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Antón Saavedra

La Ministra derogó su promesa

Yolanda Díaz no para de vender su nueva reforma laboral, que para los trabajadores se queda muy corta

“Y al final se enamora” es un spoiler con el que podríamos arruinarle a más de uno la película después de comer. En la práctica, un spoiler es cualquier información sobre una parte vital de la trama de cualquier obra, ya sea una película, serie o libro, y no es lo mismo disfrutar de una serie sin ninguna información previa y disfrutar de los giros de la trama que saber de antemano que el asesino era el mayordomo. Por lo tanto, iniciaré mi análisis sobre la reforma laboral pidiendo disculpas a los lectores por haberles destripado el final de la película de Yolanda Díaz con repetidos spoilers.

La Ministra derogó su promesa

Esta “comunista”, cuya máxima hoja de servicios en su currículo ha sido la de presentarse como la hija de un antiguo dirigente sindical de CC OO en los astilleros gallegos, y cuyos méritos revolucionarios cuenta, hasta la fecha, con la pírrica cima de haber acuñado la “rompedora” expresión de “matria” y su reciente visita al Vaticano para entrevistarse con el Papa, que, la verdad, tras una campaña propagandística sin igual, le ha servido para encumbrarse sin saber siquiera por qué. Cuando uno pregunta por sus realizaciones para erigirse en esa mujer tan grande, rápidamente te hablan de “los ERTE” pandémicos, que, añade, se han aplicado en Europa incluso por parte de los gobiernos de la derecha financiándolos con una partida concreta de los Fondos de Recuperación de la UE.

Pues bien, hace solo unos días la ministra vociferaba en el congreso de CC OO que iba a derogar la reforma laboral de la derecha, ganándose la cerrada ovación del pandillerismo de liberados y amarillos allí congregados, sin olvidarnos de que también mucha gente honrada, pero aún confiada, compartía por las redes sociales tan esperanzadora promesa. Pero, no pasarían muchas fechas, cuando la ínclita comunista, después de toda una refriega entre ella y miembros de su Gobierno, confesaba en la televisión de la Sexta que “técnicamente” no habría derogación sino reforma de la reforma, para lanzar a continuación su particular jarro de agua fría, y dejarla, más o menos, como las reformas laborales de Zapatero y de Rajoy.

Pero, rompamos la pared del teatro, sabiendo que nada de esto era nuevo y que todos los miembros del Gobierno progresista PSOE-Unidas Podemos también lo sabían desde tanto tiempo mareando la perdiz. Porque los fondos europeos del chantaje europeo solo serían concedidos a cambio de flexibilidad para poder exprimir más y mejor a los trabajadores. Una sola pregunta antes de entrar en harina: Si el despido improcedente no va a volver a tener una indemnización de 45 días por año trabajado, ¿Qué es lo que se va a derogar entonces? ¿Los artículos puramente declarativos? Cualquiera sabe de la escasa antigüedad que acumula la clase trabajadora española, especialmente los jóvenes, que son los que encadenan el trabajo precario. Por lo tanto, si la indemnización por despido improcedente –33 días por año– no vuelve a ser sustancialmente diferente a la indemnización por despido procedente –20 día por año–, ¿qué más les da a los patronos contratar a todos sus trabajadores como indefinidos?

Es decir, lo que iba a ser una derogación de las reformas laborales de Zapatero y de Rajoy ha devenido en otra reforma que no hace sino revisar algunos artículos del Estatuto de los Trabajadores. Por otra parte, hablar de la reforma del mercado de trabajo en España viene siendo una constante a la vista de que no funciona ya que mantiene una cifra elevada de paro –la más alta de la OCDE–, unos salarios bajos y una precariedad y temporalidad elevadas. Todo malo sin mezcla de bien alguno, y frente a esos males unos proponen más libertad de contratación, más abaratamiento del despido, más relajación en las exigencias, y otro piden más control más reglamentación, más seguridad, resultando que, de las tres reformas acordadas, las mismas nos ofrecen un esquema de algún pequeño pasito adelante y otros muchos atrás, pero sin afrontar cambios radicales, es decir, más de lo mismo.

Qué duda cabe, para el Gobierno ha resultado todo un éxito este pacto alcanzado de la reforma, gozando del consenso social, aunque sea más aparente que real, pero, para la ministra Yolanda Díaz, significa todo un paso adelante en su objetivo de lograr el liderazgo de esa izquierda amable y neoliberal que viene orquestando. Y para el pandillerismo patronal y gubernamental significa la consolidación de su triste papel como poderes intermedios, bien conectados y financiados por el Estado, aunque sea traicionando miserablemente a la clase trabajadora que dicen representar.

Ahora solo falta por ver si la vicepresidenta Yolanda Díaz quiere seguir en el Gobierno de coalición o prefiere dimitir para dedicar el mayor tiempo posible a liderar y a dar a conocer su nuevo partido por toda España, con un discurso diferencial que ella califica de ‘transversal’ y en clara y directa competencia con Pedro Sánchez y el PSOE.

Pudiera gustarme el estilo de la Yolanda Díaz porque, si de lo que se trata es de vender los parches políticos de una mala imitación de la vieja socialdemocracia, lo hace sin el estridente histrionismo al que nos tenía acostumbrados el ínclito Pablo Iglesias –si lo que vas a vender es una falacia de igualdad social, mejor hacerlo sin exagerar y sin que se note tanto la distancia entre lo que vendes y lo que das–.

Es maja esta galleguiña, aunque todavía no se sabe muy bien si sube o baja por la escalera cuando te encuentras con ella de frente. La ven maja hasta los patronos, según ella misma nos ha confesado recientemente en la entrevista a todo lujo de “Yo Dona”, cuando declara que le da miedo, “porque soy un ser humano muy pequeñito y no tengo partido. Puedo estar en la mesa del diálogo social, discutiendo sin dormir y cediendo como cede todo el mundo. Eso me apasiona, pero relativizo bastante el resto de las cosas. Un día me dijo un empresario, y no voy a decir quién: ‘Queremos más ministros como usted porque es la que menos política hace del Consejo de ministros, y esa es la mejor manera de hacer política’. Me quedé impactada, pero te indica un poco lo que quiere la gente”. ¿Qué gente y de qué clase social son?

Señora vicepresidenta del Gobierno: En España hay 4,4 millones de trabajadores con contratos temporales, que representan el 25% de los asalariados, cuando la media de la UE está en el 13% de la población. Para empezar, el contrato temporal se podrá convertir en indefinido cuando un trabajador esté con ese tipo de empleo un tiempo máximo de 18 meses, en el periodo de dos años. Hasta la fecha, eran 24 meses en un periodo de 30 meses. Eso sí, el Gobierno se ha comprometido a aumentar los recursos de la Inspección de trabajo y de Seguridad Social para acabar con el tantas veces anunciado fraude en las relaciones laborales. Es decir, si el acuerdo no surtiera los efectos perseguidos, el madrugador triunfalismo del Gobierno carecerá de sentido porque terminará traduciéndose, más temprano que tarde, en un mayor desempleo.

En cualquier caso, el gobierno aún necesita recabar el apoyo de fuerzas como ERC, BNG o Bildu, tal y como lo ha dejado claro su máximo representante: El objetivo de EH Bildu pasa por modificar “de manera estructural” el acuerdo alcanzado y hacerlo tanto en el Congreso junto al resto de socios independentistas de Sánchez como en la calle de la mano de los sindicatos nacionalistas como ELA y LAB –mayoritarios en Euskadi con el 60% de representación–, muy críticos con un acuerdo en el que no han participado.

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