenimiento las razones que se van dando para justificar la urgencia en adelantar el pinchazo. De entre todas ellas, hay dos, sobre todo, que actúan a la manera de vasos comunicantes y que se filtran por las tuberías que llegan hasta el conducto principal de este espinoso asunto.

Una de ellas, hace referencia a la frase contundente, a la vez que suficientemente notoria, pronunciada por el Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón: “Se puede contemplar por tratarse de una excepción de interés”. En cuanto al otro aserto, no dista mucho de lo expuesto por el alto cargo y, en este caso, resume la casi totalidad del sentimiento de quienes se pronuncian en los medios de comunicación o en otros altavoces públicos y privados a favor de la premura, sin ningún tipo de reparos. Algo así como: “Está justificado pues los futbolistas representan al país”.

Así que me dio por colocar delante del espejo a los actores de tantas profesiones que hacen posible que nuestras vidas sean mejores. Por allí desfilaron, entre tantos otros, los panaderos que madrugan a las cuatro de la mañana para amasar ese pan que después nos servirá de alimento durante la jornada; las cajeras y demás trabajadores de los centros comerciales que despliegan su mejor sonrisa para hacernos más amena la compra; los camareros y dueños de bares y restaurantes donde comemos o tomamos una copa, obligados a permanecer durante muchas horas en el local para poder conseguir, en el mejor de los casos, un salario justo para poder llegar a fin de mes; el personal de limpieza de los hospitales; los celadores, enfermeros y médicos que dedican sus mejores esfuerzos para vigilar nuestra salud; temporeros; jóvenes en paro (somos el país con mayor porcentaje de paro juvenil de Europa, casi un 40 por ciento, superando ya a Grecia, y donde los salarios de quienes tienen la fortuna de trabajar es ahora el 50 por ciento más bajo que hace cuarenta años); investigadores que se dejan las pestañas en distintos proyectos tendentes a mejorar el conocimiento humano; mujeres que se enfrentan a diario con su agotadora tarea doméstica…

Y así hasta que les llegó el turno a los futbolistas de la Roja. En ese momento me dio por pensar dónde se encontraría ese punto de excelencia capaz de colocarlos en un lugar privilegiado a la hora de administrarles la vacuna saltándose todos los protocolos al uso. ¿Quizás en la destreza para colocar un balón en la escuadra o en la avidez la que se embolsan miles y millones de euros que los hacen flotar en una burbuja ajena por completo a la verdadera realidad del país? ¿Acaso el resto de profesiones no son de interés?, me pregunté. ¿Acaso no representan a nuestro país? ¿Qué pasa con mucha gente a la que no le interesa el fútbol y que, por eso mismo, no se sienten identificados en absoluto con la selección?, continué preguntándome, aun a sabiendas de que si algún forofo leyera estas líneas no dejaría de proferir una sonora carcajada (no es descabellado pensar que para muchos hinchas el fútbol es más que una religión).

En algún diario nacional he leído que “El Gobierno recula y permite la vacunación exprés de la selección”. Cuando el fútbol se ha convertido en una poderosa industria, y la matriz de la misma está grabada sobre influyentes bases económicas, este “andar hacia atrás” (o “recular”) indica bien a las claras que faltan suficientes arrestos políticos para enfrentarse a quienes manejan un tinglado que busca, sobre todo, acrecentar, y cuanto más mejor, sus ganancias.

Lo dejó escrito Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero es don dinero”. Y, por lo visto, este Gobierno no ha olvidado esos versos del escritor del Siglo de Oro. Así nos va, que diría un castizo.

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