Entrevista | ILDEFONSO FALCONES Escritor

Ildefonso Falcones, escritor: "Me hubiera gustado escribir Mafalda"

El autor superventas acaba de publicar 'Esclava de la libertad', una novela histórica sobre la esclavitud en Cuba y sus secuelas

El novelista barcelonés Ildefonso Falcones.

El novelista barcelonés Ildefonso Falcones. / JOAN TOMÁS

Ana Rodríguez

El escritor barcelonés Ildefonso Falcones se convirtió en un fenómeno superventas a nivel mundial a los 46 años con la publicación de su primera novela, “La catedral del mar” en 2006. Diecisiete años después publica su sexta obra, 'Esclava de la libertad', la historia de dos mujeres negras que luchan por ser libres en dos épocas diferentes: la Cuba colonial del siglo XIX y la España actual. Abordó la creación de su nueva propuesta, que vio la luz el pasado otoño, entre quirófanos y sesiones de quimioterapia para tratar el cáncer que padece. El próximo viernes 24 de febrero estará en Club FARO.

– Propone viajar a la Cuba colonial de 1853 y al esclavismo, ¿por qué?

– Es un tema no desconocido, pero sí apartado o bastante olvidado, que no se estudia en los libros de texto. Lo que más me llevó escribir esa novela fue la cercanía: el hecho de que España fuese el último país occidental en abolir la esclavitud en sus colonias me impactó. Mi abuela fue coetánea a la esclavitud. Y el poder trasladar los efectos de esa situación de explotación a la época actual fue lo que me pesó, una novela solo sobre el esclavismo en la isla de Cuba no la hubiera escrito, pero sí compaginada con sus efectos en el siglo XXI.

Ildefonso Falcones presenta su nueva novela.

Ildefonso Falcones presenta su nueva novela. / JOAN TOMÁS

–¿Al unir pasado y presente quiere mandar un mensaje de que es un problema aún vigente?

– Es un problema actual, el racismo no solo está vigente sino que desgraciadamente en los últimos tiempos están floreciendo ideologías y políticas a las que no les duelen prendas en sustentarse en la xenofobia y el racismo, quizás un poco soterrado. Los estudios y resoluciones de la ONU –estamos en el sexenio de reconocimiento de los afrodescendientes– indican que estamos viviendo las secuelas de aquel colonialismo. Hay que pensar que cuando se abolió la esclavitud todas esas personas no estaban en condiciones de encontrar empleo, pasaron a ser explotadas desde el punto de vista capitalista más radical, y esos efectos se fueron extendiendo durante generaciones.

– Ese no era el tema que tenía pensado, lo cambió por cuestiones de salud, ¿cómo fue escribir durante la enfermedad, entre sesiones de quimioterapia y quirófanos?

– Era un tema que ya tenía estudiado, con mucha documentación, y con la trama pergeñada, así que evité la labor de estudio profundo que me lleva otras novelas. Al escribirla pasé por todo tipo de situaciones; en ocasiones ha sido tremendamente duro, en otras ha sido tranquilizador y terapéutico escribir aunque fuese solo un párrafo, aunque fuese con dolor o en situación de incapacidad que te destroza. Si tuviera que seguir con mi despacho de abogados, no hubiera podido.

– ¿Escoge dos protagonistas femeninas para reivindicar el papel de la mujer en la Historia?

– Era una necesidad. Gran Bretaña ya había abolido la esclavitud en esa época y España se sumó a ese convenio por dinero, pero solo accedió a abolir la trata, la esclavitud era una situación jurídica visible en las colonias. Los esclavos llegaban de África de contrabando y eso lanzaba los precios, así que los azucareros llegaron a la conclusión de que era más rentable criarlos que comprarlos. A partir de ese momento deciden dedicar a las mujeres no solo al trabajo, sino a parir en las ganaderías de criollos, lo cual es una crueldad añadida y por eso la protagonista del siglo XIX tenía que ser mujer. La del siglo XXI podría haber sido un hombre, pero preferí que fuese una descendiente de esa esclava.

– ¿Le fue difícil meterse en la piel de dos mujeres negras?

– No tengo dificultad para meterme en la piel de mujeres, en varias de mis novelas ya lo he hecho, y si no, tengo una editora. Tampoco la he tenido por tratarse de negras, pero sí por el hecho de ser una esclava, no creo que haya podido llegar a captar el 15% de la el verdadera dureza que supone una vida de sometimiento. Por más que la novela sea dura, no creo haberlo plasmado.

– Trata el racismo, el colonialismo, el supremacismo y la precariedad laboral, ¿el hecho de que las injusticias estén presentes en sus novelas viene de su profesión de abogado o es al revés: estudió Derecho movido por ellas?

– Viene de la vida, de ver la injusticia de esos poderes absolutos, dictatoriales, o de decisiones que vivimos incluso en el siglo XXI en democracia, aunque no son comparables a la esclavitud. Solo el genocidio es equiparable a la esclavitud.

