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Rafa Rollón, las interferencias como nueva noción espacio-temporal de la pintura

A partir de la figuración, estimula la vivencia espacial, tan rechazada por la planitud pictórica de algunas vanguardias

Obra de Rafa Rollón en la galería Cornión.

Rafa Rollón ha demostrado ser pintor capaz de expresarse con acierto en muy diferentes y personales territorios creativos y también de apostar por la investigación plástica y por el riesgo que el exponer su resultado comporta. En los últimos tiempos, y coincidiendo con una mayor dedicación a la pintura, ha introducido en su obra figurativa una curiosa y muy singular perturbación en la imagen que también da título a la serie que la unifica: "interferencias", porque efectivamente remiten a las alteraciones que en ocasiones perturban la comunicación audiovisual, especialmente en las pantallas de televisión. Aún cuando tenían todo al aspecto de ser obras experimentales las que de esta serie presentó anteriormente a distintos certámenes, interesaron y mucho, hasta el punto de ser seleccionadas o premiadas, lo que supongo decidió al artista a presentar la actual exposición, con pinturas ya más y mejor elaboradas y con mayor entidad plástica.

El interés de esta experiencia es bastante lógico si pensamos que el espacio en el que vivimos y nos movemos es también el elemento más misterioso y estudiado de la pintura. Arcano insondable, un famoso artista lo calificó de agujero negro y cuenta David Hockney que su hermana le dijo una vez: El espacio es Dios. Son muchos los artistas que se plantearon alguna vez nuevas maneras de concebirlo o representarlo, pero en su caso Rafael Rollón lo reinventa al plantear una nueva conceptualización espacial. Crea un espacio imaginario en el que además hace confluir con otras imágenes la dimensión del tiempo, y hay pocas cosas que den más de sí para la pintura, en lo onírico o metafísico, que eso. En su pintura las interferencias son como fantasmas que aparecen llegados de otros tiempos, otros sucesos y otros territorios para coincidir en lo que es más un espacio que un lugar.

Para explorar estas nuevas experiencias espaciales y transferirlas al espectador, Rollón necesitaba lógicamente transfigurar su pintura y la naturaleza física del paisaje, lo que por otra parte le permite plantearse una forma novedosa de trascender la realidad descriptiva convencional para llevarla a una expresión plástica más personal y creativa. Congela la acción para enfatizar la ausencia de movimiento, lo que caracteriza también a las interferencias tecnológicas, fragmenta la composición que puede hacerse parcialmente borrosa y oscilante y más compleja también tanto plástica como conceptualmente, al hacer coincidir planos, escenas e historias diferentes. A partir de ahí, podemos jugar a adivinar de dónde proceden las interferencias, si de la novela negra, de películas de Hitchcock, de otras realidades o historias de la vida, o también podemos preguntarnos, como hace el propio Rollón, si será que el mundo es efímero, cambiante e instantáneo a un clic, pero lo cierto es que esta nueva pintura suya estimula la vivencia espacial, que había quedado tan invalidada por la mayor parte de la vanguardia con su alabanza de la planitud pictórica, modificando su noción a partir de la pintura figurativa.

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