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Habitar el arte

Sobre las pinturas reflexivas de Mónica Dixon

“Empty walls” (50 x 50 cm.), acrílico sobre lienzo.

En la Galería Guillermina Caicoya podemos contemplar las obras más recientes de Mónica Dixon. Se trata de once pinturas de diversos formatos realizadas en acrílico sobre lienzo. Muestran un trabajo introspectivo que complementa la obra más conocida de esta creadora, sus casas solitarias en amplios e infinitos paisajes. La artista nos lleva hacia un territorio más íntimo y misterioso, desvelado por los matices que la luz ofrece. Ya en su última exposición en esta galería, “Somewhere... Nowhere”, en 2017, pudimos apreciar obras que iban en esta dirección, pinturas que se apoyaban en estructuras arquitectónicas mínimas, dominadas por múltiples tonalidades entre el blanco y el negro que nos llevaban, desde aquella sobriedad, hacia la contemplación y el análisis reflexivo que ahora se manifiestan en su plenitud.

Ante estas pinturas, de una figuración casi fotográfica, sentimos la necesidad de ir más allá, de adentrarnos en esos espacios imaginados que la artista ofrece y que atesoran un sinfín de estudios previos gestados en soledad. Recrean mundos interiores acogedores, cuyo cobijo es de rango emocional, capaz de estimularnos sensible e intelectualmente. Su destreza formal es admirable y, a través de ese virtuosismo técnico que caracteriza desde siempre su trabajo, concibe nuevos hallazgos formales de eficaz y contundente solidez; en ellos se encuentra lo esencial, desde ellos se accede a lo trascendente, “haciendo con lo que hay lo que no hay” (Javier Utray).

“Little red ball n.º 2” (50 x 50 cm.), acrílico sobre lienzo.

El sencillo y silencioso espacio expositivo de la galería Guillermina Caicoya favorece el recogimiento ante cada obra. Hay que dejarse llevar y contemplarlas con tiempo, deteniéndonos en la rigurosa y mínima figuración de sus perfectas perspectivas inundadas por luces y sombras que llenan el espacio de sugerencias. Así ocurre en “Empty walls” o en “Out there II”, piezas en las que claramente se advierte un deslizamiento formal de la artista hacia la abstracción y que podrían indicar nuevas vías en su pintura. Sorprende cómo, haciéndonos partícipes de un momento de concentración lumínica preciso, accedemos a otro plano de estímulos estéticos y sensaciones de difícil clasificación. En “Espacios Detenidos” las estructuras arquitectónicas poseen una apariencia imprecisa, su desnudez provoca esa indefinición pero, más allá de la semejanza con los mundos asépticos que el antropólogo francés Marc Augé calificó como no lugares –esas zonas de tránsito deshumanizadas que repiten patrones estéticos neutros–, en estos acrílicos la carga emocional de la autora está latente, revierte en nosotros, alimentándonos íntimamente, ofreciéndonos nuevas realidades, otros mundos posibles y alternativos, atractivos paisajes de interior donde serenar la mirada y compensar los excesos visuales que nos rodean.

Vista de la exposición de Mónica Dixon.

Hay cuadros en los que se incorpora algún elemento cromático; el color se expande por los tabiques que limitan la visión y encauzan una luz que lo inunda todo con múltiples matices de rojo y verde, vivificando la sobria desnudez minimalista que caracteriza el conjunto de la muestra. En “Little red ball” o “Little red ball 2”, la condensación lumínica se hace aún más patente impregnándolas de connotaciones y significados que escapan de lo racional; es energía que fertiliza las formas. Recuerdan la importancia que, en distintos momentos de la historia, ha tenido la simbología de la luz en el ámbito de la comunicación y el arte, tanto en su plano místico como en el referido a las luces de la razón y que, en estos cuadros, parecen converger en un encuentro perfecto de lo inmaterial (lo espiritual) con la materia.

Esta muestra es, sin duda, una experiencia enriquecedora, la apuesta de Mónica Dixon es ejemplo de cómo, desde la creación plástica, se pueden desencadenar experiencias que trascienden en estados mentales y emocionales únicos, donde la observación objetiva se debilita poco a poco ante la fuerza intangible de la imaginación, donde la realidad y apariencia de las cosas pasan a un segundo plano para profundizar en otros ámbitos más esenciales que habitan en nosotros. La autora continúa sorprendiendo con una obra muy personal, capaz de conjugar el amor por la figuración con un acercamiento a la abstracción. Como dijo el crítico Rubén Suárez al contemplar los cuadros de su anterior exposición en esta galería: “Es una satisfacción para el espectador que siempre agradece ver pinturas tan reflexivas que dejan, tras la primera mirada, un regusto estético permanente”. Tras visitar “Espacios Detenidos”, una huella profunda queda en nosotros.

Espacios Detenidos Mónica Dixon

Galería Guillermina Caicoya

c/ Principado 11, Oviedo

Hasta el 25 de febrero

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