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Ernesto Burgos

de lo nuestro Historias Heterodoxas

Ernesto Burgos

Ecos de las cárceles españolas

El folleto escrito entre 1913 y 1914 por el anarquista Marcelino Suárez, que relataba las penurias que se pasaban en las prisiones de la época

Aquilino Moral fue y sigue siendo un referente para el anarcosindicalismo asturiano. Falleció el 16 de febrero de 1979 y hace pocos meses Miguel Ángel Fernández escribió su biografía que fue publicada conjuntamente por la Fundación Anselmo Lorenzo y la Fundación Andreu Nin. Tuve el honor de prologar esta edición y ahora la CNT de La Felguera me ha hecho llegar una copia de los fondos documentales que la familia encontró escondidos después de su muerte y entregó para su custodia al archivo del histórico del sindicato.

Se trata de recortes de prensa, recibos, panfletos y diversas publicaciones que conforman un conjunto muy interesante, con algunos ejemplares a los que yo hasta hora no había tenido acceso. Entre ellos figura el folleto "Ecos de las cárceles españolas", escrito por Marcelino Suárez y del que en los años 1913 y 1914 se distribuyeron 6.000 ejemplares para ayudar a la campaña pro presos que los anarquistas lanzaron por todo el país.

El autor sabía de primera mano cómo era la vida en prisión porque acababa de cumplir una condena, que en principio era de tres años, pero se había rebajado a la mitad por el buen hacer del abogado Eduardo Barriobero.

Marcelino Suárez Sánchez, fue un anarquista gijonés muy relacionado con la Escuela Moderna de Barcelona y los grupos de acción directa catalanes que de vuelta a su tierra propagó estas ideas tanto en el mismo Gijón como en la zona de Sotrondio donde trabajó. Seguramente Aquilino Moral lo conoció bien porque antes de 1913 ya había sido detenido al menos en ocho ocasiones en la cuenca del Nalón, una de ellas por negarse a descubrirse al paso de una procesión religiosa.

A las siete y media de la tarde del 24 de junio de 1910 hirió gravemente de un disparo al malagueño Domingo Orueta y Duarte mientras este esperaba el tranvía en la plazuela del Carmen de Gijón, cerca de las oficinas que había ocupado la Minera-Cántabro-Asturiana, que era un lugar en el que solían reunirse los patronos de esa villa.

Ya les he hablado de Orueta en otras ocasiones porque fue profesor de electrotecnia en la Escuela de Capataces e Ingeniero-Director de la Fábrica de Mieres desde 1889 y también por su amistad con Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón, que lo llevó a viajar a Egipto en 1924 para conocer el Valle de Los Reyes.

El caso es que en 1893 abrió su propia fábrica de forja en Gijón donde llegó a dar empleo a 200 obreros que se dedicaban a transformar planchas de acero de Duro Felguera en herramientas para abastecer a muchas minas de las Cuencas. Marcelino Suárez atentó contra él tomándolo como símbolo de los empresarios asturianos por lo que fue juzgado y condenado en Oviedo en diciembre de 1911.

"Ecos de las cárceles españolas" es una compilación de artículos publicados en las columnas de "El Libertario" de Gijón. Ahora les voy a hacer un resumen de lo que contienen sus 95 páginas porque en ellas se encuentran varios individuos y lugares que nos resultan muy próximos.

Tras una introducción en la que se habla del concepto de Justicia que mantenían aquellos anarquistas de principios de siglo, en el folleto se describe la penosa situación del penal de Figueras, donde se encontraba Santiago Alonso "Santiagón", quien había matado al cura de Peñerudes en un crimen que se calificó cuando fue juzgado el 30 de enero de 1905 como "el más sangriento que registra la crónica negra asturiana".

La información sobre este lugar se extrajo de una larga carta de este penado, antiguo minero en Turón, donde narró lo que sucedía en un siniestro departamento conocido como "La Siberia" al que se llevaba a los presos rebeldes para someterlos a las torturas más salvajes. Para no amargarles el café les citaré solo el ejemplo del pobre desgraciado Fabio García Acero "el Moreno", que había apuñalado a dos celadores de la prisión causando la muerte de uno de ellos, por lo que fue golpeado y clavado de manos y pies a unos maderos para arrancarle después los ojos y los testículos, a resultas de lo cual murió tras dos días de sufrimientos.

