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ARTE

Crueldad intolerable

Paco Cao tuerce a su antojo la colección del Museo Casa Natal de Jovellanos

Imagen de la exposición de Paco Cao.

El Museo Nacional Reina Sofía de Madrid presentaba en 2012 la exposición “Espectros de Artaud”, sobre la influencia del actor, dramaturgo y disidente surrealista francés en los lenguajes visuales y sonoros de mediados del siglo XX. Antonin Artaud fue autor del ensayo “El teatro y su doble” (1938), base de su teoría sobre el teatro de la crueldad, en el que otorgaba primacía al gesto sobre la palabra o al signo frente al significado, anticipándose a su propia afasia y a su internamiento en un centro psiquiátrico. Este precedente radical es del que se ha servido el asturiano Paco Cao para plantear su propuesta “El marco y su doble”, una revisión cuando menos sui géneris de los fondos del Museo Jovellanos de Gijón que tiene mucho de locura consentida y está llamada a generar polémica.

Imagen de la exposición "El marco y su doble".

La exposición, que es el principal fasto de conmemoración del quincuagésimo aniversario del Museo Municipal, pero curiosamente no se celebra en su sede de la Casa Natal de Jovellanos, pretende ser una indagación y puesta al día de su colección. La cuestión es que lo hace sin “una tesis sólida de partida” y como “una reflexión vaga y heterodoxa sobre la percepción y lectura de la imagen a lo largo del tiempo, incluido el periodo digital en el que estamos sumergidos”. A Paco Cao no le interesa “el contexto de creación, el asunto, el estilo o la resolución formal”, sino que los utiliza como “fondo difuso, ajeno a una narrativa ordenada cronológicamente o guiada por un análisis académico del signo que sea”. Se trata, pues, de un embarullado ensayo museográfico a medida de quien lo firma, adaptado a sus propias obsesiones y sin demasiada consideración hacia el resto de los autores que participan, desde una visión posmoderna, con juegos ópticos y rótulos en perspectiva, que a algunos les podrá hacer cierta gracia, pero que resulta provocadoramente superficial.

Confundiendo interesadamente iconicidad y hecho pictórico, por ejemplo, la exposición no sirve para apreciar la colección de la pinacoteca gijonesa, ni para revalorizarla, sino, todo lo contrario, para devaluarla, al ser puesta al servicio de un espectáculo que se reivindica con la misma consistencia que un concurso de belleza. Refrenda la política del todo vale, la anulación de las jerarquías y la igualación por el rasero más bajo, en una desesperada búsqueda de popularidad a través de las redes sociales, sin ningún tipo de resistencia crítica. Sólo lo relacionado con Juan Botas y el SIDA está tratado con el respeto que se merece. Todo lo demás es degradado irreverentemente, con una ligereza que asombra más que incomoda, tal es su voluntad insignificante y su frívola descontextualización.

Ni siquiera el cuestionamiento del marco tiene demasiado calado. Lo que en las vanguardias y las neovanguardias fue un intento sincero de salvar la frontera entre arte y vida, en las posvanguardias se reduce a un contingente ornamento que no interesa demasiado pero tampoco molesta tanto. Paco Cao prescinde del marco en varias de las obras expuestas, pero no duda en reencuadrarlas con vinilos que simulan teléfonos móviles y otros dispositivos, apropiándose de ellas para su juego fatuo, entre hashtags, likes y emoticones, que se quiere muy actual pero muestra las hechuras rancias de un traje impostado. También se sirve de unas obras para enmarcar otras e incluso, en su práctica del arte de la crueldad, se atreve a colgar cuadros antiguos y modernos en posición oblicua, torcidos, con las tensiones que eso supone y el consiguiente riesgo y sufrimiento al que se expone un patrimonio que es público pero es usado de manera privada, particular.

Y es ahí donde reside el verdadero problema. Porque instituciones como el Museo Jovellanos o la Fundación Municipal de Cultura de Gijón están obligadas a velar por la protección de las obras que conservan, que no pueden ser deformadas, modificadas o alteradas sin el consentimiento de sus autores. Y a ninguno de ellos se les ha pedido permiso, lo que afecta a sus derechos morales y está generando mucho malestar. Si se hubiera hecho, es muy posible que la mayoría hubiera aceptado. Por eso no se reproducen los nombres de los artistas incluidos en la exposición, que generarían una lista enorme de agraviados. Los responsables decidieron que la única estrella a tener en cuenta es Paco Cao y le han dado patente de corso sin razones objetivas. En las redes sociales se comenta que juega en otra liga. Sí, en la Superliga, el club escogido de los privilegiados: a nadie más se le habría tolerado semejante antojo.

Colección Museo Casa Natal de Jovellanos. El marco y su doble, por Paco Cao

Centro de Cultura Antiguo Instituto, Sala 2, calle Jovellanos 21, Gijón. Hasta el 12 de septiembre.

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