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Poesía

Poética de la sorpresa

Una antología reúne a los cinco grandes nombres de la Escuela de Nueva York

Cultura - Libros

La Escuela de Nueva York es la etiqueta bajo la que se ha difundido la obra de los cinco poetas incluidos en esta antología, aunque ese membrete también da cobijo, entre otros, a Ron Padgett (1942) y Ted Berrigan (1934-1983) como cabezas visibles de una segunda generación; y la nómina aún podría estirarse más para abarcar a Charles Bernstein y el resto de los “language poets”, que, sin ser miembros del grupo, son herederos directos del trabajo de John Ashbery (1927-2017) y Barbara Guest (1920-2006), quienes, junto con Frank O’Hara (1926-1966), Kenneth Koch (1925-2002) y James Schuyler (1923-1991), forman el núcleo duro de la escuela y su nudo fundacional, razón por la cual protagonizan en exclusiva esta amplia e interesante selección, en la que cada uno de los cinco dispone de un traductor diferente: Juan F. Rivero (Ashbery), Mónica Ojeda (Guest), Leonor Saro (O’Hara), Carlos Recamán (Koch) y Alejandro Morellón (Schuyler).

El de Nueva York es uno de los cuatro grupos que, mediada la década de 1950 y aun antes, renovaron radicalmente el panorama de la poesía estadounidense, rompiendo con la poética asociada al “new criticism” (Allen Tate, Robert Penn Warren, el Lowell de Lord Weary’s castle) y regresando a una composición mucho más atenta al habla, a lo lúdico y a lo experimental que al registro meditativo e intelectual que habían impuesto los muy influyentes Cuatro cuartetos de Eliot, con su modelo de poema cerrado, omnicomprensivo y autosuficiente.

No obstante, las características grupales de la escuela son más bien difusas, al menos por lo que atañe al estilo. En su escueta introducción, Gonzalo Torné los ve como poetas “vinculados por algo más poderoso que una poética común: una amistad cómplice resuelta en un vivo interés por el trabajo de los demás”. Y, en cuanto a la escritura, afirma que los cinco “coinciden en desprenderse de las exigencias métricas”, destaca “su sentido del juego y de la diversión” y “una euforia que por momentos roza el optimismo vital”, y alaba su empeño en imaginar “atmósferas nuevas” y su interés en “llevarte a sitios donde no hayas estado nunca”.

Como Koch escribe en su poema “El arte de la poesía”: “El lector debe estar desconcertado una vez deje tu libro; / consternado, iluminado, preparado para sentir / curiosidad por estar vivo”. No se me ocurre mejor forma de conectar poéticas tan dispares como las de Ashbery y Guest, por un lado, y las de Koch y O’Hara, por el otro, quedando Schuyler sin pareja en virtud de su reconcentrada expresión y su asordinada melancolía. Quizá cabría añadir a los adjetivos que Koch emplea el de “intrigado”, por la manera en que Ashbery y Guest incitan al lector a buscar y rebuscar en lo ya leído para encontrar la llave de la significación (que no está); por el gusto de O’Hara por el incidente cotidiano y callejero, y por el humor, siempre en busca de la sorpresa final, dilatada a veces hasta el cansancio, de Koch. Una poética (aquí sí, grupal) que guarda similitudes con el jazz (la “música de la sorpresa”) y el expresionismo abstracto de Pollock y De Kooning, paralelamente al cual, en tiempo y forma, se desarrolla.

De los cinco poetas del grupo, uno (Ashbery) es sobradamente conocido en España; de otro (O’Hara) hay traducción al castellano de su libro más famoso, Lunch poems (Poemas a la hora de comer, DVD, 1997), y una antología (No llueve en California, 2018) en la editorial Kriller71, que asimismo ha publicado otra de Koch (Perros ladrando en la nieve, 2016). Sin embargo, la poesía de Guest y Schuyler permanecía, hasta donde yo sé, inédita entre nosotros, lo que confiere un interés añadido al libro y casi constituye su mejor baza. El lector juzgará por sí mismo, pero a la vista de los poemas aquí seleccionados, se trata de dos autores que retienen en su trabajo lo mejor de la escuela y merecen mayor difusión. La primera, muy bien traducida por Ojeda, captura instantáneas de vida que transforma y deconstruye para componer con ellas abstracciones de carne y hueso: es el puente, vía Gertrude Stein, entre el grupo y los “language poets”. El segundo, menos preocupado por la écfrasis que por su estar problemático en el mundo (era bipolar), es un poeta singularísimo, personal hasta lo patológico, frágil en su aparente rudeza, el más pesimista de los cinco.

La escuela poética de Nueva York

Ashbery, O’Hara, Guest, Koch, Schuyler 

Alba, 554 páginas

24 euros

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