Pero "Santiagón" tampoco dudó en contar su propia experiencia cuando se enfrentó también a los mismos funcionarios con un formón sacado de los talleres: la pelea fue tremenda, primero intentaron detenerlo con palos y cuchillos, resultando varios heridos de gravedad, y después con sables, hasta que él se refugió en una letrina donde recibió cuatro balazos: uno en cada sien, otro en el brazo izquierdo y uno más en el costado antes de ser llevado a la enfermería en la que fue visitado por el mismo Eduardo Barriobero y un periodista entonces muy popular que firmaba sus crónicas como "el Duende de la Colegiata", dos personajes muy implicados por su apoyo al movimiento obrero de la época.

El capítulo dedicado a este castillo de Figueras es el más extenso del folleto "Ecos de las cárceles españolas" porque incluye los testimonios similares de otros penados. Tras él, Marcelino Suárez se detuvo en lo sucedido en la cárcel de Oviedo. Allí los internos habían protagonizado un plante para protestar por las malas condiciones de la comida que se transformó en motín hasta que se personó el juez de Audiencia Manuel Lacal para actuar como mediador, pero una vez que los presos volvieron a las celdas y el magistrado se fue, el director interino José Antonio Santamarina dio orden de sacar a los cabecillas y golpearlos rompiendo así su palabra pactada.

En Oviedo destacaba por su saña José Alonso Suárez, un funcionario corrupto que ya había dejado inútil a un recluso en Cangas de Onís y ahora se dedicaba a chantajear a los de esta cárcel. Entre sus malas artes figuraba el haber forzado el cese de un compañero que le caía mal acusándolo de facilitar en el mes de noviembre una fuga de otro personaje conocido de nuestras historias: Constantino "Turón". Pero se trataba de una mentira, porque lo cierto era que "Tantino" estaba allí desde el 22 de junio penando después de haber sido atrapado tras escaparse de la misma prisión (esta vez de verdad) rompiendo una pared y sin agredir a nadie. Sin embargo en aquel momento se encontraba amarrado a la pared, en una celda húmeda, enfermo y durmiendo sobre un petate tirado en el suelo, a punto de volverse loco e incapaz de volver a intentarlo.

En el folleto de Marcelino Suárez, que fue acompañado por centenares de firmas de reclusos de toda España, también se cuentan casos de las cárceles de San Sebastián, Gijón y Pola de Lena, pero solo tengo espacio para pararme en esta última, cuya existencia es poco conocida en la Montaña Central. En este caso se incluyó una carta dirigida al Director General de Prisiones firmada por tres presos que estaban cumpliendo condena y apoyada por otros diez hombres, ya en libertad, que deseaban denunciar ante el Juez especial las circunstancias que había vivido.

En la misiva acusaban directamente al responsable de la cárcel de Lena José García Ostelero (así aparece escrito su segundo apellido) porque "a la mayoría de los presos, tan pronto ingresan en la cárcel les pone una barra de once kilos pretextando malas condiciones de seguridad, pero estas, al parecer mejoran pagando cierta cantidad y a los que esto hacen les quita la barra y los dejan salir al patio". Este director también golpeaba personalmente a los reclusos y los obligaba a ir a misa, dándose el caso de que a un interno llamado Ramón González Lada, que se negó y estaba en el calabozo con una de esas barras, lo llevaron sin quitársela y a rastras entre cinco carceleros.

Según Marcelino Suárez, este jefe de la prisión estaba amasando una fortuna ya que daba un rancho intragable para poder vender después por su cuenta comida, vino, sidra, aguardiente, anís y café en el interior de la institución y cobraba veinticinco céntimos a quienes querían dormir en cama en vez de sobre un saco con hojas de maíz.

Desconozco donde estaba esta antigua cárcel, que según parece debía de ser un edificio notable para contar con patio, capilla y al menos media docena de empleados. Lo que sí he visto en "La Correspondencia de España" de 4 de marzo de 1915 es el anuncio de un Real Decreto creando la Junta de Construcciones para una nueva prisión en Pola de Lena y siguiendo esta pista he encontrado también en la "Gaceta de Madrid" que todavía el 19 de junio de 1926 por otra Real Orden se procedió a retirar y liquidar la fianza que para responder de dichas obras tenía prestada Eladio Cabeza Bobes.

En fin: "Ecos de las cárceles españolas" es un reflejo de nuestro pasado más oscuro y, como ya supondrán, Marcelino Suárez tuvo que volver a prisión por atreverse a publicarlo.

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