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Autobiografía

Las páginas de la memoria

José María Álvarez hace un recorrido por su vida en Los decorados del olvido

José María Álvarez.

""La lealtad que mi alma guarda a determinados paisajes, rostros, libros" escribe el poeta José María Álvarez, ( Cartagena, 1942) , algo que se ejemplifica perfectamente en sus memorias Los decorados del olvido, publicadas por primera vez en el 2004, reeditadas, aumentadas y corregidas ahora. El poeta Novísimo entabla un bello diálogo con la literatura y la vida, entre su pasión libresca, los paseos por Venecia impregnados de estampas pictóricas y la fragancia atrayente de la mujer. La pequeñez y grandeza de saber contar una historia como una visión crepuscular del mar.

Los decorados del olvido se inicia con una sentencia elocuente de su autor: "La vida es una broma estúpida", un poso de amargura que se irá borrando a medida que el lector avanza en la energía y sinergia de sus páginas."No creo en esa amargura. Desde luego la vida tiene mucho de broma, de broma pesada, y muchos momentos estúpidos. Pero si hay algo en el libro, creo que es Vida, exaltación de la vida. Gusto por vivir. Y agradecimiento", aduce el escritor murciano.

En la obra se encuentran devociones, admiraciones y fobias, que configuran la educación sentimental del poeta, que no separa ese territorio de la misma existencia. "Yo no creo que haya una vida pareja, en ese sentido", explica, "creo que un escritor no es otra cosa que eso: un escritor. Y todas sus horas cristalizan en el mismo afán. Lo que sí hay es aquello que Borges decía de "yo me dejo vivir para que el otro teja su Literatura"".

Del mismo modo no desvincula la vida privada de un escritor de su vida pública y literaria, en sus propias palabras."Un escritor no es nada fuera de ese escritor. Claro que le suceden, desafortunadamente, situaciones, muchas acaso, que no tienen que ver con la escritura, que incluso son enemigas de esa dedicación. Pero el mundo en el que vive es solo el del escritor. Lo que escribe, y lo que lee, sobre todo lo que lee; y el arte que contempla, y lo que puede saciarle en la vida, desde el placer físico a la contemplación de ciudades que ama. Pero todo vivido y sentido como arte, depurado en lo que podemos llamar significaciones estéticas".

Escritores con mayor o menor afinidad, cuadros , escenas de sexo, completan un tema único, según Álvarez un bloque unitario de sensaciones, ya que "todo es lo mismo, ¿no? A partir de una cierta emoción, de la altura de vuelo de esa emoción. Todo tiene su sitio".

Hay en el libro una defensa de la conciencia individual del artista con todo su aura y sentido de la rebeldía, según Álvarez. "Eso es algo que debemos hacer constantemente, y no sólo con nuestra escritura. Orson Welles decía que él hablaba, que deseaba que por él, por su voz, pasara el grito de los rebeldes. Ojalá quien me lea sienta lo mismo", afirma.

Dicha libertad creativa que se ve amenazada en la tirantez de estos tiempos, resumida así por el autor de Museo de cera. "En lo que respecta a la Cultura, a la Literatura, al Arte... creo que la actual situación es acaso la más letal de cuantas hayan podido producirse a lo largo de la historia. Porque jamás intolerancia, despotismo alguno se ha sentido investido con el poder que nuestra actual democracia, para dictar el único camino permitido. Desde la antigüedad, cualquier tirano podía encarcelarnos, incluso ejecutarnos, y por supuesto quemar los libros, pero no entraba en su vileza la de que pensáramos como él. Los comunistas podían decretar tu desaparición de la fotografía, y por suspuesto no tuvieron jamás escrúpulo alguno en eliminarnos si les convenía. Pero bajo cualquier tiranía quedaban reductos en la sociedad, y sobre todo en el mundo del pensamiento, donde nuestras ideas podían acogerse y ser preservadas". Esa brusca convivencia entre la cultura y el poder, que, según argumenta Álvarez, ha de prescindir de cualquier atisbo de imposición. "Ahora han sido los intelectuales, y cuántas de nuestras universidades, de donde han nacido las normas de lo que es correcto, y por lo tanto, de obligado cumplimiento, y qué no puede ser expresado. Incluso se ha llegado a la abyección absoluta de reescribir libros, de modificar lo que el autor quiso decir. Probablemente durante bastante tiempo mantendrán esa arbitrariedad criminal. Aunque cuando desaparezcan, nada quedará de ellos. Pero por el momento la tela de araña es tan espesa y la sociedad que envuelve tan domesticada, que creo que nosotros no veremos renacimiento alguno. La pasión igualitaria ha arrasado la cultura, y sobre cuatro verdugos de ese proceso: la cmnesia histórica, el multiculturalismo y los más viles de ellos, el pensamiento correcto y todo eso que medra bajo lo que llaman ideologías "de género". Como decíamos al principio, imagino que nunca han sido más necesarios los rebeldes".

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