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MÚSICA

Un año en el abismo

Las artes escénicas, devastadas a causa de las restricciones de la pandemia

La contracción provocada por la pandemia del covid-19 ha generado en el año que ahora termina una tormenta perfecta que ha sacudido como no se recuerda en décadas, quizá desde la Segunda Guerra Mundial, a la cultura en general y, muy particularmente, a las artes que dependen de los escenarios para su supervivencia. Por lo tanto, no hay otro balance posible que el de evaluar los daños producidos y estudiar cuáles de ellos pueden ser reversibles y cuáles no.

A partir del pasado mes de marzo todo el sector quedó, en el mundo entero, paralizado y, desde entonces, en muy pocos sitios se ha logrado alcanzar esa supuesta “nueva normalidad” en la que nos íbamos a instalar tras el verano. Al final, la segunda ola frenó en seco las expectativas y puede que la temporada 2020/21 todavía no consiga alcanzar una cierta estabilidad a nivel global.

La situación de los teatros de ópera es terrible. Pensemos que se trata de estructuras culturales con cientos de empleados, fijos y temporales. Por lo tanto, la estructura estable requiere de un presupuesto muy alto que, lógicamente, al verse mermada la actividad y la venta de abonos y entradas, ha quedado a expensas al cien por cien de la administración pública puesto que se ha producido a la vez un discreto, pero continuo abandono del patrocinio privado. Las orquestas sinfónicas están en una situación similar y sobreviven a base de ofrecer conciertos vía streaming porque el contacto con el público es muy limitado y discontinuo. Las de cámara, la mayoría de las cuales son iniciativas privadas y particulares de los músicos, y que viven casi exclusivamente de las giras y de alguna subvención pública, directamente algunas de ellas han tenido que cerrar y otras “hibernar” sus proyectos al menos un par de años.

Tampoco la grabación discográfica es un auxilio en los tiempos que corren. Han salido algunos discos en los últimos meses, pero el peso es ínfimo en el conjunto de la actividad y esos trabajos casi son ya meramente un soporte publicitario financiado, en la mayoría de las ocasiones, por los propios artistas.

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