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La materialización del falo

María Donapetry analiza la “faloidentidad”

Cultura - Libros

Siempre enhiesto. Siempre alerta. La espada siempre desenvainada y dispuesta. ¿Estamos ante la épica de la inmadurez masculina? ¿Puede ser el equivalente “a soñar con el príncipe azul” de las niñas? María Donapetry hace un estudio, somero pero muy “seminal”, de la omnipresente representación de los genitales masculinos, con algunas pinceladas de su inscripción en los textos literarios.

El tono irónico utilizado por Donapetry para enfrentar a la sociedad a la evidencia que nos rodea queda patente desde la primera línea, cuando titula “Prolegómenos”, y no “Introducción”, a sus primeras páginas, “por si acaso”, dada la naturaleza del objeto de estudio. Asimismo, comienza, como debe ser, por explicar el título y el error de base freudiano, a saber: que las mujeres tienen envidia del pene.

El eje del globo terráqueo lo cruza de polo a polo por el centro y explica el movimiento de rotación, tal como creen algunos que sucede con los atributos masculinos: que son el centro alrededor del cual gira el universo. De aquí a erigirse en báculo de poder y a querer ejercerlo como tal sólo hay un paso, un paso consentido por el discurso dominante y mirado con benevolencia, cuando no admirado.

Donapetry deconstruye el discurso fálico con mucho humor (por no llorar) y deja al descubierto la puerilidad que encubre el no tener más poder personal que el que depende de un apéndice que no siempre responde a lo que se espera de él, con la correspondiente frustración, que deriva generalmente en violencia y, a veces, en violencia extrema. La autora recoge algunas de las muchas acepciones con las que se designa al pene y ofrece algunos neologismos muy útiles, como el usado en el subtítulo de esta reseña, “faloidentidad”, o “refalificación”, e imágenes explicativas, como “pene viudo” o “polla voladora”, genitales que “aparecen como por arte de magia sin formar parte de ningún cuerpo”.

El libro no sólo trata de “grafittis” callejeros más o menos espontáneos; hay también ejemplos en salas de arte, en monumentos civiles y en todo tipo de fotografías oportunas. Resulta especialmente interesante el fresco titulado “El árbol de la fecundidad”, que data de 1265, descubierto en Massa Marittima, Italia, en el año 2000. En él hay varias mujeres cosechando sus frutos que, apropiadamente, son penes.

De manera concisa pero más que suficiente para darnos pie a pensar y a añadir nuestros propios ejemplos, de los que nos rodean cientos, Donapetry nos invita a analizar y a optar por símbolos más democráticos y saludables para el bien común, porque mal vamos cuando el poder emana de un títere sin cabeza pensante.

El libro de Donapetry ofrece clara evidencia fotográfica de los ejemplos utilizados, y viene precedido de un prólogo esclarecedor de lo que vamos a encontrar después, escrito con tintes literarios por Olaya Barr, quien se extraña de que a pesar de la evolución cultural y del pensamiento globalizador, “el símbolo del pene no cambia”, se ha quedado permanentemente anclado en una aburrida y a veces muy peligrosa significación.

Cubierta del libro

Cubierta del libro

El eje universal

María Donapetry  

LAR libros, 72 páginas, 10 euros

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