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FilosofÍa

Santayana dialoga de tú a tú con Demócrito, Sócrates y Avicena

El filósofo, contemporáneo de Ortega y Unamuno y amigo de D'Ors, tiene trazas de pragmatista y de materialista próximo al "naturalismo" de Spinoza y es un nómada de la razón a la vez norteamericano y español

Santayana dialoga de tú a tú con Demócrito, Sócrates y Avicena

Jorge Santayana (1863-1952) es conocido por haber entrado, entre los más grandes, en el panteón de la filosofía nacional estadounidense, el pragmatismo americano, el primer pensamiento estructurado que creó ese naciente país, al lado de Charles S. Peirce, William James y John Dewey. Lo que suele aparecer muy en un segundo plano es su carácter de filósofo español. Entre los méritos de esta edición de 2014 encontramos el prólogo de Manuel Garrido y su vindicación por recuperar para la cultura española a este contemporáneo de Unamuno y de Ortega que fue amigo personal de Eugenio D'Ors.

Estudiante primero y luego catedrático en Harvard, su filosofía crece dentro del caudal pragmatista en el que se desenvuelve y para algunos es su exponente supremo. Se integró, sin duda, dentro de la filosofía más potente de su contexto existencial; sin embargo, trascendió a la vez esa integración: no se nacionalizó americano, pasó a vivir la segunda parte de su vida en Europa, conservó siempre su pasaporte español, pero escribió en inglés. Es decir, como Juan Luis Vives (1492-1540) o como José María Blanco White (1775-1841), se comportó como un "español errante", una de esas almas cosmopolitas, un hijo de la razón que sin perder sus raíces vistió, en definitiva, un traje transfronterizo.

Su obra filosófica más relevante la encontramos en los cinco tomos de La vida de la razón. En ella construye su visión naturalista de la realidad y muestra cómo desde cierto materialismo puede accederse a explicar la cultura espiritual, sin contradicción, una vez que ese materialismo se vuelve no reduccionista, porque la materia contiene el espíritu y la vida. La materia sería la única sustancia (en la línea spinoziana de la Natura naturans), pero no se impondría como la exclusiva entidad, porque hay otras realidades derivadas.

Los sistemas de ideas, como mapas posibles de la realidad, están llamados a influir en otros y también a ser superados. Con todo, los grandes autores pasan a perdurar en ocasiones por sus obras secundarias, en cuanto estas siguen siendo referentes insustituibles. Y éste es el caso, creemos, de estos Diálogos en el limbo, que son una lección magistral sobre las filosofías de Demócrito, Sócrates y Avicena, expuesto en un estilo literario lleno no sólo de argumentos conceptuales bien trabados sino también de metáforas, símbolos, alusiones mitológicas y un profundo conocimiento de la cultura grecolatina y de la tradición aristotélica.

La forma dialogada que elige para la exposición de su pensamiento se sitúa entre las mejores muestras de la literatura filosófica universal. Son interlocutores que dialogan entre iguales, distanciándose en esto de la estrategia de la disimetría final adoptada por la mayoría de escritores, como sucede en Tres diálogos entre Hylas y Filonus de Berkeley o en Diálogos sobre la religión natural de Hume o en el Banquete de Platón.

El enclave que elige Santayana para exponer su visión de estos filósofos es el Limbo, un lugar simbólico donde las sombras de quienes mantienen todavía el eco histórico de sus ideas pueden seguir dialogando. Pero no visita el lugar de los muertos como quien analiza profesoralmente una filosofía ajena sin más, sino como quien aspira a desarrollar la suya propia a través de ese fondo histórico de ideas afines. Por eso Santayana se introduce a sí mismo como interlocutor, en la persona del Extranjero, un vivo que viaja a la región de las Sombras para dialogar con Demócrito, Sócrates y Avicena, y con los otros personajes secundarios, encargados de introducir las notas escéptica o relativista o sensualista: Arístipo, Alcibíades, Dionisio de Siracusa. Quizá lo mejor de estos diálogos sea esa tensión que se va construyendo entre las "verdades" del mundo antiguo y la necesaria reformulación que es preciso hacer desde la contemporaneidad. Doble esfuerzo literario filosófico, explicar la filosofía ajena a la par que se desarrolla la propia, estrategia que también adoptó con éxito Deleuze, lo consigue Santayana excelentemente en estos "Diálogos en el limbo".

Alegrándonos por esta edición que hoy comentamos, sería también una muy buena idea que una editorial con amplitud de miras retomara otras obras suyas como, por ejemplo, las ediciones de 1936 y de 1981 (Edhasa) de El último puritano, ya agotadas, novela de este escritor "nómada de la razón universal", monumental proyección literaria de su filosofía (en palabras de Manuel Garrido), que en los años en los que España se batía en su guerra civil llegó a ser un best-seller. Podría ser un excelente espejo en el que mirarse para seguir reconociendo quiénes somos o quizá para seguir buscando quiénes debemos ser.

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