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Cuando la amiga imaginaria se vuelve de carne y hueso

Única chica entre diez hermanos, es muy probable que la inglesa Edith Olivier (1872-1948) compartiese su intimidad en la infancia con una amiga invisible. Olivier, emparentada con el célebre actor, tardó muchos años en publicar su primera novela, aparecida en 1927. Pero fue una bomba. Y la consagró. No es de extrañar, porque una cosa son los inocentes amigos invisibles y otra, muy diferente, la peripecia de la protagonista de Querida niña. Una solitaria y anodina mujer de algo más de 30 años se ve sumida en la más completa soledad a la muerte de su madre. A su alrededor hay criados y una vida confortable, pero nada más. De modo que un día se le viene a la cabeza Clarissa, la niña imaginaria con la que entretenía sus ocios de infancia. Clarissa irrumpe con tal fuerza que hasta es visible para los demás, pero su resurrección da peligroso cuerpo a todo aquello que ella no ha podido ser. Estremecedora.

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