– En todo caso, ¿busca la concienciación social además de entretener al lector?

– Mi objetivo es entretener en situaciones atractivas y que además tienen pasión, amor, dinero y venganzas. Pretendo dar una visión real de la esclavitud, lejos de los estereotipos denigrantes que tenemos: vemos los negros en las películas cantando – ¡ qué maravilla, eran los principios del soul o del jazz!, –, pero no cantaban de alegría, sino para evitar que les azotasen con el látigo. La teoría era que un esclavo cuando piensa, trabaja menos; entonces para que no piense, lo mejor es que cante. También está el estereotipo del negro perezoso, cuando tenían cansancio crónico porque les hacían trabajar sin descanso veinte horas diarias. 

– ¿Qué es lo que más le impactó de lo que halló en su investigación para esta novela?

– Los criaderos de esclavos eran ganaderías, a ellos se les podía castigar con hasta 25 latigazos por una falta.; a los bueyes estaba prohibido pegarles. Morían pisoteados por los bueyes cuando se caían caminando; el suicidio era tremendo; la sexualidad, forzada para evitar la concepción, lo cual llevaba situaciones de sodomía.

– Explora el realismo mágico de los orishas y el sincretismo religioso, ¿cómo ha sido esa experiencia?

– Muy interesante. Quise apartarme de esa visión folclórica, aunque por desgracia no encontré estudios tan profundos como me hubiera gustado, y tratar esa religión como una más, el único punto de unión que tenían los esclavos negros con sus raíces y exploraban los domingos que les daban fiesta, que no eran cada siete días, sino cuando decidía el dueño del ingenio. Es una religión tremendamente difícil, con un plantel de dioses casi más caprichoso que el de los griegos.

– Hace 17 años de la publicación de “La catedral del mar”, ¿qué ha cambiado de ese escritor anónimo que buscaba con 46 años publicar su primera novela?

– Mucho, ahora tengo la seguridad de que me van a publicar lo que escriba, salvo que sea un bodrio, y, lo más importante, tengo garantizada la distribución. Tuve que dejar de ejercer como abogado porque me fue imposible compaginar ambos trabajos, aunque los combiné hasta la tercera novela.

– ¿En algún momento pensó en tirar la toalla cuando no conseguía que le publicasen?

– Estuve cuatro o cinco años desde que la terminé, muchas veces entré en el desaliento y la decepción, pero seguí buscando hasta que tuve la fortuna de encontrar editorial. Durante esos cinco años estaba investigando otros temas sobre los que escribir, precisamente sobre la esclavitud en Cuba.

– ¿Cómo se gestiona el éxito de ser un fenómeno internacional de ventas?

– Cuando hablamos de gestionar el éxito nos imaginamos a jóvenes deportistas, cantantes o artistas a los que se les viene encima el mundo. En mi caso tenía un equilibrio en mi vida, todo esto me pilló con 46 años y cuatro hijos.

Ildefonso Falcones.

Ildefonso Falcones. / JOAN TOMÁS

– ¿Qué le gustaría escribir que aún no haya hecho?

– Me hubiera gustado escribir Harry Potter o ser capaz de escribir Mafalda. Quino es maravilloso, hacer reír a la gente a través de la palabra es tremendamente difícil; me hubiera gustado hacerlo.

– ¿Qué fase de la creación de una novela le gusta más?

–Cuando la he acabado, lo demás es un trabajo duro de mañanas y tardes en el despacho, no es un trabajo en el que me ría ni sienta una satisfacción especial.

– ¿Sus hijos ya le leen?

– Hay dos que ya me han leído. En general los jóvenes no leen o lo hacen de otra manera. Quizás deberíamos prohibirles la lectura, a ver si así leen más.

– ¿Le preocupa?

– Me preocupa que la lectura comprensiva falle hoy en día. De momento la aprehensión de los conocimientos es a través de la comprensión de la palabra escrita, que la juventud no sea capaz de leer es un hándicap para su formación.

– Si pudiera viajar en el tiempo a qué momento de la historia iría y a qué personaje le gustaría conocer?

– Iría a Roma a conocer a Julio César.

– ¿La novela histórica es más necesaria que nunca por el hecho de que permite conocer el pasado de una manera entretenida y no repetir errores?

– Lo de conocer la Historia para no repetir errores depende de la voluntad del lector. Hay gente que está dedicada a conocerla para incurrir en aquellos errores a favor suyo. Eso siempre existirá.

– ¿Más en esta época?

– Estamos en un época de opresión absoluta, perdiendo libertades a veces tan ridículas como tener capacidad de ir por donde quieres, nos están oprimiendo, las competencias en las escuelas se modifican, antes se decía que el conocimiento nos hacía libres, era la máxima de los sindicalistas, republicanos, de la gente de izquierdas. Ahora es al revés, la falta de conocimiento va a permitir una mayor opresión, y eso lo sustentan aquellos que hace cien años luchaban por el acceso al conocimiento. Es tremendamente perverso.

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