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Historia

Españolismo e industrialización en la Cataluña del XIX

Joan Lluís Marfany desentraña el origen del proyecto nacionalista de la burguesía catalana desarrollado con visión mercantil

No sólo los independentistas convencidos, sino cualquier ciudadano catalán de a pie, sometido a una propaganda oficial y a un adoctrinamiento escolar de cuatro décadas, afirmará rotundamente que el nacionalismo español privó a Cataluña de sus libertades "constitucionales" a raíz de la Guerra de Sucesión, oprimió su lengua hasta conducirla a una situación de absoluta diglosia y vampirizó su próspera economía. La mayoría de los catalanistas sostienen que todo ello, en líneas generales, continúa ocurriendo actualmente: negación por el Estado del derecho a decidir del pueblo catalán, inferioridad numérica de la población estudiantil de lengua materna catalana y expolio fiscal. Hasta los más eminentes historiadores catalanes se han convertido en turiferarios cortesanos de la demagogia separatista.

Por fortuna, hay excepciones. Joan-Lluís Marfany, por ejemplo, ha publicado recientemente una obra profundamente desmitificadora: Nacionalisme español i catalanitat (1789-1859). Cap a una revisió de la Renaixença, Edicions 62, Barcelona, 2017, 950 páginas). Marfany, profesor de la Universidad de Liverpool desde 1972 hasta su jubilación en 2008 y autor de estudios tan relevantes como La cultura del catalanisme: el nacionalisme català en els seus inicis (1995), La llengua maltractada: el castellà y el català a Catalunya del segle XVI al segle XIX (2001) y Llengua, nació y diglòssia (2008), dedica este nuevo y monumental estudio a la relación entre las identidades española y catalana durante el período analizado. Sobre la base de un exhaustivo acopio de material documental, sostiene que, dentro de la muy abundante producción de textos (periódicos, libros, folletos) en defensa de los intereses industriales de Cataluña --primero en favor del prohibicionismo y más tarde del máximo proteccionismo arancelario--, coexisten el nacionalismo españolista y la exaltación de la excepcionalidad económica catalana, respecto de las demás regiones españolas, como reflejo de la mayor predisposición, aptitud y laboriosidad de las gentes del país.

La Nación española como sujeto político-espiritual aparece, en Cataluña y en el resto de España, durante la Guerra de la Independencia y explota abiertamente durante el Trienio liberal. El liberalismo español es, plena e inseparablemente, nacionalista. También acabaría por serlo el propio carlismo. Pues bien: en cuanto al españolismo y a la lengua "nacional", señala Marfany que el castellano era, a todos los efectos importantes, la única lengua de la literatura culta en Cataluña. Y puesto que en los umbrales de la época liberal, España, vista desde Cataluña, era una nación a construir, divulgar la literatura en lengua castellana, convertida en literatura nacional, parecía uno de los procedimientos más adecuados para hacerlo. Es más: no sólo la literatura castellana no sufría rechazo o desinterés alguno, sino que era para todos los catalanes la "literatura nacional" propia. En tal sentido, conviene retener esta significativa observación del profesor Marfany: "De manera semejante, aunque todos en Cataluña, sin distinción de clases, continuaban hablando en catalán y eran plenamente conscientes de que el castellano no era la lengua materna de los catalanes, de que habían de hacer el esfuerzo de aprenderla y de que muchos la sabían imperfectamente o no la sabían en absoluto, nadie dudaba de que ésta no sólo era la legítima lengua "nacional", sino también la lengua propia; poniendo así de relieve el peligro de adoptar, como hacen los nacionalistas [catalanes] actuales, este concepto [el de lengua propia] como principio fundamental de la defensa de la lengua [catalana]". Lejos de ser, añade más adelante, las lenguas "propias" las que hacen a las naciones, es el nacionalismo el que dicta cuál es la "lengua propia".

Así que en esta obra se expone con todo lujo de detalles que el patriotismo de la sociedad catalana de la época, vocinglero, acaparador e incluso histérico, era enteramente español. Los catalanes, sin dejar de serlo, sin olvidar su pasado ni renegar de él, habían desarrollado en el curso de la primera mitad del siglo XIX una ideología nacionalista española, plenamente interiorizada por las clases dominantes y subalternas urbanas y sin competencia alguna por parte de las clases subalternas rurales. Al mismo tiempo, sin embargo, y de manera inseparable y perfectamente compatible, la burguesía, auxiliada por un emergente sector intelectual, había ido elaborando un regionalismo que alcanzaría su plena eclosión a finales de la década de 1850 y que conllevaba un sentimiento de superioridad intraespañola más que rayano en el supremacismo, aunque Marfany nunca emplee semejante término.

El nacionalismo españolista de la burguesía catalana no resultaba fingido ni estrictamente instrumental. Por supuesto, poseía un fundamento económico, pero no se reducía a la mera lucha política por el arancel. Dicho con Josep Fontana, desde el momento de la "quiebra de la monarquía absoluta", la burguesía catalana elaboró un proyecto político y económico ambicioso, el de la construcción del mercado nacional español, y luchó por imponerlo. Otra cosa es la incomprensión e indiferencia que fuera de Cataluña encontró el nacionalismo económico de su burguesía, y, según Marfany, la oposición total entre su modelo de capitalismo y la concepción especulativa que al respecto tenía el conglomerado social de grandes terratenientes y hombres de negocios que constituía la clase dominante de la política estatal.

Un libro de primera categoría, en suma. Marfany escribe además de forma clara, amena y hasta desenfadada.

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