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Una carrera rota en lo mejor

En el ambiente de privación de la postguerra consiguió seguir su formación en Alemania y allí se abrió un mundo nuevo para él, quedando poco a poco atrás el pianista y naciendo el director de orquesta. Impulsa la Orquesta de Cámara de Madrid y graba en disco más de ochenta zarzuelas, trabajos que, a día de hoy, continúan siendo de referencia para el género. Luego llegaría la titularidad en la ONE y, poco a poco, su presentación con la mejores orquestas europeas, algo nunca visto hasta entonces con otro maestro español. Fue, además, pieza clave en la creación de los Festivales de Granada y Santander, pensados al modo de las más relevantes citas europeas. De hecho, en la plaza porticada de la capital cántabra llegó a dirigir el ciclo de las sinfonías beethovenianas que movilizó a miles y miles de aficionados y que todavía se guarda en la memoria de la ciudad como un hito. Toda su vida, recogida en este estudio con pulso novelístico, estuvo marcada, además, por una salud frágil que no le impidió seguir firme en sus objetivos. A su muerte, recogida en los más importantes periódicos europeos, el diario francés "Le Figaro" escribió: "A los 44 años había conquistado un lugar de privilegio en primera fila de los directores internacionales". De hecho, ya tenía cerrado su contrato para ser titular de la Orquesta de la Suisse Romande en Suiza. No pudo ser y, de este modo, quedó interrumpida una trayectoria que apuntaba a lo más alto y que, probablemente, hubiera dado otro peso a la música española de la segunda mitad del siglo XX.

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