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Ernesto Burgos

de lo nuestro Historias heterodoxas

Ernesto Burgos

Pequeña historia del dragaminas "Nalón"

El buque más moderno de la Armada en su tiempo fue cedido por EE UU, y Langreo tuvo un especial protagonismo en su presentación en Gijón

Ya saben ustedes que Estados Unidos es un país donde prima el interés propio sobre todas las cosas. Su historia está llena de ejemplos donde quienes fueron en su momento enemigos de guerra pasan en pocos meses a ser aliados imprescindibles y lo mismo sucede con los vetos y las fobias. Siguiendo esta estrategia, en septiembre de 1953, Francisco Franco, el último dictador de la Europa occidental, dejó de ser un apestado para los americanos que dejaron entrar a España por la puerta de atrás de la comunidad internacional firmando los llamados Pactos de Madrid.

Hablamos de unos acuerdos por los que se iban a instalar aquí las bases aéreas de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, y la naval de Rota, a cambio de ayuda económica y militar. En una década, España recibió algo más de 1.500 millones de dólares en alimentos, productos de primera necesidad, carbón y armamento defensivo que en gran parte ya estaba obsoleto para el imperio americano, pero para nosotros era sumamente moderno.

La primera pieza que recibieron las Fuerzas Armadas fue un dragaminas costero bautizado como "Nalón" por la tradición de poner nombres de ríos a esta clase de buques especializados. Hoy quiero resumirles su historia porque supuso el primer paso del camino que nos ha llevado a jugar el papel que ahora tenemos en la OTAN. Con él llegaron, en 1954, el "Llobregat" y el "Turia"; en 1955, el "Júcar", el "Ulla" y el "Miño"; y hasta 1960, el "Ebro", el "Duero", el "Sil", el "Tajo", el "Genil" y el "Odiel" completando la docena de barcos que la marinería no tardó en llamar "patitos yankis" porque solían navegar en fila.

Pero el "Nalón" fue el pionero y por ello se convirtió en el emblema de la modernización de una Armada que todavía seguía utilizando los mismos buques de la guerra civil. Se trataba de un barco de la clase MSC-139 Bluebird, construido en los Astilleros "South Coast Co. en Newport", California, para ser transferido a la marina francesa hasta que el acuerdo con España cambio su destino.

Tenía 44,5 metros de eslora, 8,5 de manga y 3,2 de calado; iba propulsado por dos motores diesel Packard 600 cv, con una velocidad máxima de 14 nudos y una autonomía de 3.900 millas; estaba dotado con un radar de navegación, un sonar buscaminas y un equipo de rastreo para explotarlas, y armado con 2 cañones AA de 20 mm y 2 ametralladoras de 12,7 mm en montajes dobles. Y aunque se botó el 22 de noviembre de 1952 no se dio por finalizada su construcción hasta el 1 de febrero de 1954.

Dos semanas más tarde la Marina Española lo recibió en el puerto de San Diego colocándole el numeral de costado M-21. Tras seis meses de adiestramiento en aguas estadounidenses ya pudo viajar hasta El Ferrol con su comandante, el teniente de navío Luis de la Sierra Fernández, tres oficiales y treinta y dos marineros. Vino formando parte de una pequeña flota integrada por más buques que se habían construido en Norteamérica para otros países aliados y la travesía por los océanos Pacífico y Atlántico duró cincuenta días.

El flamante dragaminas se convirtió en su símbolo de la aceptación del franquismo por la comunidad internacional, así que se cuidaron todos los detalles de su entrada en servicio. Debido a su nombre se decidió que en la ceremonia de abanderamiento tenía que participar el concejo más destacado del Valle del Nalón y por ello se encargó al Ayuntamiento de Langreo la confección y entrega de la enseña en el puerto de El Musel.

El barco arribó en la madrugada del domingo 27 de junio de 1954 a Gijón con la misma tripulación que lo había traído de América y su comandante se dedicó los días siguientes a visitar la comandancia militar de Marina y el Ayuntamiento, cumplimentar a las autoridades y preparar los actos que se fecharon para el 1 de julio.

