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Cuentos bananeros del hombre de los finales imprevistos

En sus apenas 50 años de vida, William Sidney Porter (1862-1910), a quien la posteridad conoce como O. Henry, escribió muchas decenas de relatos y trasegó notables cantidades de alcohol. Esto último sólo le importó a su hígado, que lo abandonó, y a su segunda esposa, que también decidió poner tierra por medio. En cuanto a los relatos, eslabón necesario entre Poe y la fértil cosecha de cuentistas que EE UU ha alumbrado en los últimos cien años, atesoran dos grandes virtudes: son un finísimo reflejo de su época, en particular de la ciudad de Nueva York, y llevan al extremo el subgénero del "final imprevisto". Repollos y reyes (1904) es el primero de los trece volúmenes canónicos de historias de O. Henry y en él se consagra la expresión "república bananera". No en vano transcurre en Anchuria, o sea, en Honduras. Pero todo eso es anécdota ante el placer que genera leerlos. Porque un grande es un grande.

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