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Biografía

La biblioteca de Calvo-Sotelo

Un perfil intelectual del que fuera presidente del Gobierno a través de sus libros

La biblioteca de Calvo-Sotelo

Hay muchas recetas que, dicen, sirven para conocer a un ser humano. Una, que rara vez la veo puesta en práctica, es conocer su biblioteca. Ver los libros que ha leído, y no ha leído, a lo largo de su vida.

Hay que agradecer a Pedro Calvo-Sotelo, diplomático ilustre, hijo de Leopoldo Calvo-Sotelo, el que se haya atrevido a enfrentarse con la figura de su padre a través de su biblioteca: Leopoldo Calvo-Sotelo. Un retrato intelectual. Y haya tenido, además, la feliz iniciativa de encomendar a destacadas personalidades el comentario de cada una de las secciones en las que ha dividido la copiosa biblioteca, por encima de los diez mil títulos: política, economía, filosofía, teología, biología, matemática, geografía, música, prensa. Porque de todos esos temas leía Calvo-Sotelo. Con dos grandes amores-intereses: la obra de Ortega y la teoría de la relatividad.

No es corriente que una persona de vida tan activa como Calvo-Sotelo pudiera manejar tantos libros, en tan variadas materias. Unas pinceladas de esa vida: nace en Ribadeo en 1926. A los 7 años pierde a su padre. A los 10 años vive la tragedia del fusilamiento de su tío, el político José Calvo-Sotelo, uno de los desencadenantes del estallido de la guerra civil. Estudia ingeniería de caminos en Madrid, y comienza su vida profesional en el mundo de la empresa, ligado al entonces Banco Urquijo. Veinticinco años de empresario. En 1975, recién fallecido Franco, su vida cambia en horas no veinticuatro, sino doce: recibe una llamada de Carlos Arias por la tarde para que sea ministro la mañana del día siguiente en el primer gobierno de la monarquía. Llegará a presidente del gobierno, en 1981, lidiando con las consecuencias del 23-F.

Perderá las elecciones de 1982. A partir de ahí, desempeñará diversos puestos y situaciones, aunque para qué engañarse: un señor o señora que ha presidido un gobierno, o un estado, me temo se convierte inevitablemente en «ex». Situación tan definida como indefinida, nada fácil de llevar con elegancia. Debe ser tremendo que cuando más experiencia tienes, y las energías te acompañan, te encierren en la jaula dorada de las conferencias, comités y encargos honoríficos, te conviertan en jarrón decorativo de cenas, fundaciones y saraos, en opinador al que se suele escuchar, en definitiva, con cierta indulgencia. Todavía más si ha perdido unas elecciones. Calvo-Sotelo fallece en mayo del 2008.

El libro nos permite, en primer lugar, conocer la aventura intelectual de Calvo-Sotelo. Surge un personaje inteligente, irónico, con sentido del humor, punto este que creo quedó oculto en su vida pública. Culto, concepto que aborda Álvaro Delgado-Gal, prologuista del libro. Cultura enciclopédica, al que únicamente parece no atraer la novela.

Pero hay mucho más en el libro. Nos trae las lecturas, el retrato intelectual de una generación. Lo que pudieron leer algunos de aquellos españoles. Hay libros eternos. Y hay autores que marcan una época, que son imprescindibles en ese momento, citados hasta la saciedad, y que sin embargo, unos años más tarde, desparecen del interés general, o al menos se opacan. ¿Quien habla hoy de Teilhard de Chardin? ¿O del propio Ortega? ¿ Desde cuando no han oído citar a Carlos Marx? Llama la atención la independencia de criterio de Calvo-Sotelo, la distancia que sabe tomar de sus propios amigos intelectuales y personales. Capaz de señalar las, para él, lagunas de su admirado y bien leído Ortega: su no conocimiento de la teología, de las ciencias matemáticas o de la música. Amigo de Platón pero más amigo de la verdad.

Hay en el libro claves que ayudan a entender lo que es España. Por ejemplo, de ese espacio político que es el centro derecha, en el que navegó Calvo-Sotelo. Se autoconfiesa no democristiano, aunque fuera cristiano, aunque tuviera grandes amigos y visitara de joven la influyente ACNDP («los propagandistas»). «En el diario " Ya" son feas hasta las novias del huecograbado». Calvo-Sotelo no es del Opus Dei («fenómeno interesante y estéticamente tan poco atractivo»). No es falangista. Sobrino del «protomártir», casado con la hija del Ministro de Educación de Franco Ibáñez Martín, más tarde embajador en Lisboa, tampoco es del Movimiento. En su juventud es monárquico de Don Juan, Don Juan III izquierda, que decían los franquistas queriéndolo marcar políticamente.

Un centro derecha culto, integrador, con los pies en la realidad económica y social, profesionalmente activo y exitoso. Tendiendo puentes. Que participa sin reservas en la transición; que, no le demos vueltas, sin ellos no hubiera salido. Mucho ha cambiado España. Entonces una persona capaz podía pasar de la empresa a la política en horas veinticuatro: «Hoy es distinto: se mete uno en el partido, en el camino clásico, las asambleas provinciales, las locales».

Calvo-Sotelo es consciente de su pobre imagen en el mundo mediático: «He tenido siempre poca mano izquierda con la prensa». «Creo que eso de que he sido un pianista bastante aceptable es la única cosa buena que han inventado de mi los periodistas». Invento que le costó un disgusto, según propia confesión: «Helmut Schmidt era canciller de Alemania cuando yo era presidente del gobierno. Me invitó a Bonn, donde estaba entonces la capital política de Alemania. Al entrar en un salón vi con terror dos pianos. Me dijo: "He traído la partitura de un concierto de Mozart a dos pianos, te dejo a ti el piano fácil". Le dije: "Yo no toco el piano". Me respondió: "Pero si lo han dicho todos los periodistas". Le contesté: "¿Pero tu crees todo lo que dicen los periodistas?"».

Católico, comentaba a la vuelta de misa, con sus hijos, las homilías. Supongo que, o elegía bien las misas, o lo debía pasar mal : «A mi me costó muchas noches de vigilia saber qué es la fe católica?En gran parte mi decisión de leer viene de ahí».

Resultan magníficos los estudios de Olegario González de Cardedal y de Ángel Cordovilla.

«La política convierte en desierto todo, no se puede leer más que el BOE. Cuando dejé de ser presidente del gobierno se me había olvidado leer? Yo me equivoqué al pensar, cuando perdí las elecciones: ahora voy a leer. No es que no leas: es que no sabía leer? Se me ocurrió una fórmula grotesca, pero efectísima, para volver a leer: empecé como un chico de diez, doce, catorce años: por El Coyote o Salgari. Y sí, reaprendí a leer».

Y ¿su convivencia política con Adolfo Suarez, tan distinto a él? Suárez le decía: «A ti te interesan muchas cosas?a mi no me interesa nada más que la política, si dejo la política me voy a morir». Calvo-Sotelo, admiraba y quería a su predecesor. «Suárez no ha perdido el tiempo leyendo, el tiempo que yo he pasado leyendo millares de horas?Suárez andaba hablando con la gente, que es lo que tiene que hacer un político».

Muchos retratos, y muchas claves en esa biblioteca.

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