Cuando llegó ese día, en el espigón preparado al efecto había una nutrida representación langreana, con la corporación en pleno, presidida por su alcalde don Joaquín Miranda y su mujer doña María Alegría quien ejerció como madrina de la ceremonia, secundada por la esposa de uno de los tenientes de alcalde. Junto a ellos, el secretario del Ayuntamiento don Gregorio Llanes de Aurre, el párroco de la villa don Dimas Campón y la Banda de Música de Langreo amenizando la mañana con una selección de marchas militares.

La prensa contó que solo se había permitido acceder al barco a las personas invitadas oficialmente, pero tampoco habría podido ser de otra manera porque el listado de autoridades fue muy nutrido: los gobernadores civil y militar, el juez decano, dos generales y muchos oficiales, el inefable jefe provincial del Movimiento, Francisco Labadie Otermin, con su corte de camisas azules, el alcalde de Gijón con mandos locales de todo tipo, ingenieros del puerto y comisarios de Policía.

A las once y media de la mañana todos ellos asistieron con reverencia a una misa de campaña celebrada por el capellán del Regimiento de Infantería de Simancas don Claudio Pérez, en un altar habilitado en cubierta con una imagen de la Virgen del Carmen, y acto seguido se procedió a la bendición de la bandera que fue izada en el mástil del castillo de proa.

A continuación, el alcalde de Langreo se dirigió a la muchedumbre congregada en el malecón pronunciando unas palabras muy elocuentes en las que quiso resaltar que la entrega de la bandera no era un acuerdo protocolario de su Ayuntamiento, sino que respondía al sentimiento unánime de todo el Concejo para rendir su homenaje a la gloriosa Marina de guerra española.

Luego ofreció al comandante de la nave una magnifica placa de plata, cincelada, con escudos de oro y esmalte finos, confeccionada en los prestigiosos talleres de orfebrería de don Luis Menéndez, de Oviedo, y el comandante correspondió dándole a la gentil esposa del alcalde y madrina del acto un ramo de flores y una hermosa pulsera, también de oro, con una dedicatoria alusiva.

Desde aquel momento el "Nalón", con aquellos tripulantes que se habían ejercitado en aguas del Pacífico y entre los que curiosamente no había ningún asturiano, se convirtió en el buque de guerra más moderno de la Armada. Aunque los asistentes al abanderamiento no tardaron en observar una característica que parecía contradecir este extremo y por ello hubo que explicarla públicamente: su casco no era metálico sino de madera de pino de Oregón pintada de gris.

La razón estribaba en quitarle cualquier pieza que pudiese activar las minas magnéticas para que de esa forma su sistema de desmagnetización de bovinas no tuviese fallos. Porque la novedad consistía en que no solo estaba preparado para rastrear minas de orinque como los dragaminas antiguos, sino también magnéticas y acústicas.

A partir de 1960 la Armada dividió la dotación de dragaminas en tres escuadrillas, una por cada zona marítima y el "Nalón" quedó integrado en la 1ª con base en Cádiz hasta que en mayo de Mayo de 1971 todos los dragaminas de su clase se agruparon en la del Mediterráneo con base en Porto Pi, en la isla de Mallorca.

Afortunadamente nunca llegó a entrar en combate, aunque participó en decenas de maniobras por todas las costas españolas hasta que en 1980 fue incorporado a la Patrulla de Vigilancia de Zona con base en Marín con la misión de controlar el litoral cantábrico y particularmente la costa vasca dentro del plan antiterrorista de la época. Entonces se cambió su numeral a PVZ-51, conservando su equipo de rastreo de minas.

Cuando en 1993 el viejo buque no pudo más se le dio de baja, pero más tarde la Armada española decidió que aún podía rendir un último servicio y lo cedió para que sirviese como arrecife artificial en la costa murciana. El 6 de Junio de 1999 fue hundido en la Bahía de Mazarrón donde reposa desde entonces en un fondo arenoso a 35 metros de profundidad.

Durante dos décadas se convirtió en un escenario señalado para los submarinistas que se atrevían a descender y penetrar en el pecio para visitar los camarotes y la distribución interior, pero también la rica fauna marina que lo eligió como hábitat. Dicen quienes lo han visto últimamente que ya es solo un fantasma comido por el tiempo y el ataque de la sal. No sé si conocen aquel dicho de los antiguos astrónomos: "Lo mismo es abajo que arriba". Me temo que el dragaminas "Nalón" es ahora como un reflejo del valle que le dio su nombre.

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