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Arte

Elías, ahora el paisajismo ignoto

Pintura más de meditaciones que de sensaciones, se hace más oscura, profunda y enriquecida de elaboración plástica

Obras de Elías en la galería Gema Llamazares de Gijón.

En septiembre del 2012, y con ocasión de la anterior exposición de Elías en esta misma galería, comentábamos aquí la convivencia de diferentes planteamientos plásticos entre las obras presentadas en aquella muestra, incluso apuntándolo ya desde el título: "Elías, tres líneas de creación y un verso suelto". Dejemos ahora el verso suelto al margen, y también una de aquellas líneas a las que entonces se aludía para centrar la atención en las otras dos, entre las cuales perece haberse venido consolidando en los años transcurridos una evolución, por lo demás muy coherente como siempre ha sucedido en la destacada trayectoria de este artista, en la obra de un pintor fiel a su estilo pero al mismo tiempo amigo de profundizar en su pintura haciendo de ella expresivo reflejo del sentimiento creativo de cada momento.

Lo más evidente y significativo de esa evolución está en el tratamiento plástico, pero también, o como consecuencia, en la referencia temática. En líneas generales la pintura de Elías tiende ahora al oscurecimiento y, por otra parte, en la aplicación de la materia parece haberse producido un punto como de secado o solidificado en cierto modo, hasta el punto de que aún siendo en lienzo las superficies parecen siempre tablas. Aquella "huella de agua" que diera título a la exposición de Elías en el Palacio de Revillagigedo en el 2005, punto culminante quizá de su larga y bien conocida época veneciana, desaparece o se hace menos perceptible, y con ello también las grandes áreas de color flotante, atmosférico, evanescente, la pintura inundante- y fluyente perteneciente a una poética más cercana a la abstracción lírica que, como se ha dicho, al expresionismo abstracto.

Digamos que el cuadro se vuelve ahora más austero, quizá también más profundo y se enriquece considerablemente en lo técnico, en las incidencias pictóricas, raspaduras, veladuras, manchas, trazos, encuentros y desencuentros texturales y cromáticos. Una concienzuda elaboración de la superficie, compleja epidermis rica en matizaciones y armonías tonales, (quizá más debido ahora a meditaciones que a sensaciones) por parte de quien siempre ha sido un consumado maestro en estos menesteres y retoma más morosamente el gusto por la expresividad de la materia que nunca ha estado ausente pero que en este momento se acerca más a anteriores épocas de mayor identificación con la pintura informalista. Y no sé si en todo esto tendrá algo que ver la propia peripecia vital del artista, el transcurrir del tiempo, el pensamiento, el silencio, la concentración, lo que sé es que no se debe al mero formalismo.

Por otra parte, la simbólica referencia paisajística se mantiene, aunque no así, o no siempre, la estructura compositiva, más irregular y compleja, incluso en ocasiones con interesantes sugestiones que pueden llevar a lo onírico y en todo caso referencias a imágenes ignotas, desconocidas antes de ser creadas, todo lo cual parece adecuado correlato conceptual del propio tratamientos pictórico. Una muy interesante exposición que aporta novedades en la obra de Elías y despierta la curiosidad por el futuro, lo que significa vitalidad.

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